Dos en la ciudad – Juan Pablo Darioli
Canto por la intendencia
El malestar en la democracia se hace presente en cada elección y se manifiesta con datos novedosos. Si en las PASO el facto fue el piso histórico de electores, en las generales se produjo por primera vez, desde la existencia de las primarias, el hecho de que bajara la concurrencia de las generales en relación a las internas. Solamente 371.072 ciudadanos fueron a votar afirmativamente por alguna de las alternativas que se disputaban las bancas del Concejo, de 817.146 habilitados para sufragar. En las primarias fueron 381.629 rosarinos.
Un sistema político que sostiene la obligatoriedad del voto democrático falla cuando explícitamente no pasa nada si no vas a las urnas. Pierde credibilidad el sistema, la autoridad se evapora, el poder punitivo del Estado en su costado político se convierte en un chiste. No es que antes era una pinturita: desde que tengo uso de memoria se sostenía la concurrencia con los mitos sobre la imposibilidad de salir del país, renovar el pasaporte o el temor de recibir alguna multa. Nadie quiere resolver este entuerto, adelante de los ojos de todos. Crece entre los despolitizados y disconformes un discurso autocelebratorio, de no ir a votar porque no cambia nada, que genera contagio. Es de perogrullo decirlo, pero hay proyectos políticos que se basan en la baja concurrencia y en la insatisfacción.
El error de diagnóstico hace que en la clase política repitan como loros la propuesta de suspender las elecciones de medio término, como si el problema fuese de insistencia y no de efectividad en las democracias actuales. El porcentaje histórico de votantes iría a votar de buena gana cada dos años si la política le resolviera alguno de sus problemas cotidianos pero como no lo hace le da lo mismo ir a votar cada dos, cada cuatro o nunca. Obviamente las elecciones ejecutivas revisten mayor interés porque hay una identificación de la función con la posibilidad de tomar decisiones determinantes y marcar algún rumbo, cosa que no pasa con las funciones legislativas. No es necesario hacer ningún trabajo de campo para presuponer que más de el 80% de los rosarinos no sabe qué hace un concejal, confunde sus competencias o directamente no le interesa a qué se dedica. La democracia complaciente ofrece entonces sostener el aparato pero no molestarte frecuentemente. Casi que pasar desapercibido.
Como era de esperar, el escenario fue de tercios pero también hubo un ganador que, sobre el ajustado resultado, logró separarse del pelotón que lo sigue con un concejal más. Finalmente fueron 5 para Ciudad Futura+Peronismo, 4 para La Libertad Avanza y 4 para Unidos (Pullaro+Javkin). Es tan tendenciosa la lectura de sobre representar una victoria aplastante como disolverla en un resultado partido en tres. Lo cierto es que en dos de los tres búnkers se cantó por la intendencia.
El discurso de Juan Monteverde en Distrito 7 estuvo muy lejos del regodeo victorioso. Por el contrario, redobló la apuesta contra el oficialismo y tiró guiños a potenciales aliados y desencantados con la política. El trabajo de desgaste que vienen haciendo en el Concejo Municipal, liderando la oposición férrea, se intensificará estos dos años. Si la sociedad rosarina no sabe bien qué pueden hacer un Concejo, ahora se va a enterar de lo que no puede hacer un intendente sin la voluntad de la mayoría de los concejales. Para que Javkin no pueda utilizar la carta de la victimización a la que recurrió durante sus 4 primeros años, Monteverde le arrojó una invitación al diálogo. No es menor el gesto, ya que la Municipalidad está funcionando a pura prórroga de sus servicios básicos y todos esos pliegos deberán pasar por el recinto del Palacio Vasallo. El escándalo de la basura, fue destapado por Ciudad Futura, y es una muestra solamente de lo que pueden ser las próximas discusiones.
Con “las ideas no se proscriben” y “primero la Patria, después el movimiento y por último los hombres” refrendó su relación con el peronismo, por ahora en su faceta social y progresista. Tres de los cinco concejales conseguidos por su lista son peronistas: Norma López de Comunidad y Majo Poncino y Pablo Basso del Evita. El llamado de Cristina fue el broche de oro en esta relación. Pero no conforme con eso lanzó vías de comunicación con Sukerman y Cavatorta, que sostuvieron sus performances de las PASO y representan un electorado más ortodoxo. No hay nada que ordene más a un peronista que la posibilidad de ganar.
Por otro lado, la misión imposible del oficialismo local para renovar la mayoría de las 8 bancas que ponía en juego se tornó en la peor pesadilla. Con toda la artillería (toda, la explícita y la subterránea) pudieron contener todos los votos de la interna y sumar 11 mil más pero quedaron a mitad de camino en cuanto al desempeño que tuvo el gobernador Maximiliano Pullaro como convencional constituyente por distrito único en Rosario. 107.482 contra los 95.109 que cosechó Labayru. Un partido del frente Unidos no contaba con integrantes en la lista en puestos expectantes y algunos de sus ex referentes se manifestaron a favor del candidato de Más para Santa Fe. Si ahí está el motivo de la fuga de votos, también es una oportunidad para profundizar las diferencias programáticas y el futuro de Unidos en Rosario.
El camino de Aleart es más predecible y dependiente. Su permanencia en la escena política depende 100% de cómo le salgan las cosas a Javier Milei. Ya Macri y las internas del PRO se consumieron las esperanzas de Roy López Molina. En este caso, las tropa parece más ordenada aunque el operador de fondo del ex Televisión Litoral es Federico Angelini, justamente quien entró en guerra con López Molina y lo hizo quedarse con nada. La posible alianza de Unidos y LLA será una maniobra de último momento en 2027 sí y solo sí hay suma en todos los estamentos de gobierno.