Dos en la Ciudad – Por Juan Pablo Darioli
Dejar vivir
✒️ Es difícil captar en qué proporción cada dimensión espacial determina nuestra vida. A veces nos sentimos agobiados por el peso de una dinámica global que parece regir todos los órdenes de nuestra vida y de repente nos encontramos debatiendo sobre municipalismo y cómo algo tan inocuo e insulso como la declaración de autonomía puede cambiar nuestro día a día, con la esperanza de que algo cambie. En definitiva, la pregunta es cómo encontrar el punto justo entre el tecnodeterminismo y la acción cotidiana en la vida analógica, entre el globalismo y el territorialismo, para eficientizar actos de emancipación y comenzar a performar alternativas. Después de un año signado por la reforma de la constitución provincial, que culmina con la declaración de autonomía en el Concejo Municipal de Rosario, ¿podemos poner una ficha en este futuro proceso con la ilusión de que caiga del lado de la equidad?
Cuando Foucault definió como “gubernamentalidad” al conjunto de dispositivos sociales, tecnológicos, políticos, jurídicos, discursivos y de otras índoles, lo más interesante es que desarrolló una historización de este concepto:
“Más acá, por lo tanto, de ese gran poder absoluto, dramático, sombrío que era el poder de la soberanía, y que consistía en hacer morir, he aquí que, con la tecnología del biopoder, la tecnología del poder sobre la población como tal, sobre el hombre como ser viviente, aparece ahora un poder continuo, sabio, que es el poder de hacer vivir. La soberanía hacía morir y dejaba vivir. Y resulta que ahora aparece un poder que yo llamaría de regularización y que consiste, al contrario, en hacer vivir y dejar morir.”
El Rey, el poder soberano que provenía de dios, resolvía sobre la muerte de las personas pero no se ocupaba de la vida. La secularización del poder soberano, o como dice Agamben «la politización de la nuda-vida”, desarrolló técnicas de biopoder para hacer vivir, privándose de decidir sobre la muerte. Gobernar es poblar. Gobernar es crear trabajo. Consignas del Estado moderno. Hoy gobernar es… ¿achicar?
La reducción al mínimo de las capacidades estatales y el favoritismo de los individuos por las prestaciones privadas en salud, educación, trabajo y demás, se complementa con una definición muy precisa del politólogo Diego Sztulwark sobre el endeudamiento y el impacto en las relaciones de explotación:
“Hay una forma patronal del vínculo por el cual alguien te da un dinero y te está diciendo que lo tenés que devolver, es decir que lo tenés que producir. Lo que pasa es que a diferencia de un burgués que te dice cómo lo tenés que producir, te dice resolvelo como puedas. Si tenés que afanar, afaná. Si tenés que trabajar en la economía negra, trabajá en la economía negra.”
La conclusión es que los sectores dirigenciales, políticos y/o empresariales, han renunciado a la opción por conducir, la gestión de la población ya no es un objetivo, no hay Estado ni clase social que quiera hacer vivir. En una reciente discusión entre Rosendo Grobo y Alejandro Bercovich, a propósito del libro “El país que quieren los dueños”, éste último sostenía que los empresarios argentinos dejaron de querer conducir las riendas del país. En esta dirección, ¿nos dirigimos a los tecnofeudos?
Casi al pasar, en la sesión donde se declaró la autonomía de Rosario, la presidenta del cuerpo, Schmuck, trajo a la mesa a Carl Schmitt, el polémico jurista alemán que trabajó sobre el poder constituyente, para matizar un poco el hito fundacional de la declaratoria. El oficialismo afirmaba que esto era sólo un paso más en la tradición histórica de Rosario y la oposición criticó el decisionismo del Intendente por incluir temas “sugeridos” para la estatuyente futura. Desde Schmitt a la fecha pasaron muchas cosas, entre ellas la adopción de Benjamin de su tesis para decir que la excepción y la norma invirtieron sus roles. En épocas tan convulsionadas, de cambios e incertezas, como la que vivimos, el estado de excepción es constante. Pero también, en el orden jurídico, comparar la relación Nación-Provincias, cuando las provincias son preexistentes al Estado Nación, a la relación Provincias-Municipios puede ser un error que salga caro. En todo caso, el poder estatuyente de la futura carta orgánica tiene que provenir de la realidad efectiva, no sólo de la ciudad sino también de la época que nos toca vivir.
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Estamos frente a un reverdecer del peso específico de las ciudades en la discusión pública, por eso van algunas recomendaciones:
La revista Supernova publicó recientemente un dossier sobre ciudades. Entre muchas hay un fragmento del libro “The Stack” de Benjamin Bratton que es muy recomendable y otra de Guillermo Jajanovich, que tiene una referencia al rebranding de Colombia muy pertinente para el caso rosarino (“El riesgo es que te quieras quedar”).
El nuevo libro de El gato y la caja, Urbanofilia, tiene varios ensayos con mucha información e ideas para abordar la cuestión.
Por último, una recomendación más abierta: Ivana Mondelo y su newsletter Siempre cyborg nunca diosa.



















