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Virasoro, el primer jefe político (Parte 1) – Por Ricardo Marconi

📜 El rompecabezas de la muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi

Virasoro, el primer jefe político (Parte 1)

 

Agitada, sudorosa, con las venas a punto de explotar por el esfuerzo y mordiendo un pedazo de trapo húmedo para no gritar ante cada contracción, María Mercedes Corrales Casafús, descendiente  por línea materna de conquistadores y gobernantes correntinos durante la época colonial –Juan Bautista y Gregorio Casafús, quienes en 1737 y 1738, respectivamente, actuaron como tenientes gobernadores de la ciudad de Vera, hoy Corrientes-  en una pieza húmeda e iluminada por la luz tenue de las velas atacadas por las corrientes de aire, dio a luz a Benjamín Virasoro, un 1º de mayo de 1812.
Juan Ascencio, el padre de Benjamín, ansioso como todo padre primerizo, trataba de desviar su pensamiento hacia sus actividades de constructor naval y comerciante en maderas, las que trasladaba en embarcaciones desde Misiones y Corrientes a Buenos Aires mediante el río Paraná.

Una década más tarde –en los inicios de 1824-, Benjamín, para optimizar su educación, es enviado por su padre a la ciudad de Buenos Aires, donde lo esperaba Fernando Dozal, quien se haría cargo del pequeño.

La escuela San Francisco de esa ciudad cobijó al educando para que iniciara sus estudios y en 1928 éste regresó -con 14 años- a su provincia natal, donde se dedicó al comercio y a la ganadería, administrando las estancias de su padre y de terceros, llegando a ganar una fortuna al frente de las estancias del gobernador Pedro Dionisio Cabral.
Su carrera de administrador rural, en nuestro país, finalizó en el establecimiento "El Socorro", del que era propietario la firma González y Duguid. Los dueños lo habían establecido sobre la laguna Turbida, pero al poco tiempo el predio fue asaltado y arrasado por los indios Pampas, salvándose Benjamín Virasoro, milagrosamente, de caer cautivo.

Con la tarea de administrador de campos continuó en Uruguay, donde los  dueños del desaparecido "El Socorro", establecieron un nuevo establecimiento: "La Agradecida", en el que se desempeñó hasta 1836, año en que decidió regresar a la provincia donde nació y en la que obtuvo su primer trabajo en la administración pública como juez de Pedáneo, en el Departamento de Curuzú Cuatiá, donde el gobernador Cabral le confió la administración de su estancia "Aguaceros", tarea por la que cobraba 3.000 pesos oro anuales, más el derecho de marcar a su favor una cantidad de animales de todas las especies.

Finalmente decidió renunciar a la administración de "Aguaceros" para irse a poblar la estancia "El Rincón de San Gregorio", perteneciente a su padre. Como resultante de una convulsión política entre correntinos y entrerrianos, en marzo de 1839, la estancia de los Virasoro, -estando bajo custodia del hermano de Benjamín –Valentín-, fue saqueada y por ese motivo se vio obligado a huir a Pago Largo, atravesando a nado el río Uruguay.

Llegado a la costa oriental, casi destruido físicamente por el esfuerzo, logró encaramarse a un árbol y escondido entre las ramas y hojas de su copa, con amargura infinita, se limitó a ver como los entrerrianos incendiaban y saqueaban su estancia.

*

Arrancado por la fuerza de sus actividades rurales, junto a otros estancieros hartos de las contiendas políticas internas, Benjamín Virasoro es impelido a recalar en la vida militar. En 1839, Virasoro se ganó los galones de alférez, que le fueron otorgados por una orden superior.

Y de entrada le fue muy bien en su nueva vida, ya que se destacó como soldado, en mayo de 1839, cuando cumplía funciones en el Escuadrón de Coraceros de Paysandú Nº4, comandado por el coronel Juan M. Luna, al que fue destinado por el coronel Ángel María Núñez, ante quien se presentó Virasoro para ofrecer sus servicios.
El cuerpo militar pertenecía al Ejército, con el que el general Rivera se aprestaba a repeler al Estado Oriental la invasión de Echagüe.
Participó del combate de Chasmiso y, en noviembre, en el de Paso de San Ceferino, por el cual logró el grado de teniente, que le fue comunicado en la costa del río Santa Lucía Chico.

Posteriormente, -en un continum militar- junto a 79 hombres, por orden del general Rivera, pasó a engrosar las filas del Ejército Libertador, que estaba organizando el general Lavalle en el Rincón del Ombú, en Corrientes, para enfrentar bajo las órdenes del general José María Paz[1] a las fuerzas del gobierno porteño comandadas por Juan Manuel de Rosas.

Paz instruía a sus fuerzas en un lugar denominado Malvinas, en el Departamento de Esquina, a 14 leguas al noreste de la ciudad de ese nombre. Virasoro, a todo esto, en la prosecución de su carrera militar, participó de la batalla de Cagancha y luego, al lado de Lavalle, hizo lo propio en la de Ituzaingó, recibiendo el grado de capitán.

El gobernador Ferré, en febrero de 1840, conocedor de la carrera de armas que estaba llevando adelante Virasoro, lo destina al cuidado de las costas del Uruguay, abandonadas a su suerte en esa época, y por donde se infiltraban bandas de delincuentes blancos dispersos tras el combate de Cozancho, los que hostilizaban la provincia de Corrientes. El grado de capitán fue emitido a Benjamín Virasoro por Ferré y refrendado por su secretario, el doctor Manuel Leiva, documento que perdió este último con su equipaje en la batalla de Arroyo Grande.

Virasoro, con mando de tropa, en agosto de 1840, participó el combate de Estingana, contra el escuadrón comandado por el coronel indio Gaspar Tacuabé, que se hallaba al servicio de Echagüe. En esa oportunidad, combatió bajo el mando del comandante Esteche y lo hizo encarnizadamente con un arma blanca hasta que obtuvo el triunfo frente a un enemigo que contaba con el triple de hombres sumamente aguerridos.

Así nació el renombrado Escuadrón Uruguay, cuyos hombres, en su gran mayoría, conocieron la muerte combatiendo a Rosas. En el mismo mes de agosto, en 1840, Virasoro batió en un enfrentamiento al comandante Cacabí, en Santo Tomé. Éste último, un jefe indio, dirigía a los indios Guarinenses, de Misiones, quienes tras la derrota fugaron hacia Brasil.
Su tesonero accionar le permitió a Virasoro ascender a sargento mayor en septiembre de 1840, por orden general del propio general Paz, en una ceremonia realizada en el cuartel de Malvinas. Así se le premiaron sus méritos en el combate de Estingana.

En la misma ceremonia, el escuadrón recibió un estandarte de guerra y la distinción "exclusiva", de utilizar gorras y boinas blancas. Tras tomar parte de la expedición a través del Chaco, luego de la batalla de Quebracho Herrado, Virasoro fue ascendido a teniente coronel.
La sucesión de combates continuó el 18 de noviembre de 1841, con la batalla de Caá Guazú, donde Virasoro obtuvo el grado de teniente coronel por "méritos en combate".

Su posición política lo enfrentó al rosismo y se vio obligado a escapar al Uruguay, donde lo acechó la pobreza, siendo rescatado militarmente por Urquiza, razón por la cual debió trasladarse a Entre Ríos, donde acompañó al general Paz en su campaña, permaneciendo en La Bajada hasta la segunda quincena de 1842, cuando el gobernador Ferré decidió regresar a su provincia.

Virasoro se sintió nuevamente en su elemento el 6 de diciembre de 1842, al participar de la batalla de Arroyo Grande. No fue esa una más de las luchas armadas de las que participó, ya que, en el fragor del combate cuerpo a cuerpo, se vio rodeado de grandes masas enemigas y con sumo esfuerzo y valor, logró abrirse paso. A partir de allí se batió en retirada, cubriendo siete leguas, mientras veía con desconsuelo como el resto de los jefes huía.

La masacre de sus propias fuerzas se percibe sin atenuantes cuando surgen los números fríos. El escuadrón de Virasoro, que constaba de 265 hombres, quedó reducido a 15, con los que llegó en pésimas condiciones físicas y morales a la costa del arroyo Yuquerí, donde el enemigo hasta le mata el caballo y lo hiere gravemente.

Dos bravos soldados gemelos, apodados los mellizos, que lo acompañaban –José y Manuel Vallejos-, le salvaron la vida ante un enemigo cinco veces superior en número.

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[1] Paz era un general artillero, un culto matemático de la guerra, de ideas europeístas y obviamente unitario. Escribió sus "Memorias Póstumas". Fue boleado por un gaucho federal en el paraje El Tío. En sus Memorias Póstumas hizo comentarios sobre los "poderes sobrenaturales" de Quiroga. Decía que sus soldados les temían a los de Quiroga porque, decían, "se transformaban en capiangos (tigres)" en combate.

 

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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política

Foto Rosario en el recuerdo: Sector noroeste de la plaza 25 de Mayo en 1903. Se observan los edificios situados frente a ella por calle Laprida y a la derecha la calle Santa Fe en dirección al poniente. Colección Escuela de Museología.

Viene de acá: Luchas políticas intestinas

Continúa aquí: Virasoro, el espía (Parte 2)

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