PROYECTO ESCAÑO

Dri, un sobreviviente de la violencia institucional – Por Ricardo Marconi

El Rompecabezas de la Muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi

Dri, un sobreviviente de la violencia institucional

En las columnas que desarrollamos en Proyecto Escaño sobre la violencia criminal e institucional que se ha soportado y se mantiene, en gran medida en Rosario, hemos hecho mención a lo que ocurrió en centros clandestinos de detención, en todos los casos ateniéndonos a la información conocida y, también a la ocultada y hasta, en muchos casos, desclasificada.

En esta oportunidad, utilizando diversas fuentes, haremos referencia a Jaime Feliciano Dri, sobreviviente del Centro Clandestino de Detención de la Quinta de Funes, quien logró huir de la dictadura militar que asoló Argentina hacia el exterior, aunque con el correr del tiempo regresó al país, luego de vivir en Panamá.

Regresó para cumplir –según él-, con la premisa de dar a conocer quiénes fueron 5 de sus verdugos por sus nombres de guerra y lo hizo en un juicio mirándolos a la cara. Ante el Tribunal Federal 1, oportunidad en la que relató cómo fue su existencia en ese infierno tan temido.

La detención

Dri había sido detenido a mediados de diciembre de 1977, en la República de Uruguay, cuando fue detectado por las fuerzas conjuntas uruguayas que lo trasladaron de inmediato a nuestro país, para sacarse el paquete de encima.

Llegó a nuestro país y de inmediato lo llevaron a la celda 14, ubicada en los sótanos de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), obviamente encapuchado. En ese momento recién se le comunicó donde se hallaba y la primera pregunta que se le hizo no fue precisamente sobre su actividad considerada terrorista. Se le pregunto, lisa y llanamente, que opinaba sobre Eduardo Massera.

La respuesta no se hizo esperar: “Es un gran asesino”. Con el correr de los minutos se enteró que quien le había hecho la pregunta había sido el “Tigre” Jorge Eduardo Acosta, quien se tomó el trabajo de responderle con una afirmación: “Massera va a ser presidente”. Dri no se achicó. Ya había escuchado sobre Acosta y le respondió: “Quíteselo de la cabeza”.

Jorge "Tigre" Acosta

Acosta, que era un cínico empedernido y cobarde como todo torturador que nunca se enfrentaría mano a mano con nadie, metió la mano derecha en su bolsillo y sacó un aparato que le mostró a Acosta mientras le decía: “Esto es una picana eléctrica. No la usamos para torturar, la usamos para conseguir información exclusivamente”. Luego la volvió a meter en el bolsillo, se dio media vuelta y se fue a paso vivo. Los torturadores que hacían el trabajo sucio se miraron entre sí y con disgusto. Sabían que su jefe no quería mancharse las manos con sangre.  Para eso estaban ellos, los “profilácticos” del canoso Tigre.

Dri es forzado a bajar hacia un sótano y allí es arrojado a los pies del Tigre y de otras personas que le dijeron que venían “desde Rosario”.

Allí se enteró que sería trasladado de inmediato y en una crónica de Rosario 12, se puede leer que el tigre le dijo a Dri: “Debe sentirse bien. Esta gente es muy seria”, a la vez que le dio garantía de buen trato. Tras escuchar estas últimas palabras, el detenido es vuelto a  una celda, donde el apresado aprovechó para decirle a otro preso que lo busque al “Nariz” y le agregó: “Me dijeron que me trasladan”.

La respuesta del interlocutor detenido fue una pregunta: ¿Qué tiene para entregar en Rosario? Y Dri respondió: “Nada”. El preso lo miró de arriba a abajo y le dijo sin preámbulos: “Si es así, entrégales mi casa, que está en calle …que ya cayó”.

Y de inmediato le dijo sin titubeos: “si te aplican una inyección es para que no te ubiques donde estás”, concluyó “Nariz”. Dri es subido en un auto, tabicado, mientras le recordaban que había “perdido. Caímos en una pinza”. El viaje duró 14 horas.

Disparos

Escuchó un par de disparos que partieron desde el interior del auto donde estaba Dri. Llegaron a destino, lo sacaron del vehículo y lo arrastraron hasta una habitación, donde lo tiraron sobre una cama, donde permaneció toda la tarde esposado a los hierros que tenía la misma.

Ya se había escondido el sol cuando a la habitación entró una persona en cuyo reloj eran las 3 de la madrugada. Lo saludó y le dijo: “Seguí durmiendo”, lo saludó y se fue. “Era el teniente Daniel”, dijo Dri en el juicio.

El sol se despertó y volvió a salir. Lo fueron a buscar y se lo llevaron a “la casa” para que atendiera un llamado telefónico. Cuando atendió, del otro lado recibió una puteada de alguien que no quería hablar con él. Dri no entendía nada.

Sobre el piso había un juego de TEG, uno de los que había comprado su mujer. Era todo un mensaje psicológico. Lo llevaron a la rastra de nuevo al cuarto donde estaba y en horas de la tarde un custodio lo fue a buscar para llevarlo a la presencia de su jefe. Es sentado y esposado. Le dijeron posteriormente que había estado frente al general de División Luciano Adolfo Jáuregui.

El militar –fallecido en 2007-,  se limitó a interrogarlo sobre qué pensaba del Ejército Argentino y el esposado, a su vez, le preguntó: “¿Qué Ejército? ¿el de Savio, el de Mosconi, el de Perón?”. Jáureguí lo miró a Dri con cara de asco  y calificó a Perón de “Viejo de m…."

El “Tío Retamar”

Dri llegó finalmente a Rosario y nuevamente terminó en una habitación en la que había un escritorio. A los pocos minutos apareció su antiguo jefe el “Tío Retamar”, quien lo acompaña junto a la custodia a una celda, en la que Retamar lo visitó varias veces y le traía cigarrillos. En una de esas oportunidades le tuvo que admitir que colaboraba con el ejército “ya que habían perdido”.

Retamar salía con “la patota” a marcar excompañeros y lo hacía portando un arma calibre 38.

En la Unidad Regional II

En la Jefatura de Policía, de Santa Fe 1950, lo tenían a Dri tirado en el piso. Pasó momentos difíciles allí hasta el 31 de diciembre de 1977, fecha en la que lo vinieron a buscar. Le sacan las esposas y la capucha y lo trasladan  hacia un lugar donde es abrazado por todos, esto es el “Cabezón Toro”, Juan Dussex, el “Tío”, Leticia, el “Foca” y “La Gringa”, que en ese momento tenía un yeso en el brazo y a su compañera. Festejaron el “Año Nuevo” dentro de un garaje –presumiblemente donde se guardaban los autos del Comando Radioeléctrico, atrás de una habitación. Cenaron asado con miembros del Ejército, presumiblemente del Comando del II Cuerpo de Ejército, que tenía sus dependencias sólo a cien metros, en Moreno y Córdoba.

Imagen de archivo de la ex Jefatura de Policía de Rosario (Señal Santa Fe)

Los compañeros de Dri habitaban en la planta principal, donde las autoridades habían colocado cuchetas y a él lo habían ubicado cerca de la puerta, sobre una colchoneta.

No habían pasado 24 horas desde su llegada cuando ya había visualizado, en una habitación un pizarrón con un diagrama que evidentemente formaba parte de un trabajo planificado.

De improviso llegó un camión y en seguida se corrió la voz. En el mismo iban a buscar a “Tucho” Valenzuela y a su compañera Raquel Negro a Mar del Plata. Apenas llegaron de regreso “Tucho” fue incomunicado y lo derivaron a la celda donde había estado Dri.

Trascurrieron 3 días sin mayores novedades y en ese tiempo Dri advirtió la existencia de una piscina. “Tucho”, en voz baja le cuenta a Dri que había aceptado “colaborar” y, a los pocos días “tuvo acceso a la casa principal”, según el sobreviviente que nos ocupa.

“Tucho” comenzó a ver listas de simpatizantes del grupo de Dri, como el cura Mc Guire. El lugar era el destinado a realizar panfletos políticos y se preparaba la propuesta para ir a México para entregar a compañeros de Dri.

El “Foca” le pidió a Dri “que no hablara” porque “los iban a matar a todos”, debido a que Tucho se había fugado y el que toma el lugar  es el “Tordo”, que es médico”.

Precisamente el “Tordo” era el que le curaba las heridas a Dri. Posteriormente se supo en el grupo de detenidos que por orden de Leopoldo Fortunato Galtieri, se les iba a perdonar la vida, incluida Raquel Negro. Y en la tarde de conocerse la determinación, los trasladaron en un auto.

Eso sí. La orden era que “ante cualquier movimiento sospechosos se abriera fuego sin piedad”. Finalmente llegaron al lugar ya determinado tabicados. Y como el baño estaba en otro lugar distinto de donde estaban las celdas, orinaban en un tarro que se pasaban unos a otros.

Aprovechando un descuido de un guardia, Dri aprovechó la existencia de un espacio pequeño para advertir que se hallaban en calle Zeballos de Rosario, en su intersección con Ovidio Lagos.

Se acordó de pronto de sus jóvenes tiempos de obrero de la construcción y de sus hijos secuestrados de tan solo 5 y 7 años. También hizo lo propio con los trabajos que había hecho en el lugar sobre un desagüe y del cementerio que se hallaba cerca, por Ovidio Lagos. Y fue allí que advirtió que estaba preso en una escuela industrial, donde fue Toniolli, el padre del actual diputado nacional que era la Escuela Magnasco.

La paz duró poco. Desde allí los derivaron a La Intermedia, destino al que enviaban a la gente cuando había quilombo. Fue una noche cuando los subieron a un camión para recluirlos en una casa en construcción, con un baño externo erigido a veinte metros, al que los detenidos iban por turnos, mientras que a La Negra la enviaron al hospital de Paraná para –dijeron-, “controlar su embarazo”. Dri logró decirle al oído cuando se separaron: “Mirá bien por donde te llevan”. Contra todos los presupuestos negativos, la Negra volvió y le dijo a todos que el embarazo marchaba bien y que sólo faltaban 3 o 4 semanas”. Es más, les agregó que estaba “decidida a fugarse. Esperen a que dé a luz” y nos fugamos juntos”.

Cuando le tocó hacer otro control, no regresó más. El resto de los detenidos escuchó de lo los guardias que había tenido mellizos y que a Dri “lo trasladaban”.

“Ratoncitos en la cabeza”

Los guardias no eran giles. Sabían con quienes lidiaban todos los días y por eso les advirtieron a todos los presos que “a los que tuvieran ratoncitos -como Dri-, deben saber que tenemos el poder de matarlos”.

La frase no fue al azar o para intimidar. Al día siguiente a Dri lo devolvieron a la ESMA.

Dri terminó siendo un trofeo de Massera. “Tuve la suerte de caer en manos de él y no de esta gente, ya que nunca más vi a mis compañeros con los que estuve en los otros Centros Clandestinos de Detención”.

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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política

Imagen: Jaime Feliciano Dri

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