El Rompecabezas de la Muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi
El análisis de un engaño criminal
“Hoy las dictaduras mediáticas pretenden suplantar a lo que 30, 40 años atrás hicieron las dictaduras militares. Son los grandes grupos económicos los que usan a los medios y deciden quién tiene o no la palabra, quién es protagonista, quién es el antagonista”.
Aram Aharovian. Periodista venezolano
En el trabajo de investigación periodística que el lector tiene en sus manos, entendemos que es necesario aportar información confidencial de las Fuerzas Armadas, utilizada para “formar” a los soldados y estamentos intermedios, con el objetivo de entrenarlos comunicacionalmente contra los subversivos.
En el libro “Conspiración comunicacional en gobiernos de facto”[1] dimos a conocer los mecanismos mediante los cuales los gobiernos y los medios de comunicación se ponen de acuerdo para que, a la hora de jerarquizar la información, decidan dar cabida a aquella que favorezca los postulados, pensamientos e intereses del Estado al que pertenecen y no a la del gobierno, ya que este último se basa en corrientes políticas y cada medio de comunicación apoya a una.[2]
Para cumplir con su objetivo, las Fuerzas Armadas utilizaron “Cuadernos de instrucción”, los que las áreas de inteligencia militar del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea hicieron circular en los cuarteles desde 1971 hasta “bien entrada la década del 90”, según nuestro entrevistado, el licenciado en psicología Marcelo Ghiraudo.[3]
El especialista indicó que el trabajo militar que nos ocupa “se trata de una serie ordenada de cuadros explicativos que requieren un orientador para ser comprendidos e impartidos.
“Ello implica –continuó el entrevistado- que no sirven para la autoformación ni para el cultivo individual de los destinatarios, sino más bien, constituye una ayuda memoria del dictante”.
El profesional fumaba su enésimo cigarrillo con fruición mientras era objeto de esta entrevista y acotaba que “Un aspecto muy común de este tipo de textos, es la tendencia a reducir problemas complejos a sencillos esquemas de educación moral” y agregó -en medio de una voluta de humo mientras el mismo se diluía en el patio del instituto educativo donde dialogábamos-, “Podría decirse que no existe un adoctrinamiento moral, y eso es cierto. El problema aquí no reside en que el tipo de adoctrinamiento sea “moral”, sino que la guía de referencia fue un compendio de errores teóricos, una clasificación sobredimensionada de falacias y, en ese sentido, lo cuestionable es que este tipo de “educción moralizante” se convierte en un acto político legitimador. Peor aún, plagado de errores de razonamiento”.
“En la primera parte –continuó Ghiraudo- el instructivo no difiere en nada de los manuales que durante la “Guerra Fría”[4] los países del “primer mundo” repartieron a las fuerzas armadas de los países periféricos de ambos lados de la ya inexistente Cortina de Hierro” y de ello surge para el autor que, de esta manera, queda claro que se da por sentada la existencia concreta de valores inmóviles y trascendentes que el entrevistado sostiene “no han sido explicados ni se saben ciertos, más que por los autores del libelo”.
Blanco sobre negro
El cuaderno busca poner blanco sobre negro una situación calificada como de guerra en la que, obviamente, debe haber dos bandos: uno es el que conformaban los seguidores de una cierta categoría de sujetos pertenecientes al “tipo argentino” que por definición arbitraria de Ghiraudo encarna “el modo de vida argentino” y otros que impiden la realización de esta “deriva natural hacia el tipo ideal”, último grupo al que se le niega “la pertenencia al conjunto y se lo muestra como un agente extraño, llegado de otra galaxia, de modo que su eliminación queda eximida de cualquier consideración ética o moral”, según la opinión del interlocutor de la columna.
El componente ideológico
En la segunda parte del conjunto de imágenes que conforman el cuaderno, se introducía al destinatario del “curso” en un componente ideológico y en él “se hace –apunta Ghiraudo-, una verdadera militancia de la ignorancia y un abuso grosero del recurso patriótico, que parece responsabilizar a Dios de las burradas cometidas y por acometer por parte de las bandas organizadas que asaltaron el Estado desde 1955”.
En un momento de la entrevista, los dos cómodamente instalados en uno de los ángulos rectos del patio del instituto –una excusa para que Ghiraudo pitara sus cigarrillos sin joder a nadie con el humo más que al autor-y, de paso, para que nadie osara interrumpirnos.
A pedido de quien esto escribe helenizó sus consideraciones, encontrando en cada párrafo una falacia ad verecundiam, donde se recurre al “prestigio” de la divinidad o la entidad abstracta “Patria”, indistintamente, para justificar cuestiones en la que ni Dios ni la Patria tienen injerencia ni responsabilidad. En definitiva, un verdadero compendio de vaguedades sin valor alguno que, ni siquiera, resultaba dañino en el grado que sus organizadores hubieran querido.
Flaco favor le hicieron los autores del cuaderno a sus superiores asesinos, ya que el compendio “no logra conmover ni a una baldosa y se mostró inútil para ayudar a pensar claramente”, según el psicólogo.
Los “intelectuales” que escribieron los pasquines-cuadernos “deben estar en estas horas rascándose la cabeza para encontrar una veta comunista a los componentes de la resistencia iraquí o alguna roja inspiración a los nacionalistas de Palestina que se inmolan”, subrayó Ghiraudo mientras hacía el ademán de rascarse su cráneo.
“No la pegaron en nada”
“No la pegaron ni siquiera en una –continuó con su discurso- para acotar sin detenerse con su ronca voz: Los Tupamaros gobernaron el Uruguay con recetas liberales; el allendismo hizo lo propio en Chile sin cuestionar un párrafo la doctrina de Chicago y hasta el embajador Raúl Castro lo dejó a Bush a la izquierda, cuando planteó en el parlamento cubano una nueva ley de impuestos”.
“De hecho, las aburridas víctimas de los mentores de los cuadernos, esto es soldados conscriptos, suboficiales y la oficialidad joven, junto a civiles colaboradores que eran –a veces, invitados a las charlas en las sedes de los comandos del Cuerpo, entre ellos el de Rosario-, terminaron sus vidas viendo caer el comunismo real por su propia inconsistencia y a los moscovitas hacer dos días de cola para comer un panchito en Mc Donald, en pleno Moscú y en el más patético de los casos, añorando la Guerra Fría, ya que entonces tenían un enemigo y sus agentes infiltrados con quien pelearse”.
Arengas y presuntuosas charlas ideológicas
Ghiraudo, con estas últimas apreciaciones, pretendió exponer, indirectamente, que cuando ingresaban los primeros días, los colimbas a los cuarteles, eran apabullados con arengas y presuntuosas charlas ideológicas, llenas de principios simples, con presupuestos erráticos, cuyo objetivo era polemizar sobre cuestiones estratégicas y justificación moral.
Las fuerzas militares justificaban ese accionar, remarcando que era parte de un proceso legitimador y desatanizador de las mismas, aunque sus ocasionales destinatarios no pudieran entenderlos, ya que no estaban –mayormente- básicamente formados en lo intelectual. Es más, algunos empezaban a conocer el cepillo de dientes y el inodoro dentro del regimiento donde corrían, limpiaban y barrían, origen de la palabra “colimba”.
Amadrinamiento
Con el tiempo, muy breve por cierto, el “amadrinamiento”, término con el que se conocía entre los oficiales jefes a las charlas ideológicas, pasó a ser responsabilidad de los oficiales comunes y cuando estos se “hinchaban” de repetir siempre lo mismo con las nuevas camadas de colimbas, le tiraban la responsabilidad a los suboficiales y estos últimos, para irse de franco, les pasaban la pelota a los soldados más calificados, últimos orejones del tarro que se quemaban las pestañas tratando de entender los textos y las imágenes para poder transmitir sus conocimientos a los soldados.
Desesperación
El lector podrá, a estas alturas, imaginar la desesperación del soldado más despabilado que el resto haciéndose eco de técnicas chinas de desologización planteadas “al uso nostro” en el interior de los cuarteles, mientras sus superiores, de franco, disfrutaban de sus familias, comilonas y abundante bebida en reuniones con “gatúbelas”.
Obviamente, los soldados argentinos no podrían llegar nunca a entender que se los estaba introduciendo en una lucha mortal y menos podrían llegar a comprender que la misma no sería política, sino ideológica.
Mi interlocutor me hizo notar que la última cuarta parte de imágenes de las que se nutría el cuaderno que le tocó analizar, tenía por objeto exponer la guerra revolucionaria. Las primeras ¾ pretendían justificar la defensa nacional a través de un ejército popular.
Lo antedicho venía anudado a un complemento que los ideólogos del sistema entendían insustituible: El plan publicitario de la dictadura y a ese tema tampoco le rehuimos en esta parte de la obra.
Decodificación comunicacional de la muerte
Las primeras medidas, adoptadas por el gobierno de facto, nacido del golpe militar en el ámbito de la comunicación social, estuvieron destinadas a desmantelar el ordenamiento que limitaba a las agencias internacionales de noticias y a la actividad publicitaria.
Las últimas tuvieron efectos inmediatos y las autoridades militares tenían la suficiente cara de piedra como para reiterar sus convicciones en favor de la libertad de prensa.
En el marco de la Operación Bolsa, a la que hicimos referencia en otra columna de esta investigación y sobre la que agregaremos una segunda-, la Junta Militar ordenó la redacción de comunicados que recortaban las libertades y garantías constitucionales para los argentinos.
La libertad de prensa se suspendió en el comunicado número 19, donde estableció hasta penas de reclusión por tiempo indeterminado para el director de cualquier medio que divulgara comunicados que pertenecieran a “asociaciones subversivas” y de prisión por diez años a quienes difundieran noticias que pudieran perjudicar a las fuerzas armadas[5].
Los gobernadores actuantes en el Proceso de Reorganización Nacional aplicaron un régimen de terror en el área que nos ocupa y en función de ello se asesinaron a periodistas, hubo cierres de diarios y censura previa.
En las dos semanas posteriores al golpe los medios escritos debieron enviar sus materiales a la oficina que se denominó “Servicio gratuito de lectura previa”, con sede en Casa de Gobierno para que el personal de inteligencia autorizara su publicación. También en esa área se trabajó para desmentir a los organismos de derechos humanos que optaron por denunciar desde el extranjero.
La dirección de la cadena nacional de radio –LRA- al menos en Rosario, siguiendo estrictamente órdenes militares, colocó en la sala de los operadores, un extenso listado de artistas, músicos y cantantes que tenían prohibido salir al aire.
Y en el marco nacional, lo dicho se complementó con lo que se denominó la “acción cívica de las Fuerzas Armadas”, mediante la cual el Ejército y la Armada daban a conocer cómo, a través de un trabajo conjunto, trabajaban en la erradicación de escuelas rancho, mientras las guarniciones militares entregaban banderas a los educandos.
Además, instituciones militares oficiaban de padrinos de escuelas y los jefes militares tomaban el juramento de la bandera a los alumnos, mientras los docentes eran “meloneados” para que inculcaran a los alumnos los valores nacionalistas.
Obviamente, el Ministerio de Educación de la Nación bajó a los ministerios provinciales la necesidad de involucrar a docentes y alumnos en actividades que transmitían la idea de un destino histórico que rechazara todo aquello que atentara contra la nacionalidad, esto es cuestiones limítrofes en el sur argentino, explotación de los recursos del mar y posesión de las Islas Malvinas, entre otros temas que eran “manipulados” a través de concursos históricos escritos y fotográficos.
El aparato publicitario
En el lapso 1976-1983 la dictadura militar montó un vasto aparato publicitario, no sólo para adoctrinar a la población y legitimar su accionar. También lo hizo para acallar a los organismos de derechos humanos, que hacían denuncias en el extranjero.
Así, entendían los golpistas, que debían combatir lo que consideraban era una Campaña Antiargentina y se comenzó a utilizar el lema: “Los argentinos somos derechos y humanos”, frase que en calcomanías era utilizada en los parabrisas de taxis y en las tarjetas que la revista “Para Ti” invitaba a enviar a personalidades del mundo. Paralelamente los argentinos eran instados a apoyar el mundial de fútbol, sobre el cual nos extendimos oportunamente.
La vaca triste
Paralelamente, se mostraba hasta la saciedad, en las pantallas de televisión argentina, la “Historia de la vaca triste”, con una imagen de mala calidad.
Allí la vaca pastaba feliz, teniendo como fondo a una fábrica. Así era acrecentado el mito de una Argentina agropecuaria y fabril. Imprevistamente, un grupo de monstruos se apropiaba de las vacas y la exprimía de sus ubres, quedando la vaca flaca y triste. Luego, en la publicidad, la fábrica desaparecía y el fondo es ocupado por una imagen oscura. La nueva frase ahora era: “Argentina, tierra de paz y enorme riqueza. Argentina, bocado deseado de la subversión internacional. Hasta que dijimos basta, basta de despojo, abuso y vergüenza. Hoy vuelve la paz… un gauchito feliz era el final de la animación.
Sólo citamos un par de ejemplos, luego acompañadas por frases como: Proteger es querer (1977); “25 millones de argentinos jugaremos el mundial” y “Unámonos y no seremos bocado de la subversión”, frase, esta última que se acompañaba con una imagen de una costeleta a punto de ser comida.
Está claro a estas alturas de esta columna, que todo lo que se hiciera al margen de las informaciones dadas a conocer por las autoridades de un gobierno de ipso facto, entraña una propaganda para el enemigo.
Los comunicados oficiales, casi calcados, que se dan a conocer cada vez que un gobierno no democrático accede por la fuerza al poder, por lacónicos, no son suficientes para acercar a la población el sentido estructural de la acción emprendida y los objetivos que se busca alcanzar, en el marco –generalmente de un acto de “defensa propia” como les gusta a los militares señalar cada vez que cometen el error de tomar y voltear un gobierno por la fuerza. Las consultas en los gobiernos golpistas a los titulares de los medios no existen.
Los militares actuaron, actúan y ocultan hechos y razones, a la vez que, paralelamente, presionan a los dueños de los medios con amenazas directas o encubiertas mediante la diplomacia o la convocatoria a los comandos de Cuerpo para darles una clase sobre lo que se pretende de ellos ante la agresión del enemigo.
Es cierto que no todo es terror y manipulación y, por ende, no todo era consenso. Lo difícil es delimitar o establecer el nivel de resistencia cuando no se cuenta con encuestas de opinión para medir la acepción de un programa de gobierno, en este caso de facto. Sí estuvo claro que, debido a los errores en el plan económico, la dictadura inició un vuelo en picada y los movimientos de resistencia interna no tardaron en aparecer.
Otro ejemplo para tener en cuenta
Ya que hablamos de resistencia, a modo de ejemplo, podemos mencionar el mecanismo de información que desarrolló el gobierno antidemocrático que operaba en junio de 1956, al momento de generarse la asonada del general Valle, quien terminó fusilado.
Para lograr el control comunicacional, el gobierno militar de ese entonces:
- Trabajó en el pulido de los métodos cualitativos sobre las noticias que se empezaban a desarrollar a nivel mundial. En nuestro país se acompañaron con estudios de audiencia y significación ideológica de las noticias.
- Ello le permitió al gobierno militar manipular a la población y controlar la violencia política.
- En los medios de comunicación se negó el nombre propio del adversario (Juan Domingo Perón) y se hizo todo lo posible para desbaratar el aparato comunicacional peronista.
- Mientras, se trabajaba en la imposición de una nueva escala de valores y para reducir la capacidad crítica se desarrollaron acciones para bregar a favor de la clase dominante, combinado esto con la generación de una imagen positiva de la gestión y, además:
- Se justificó la intervención de las radios. Así el mensaje, “un bien solidario que comparte la comunidad por un sistema espontáneo de trueque gratuito” [6] , sería la delimitación de la modalidad semiótica.
[1] Editado por la Universidad Nacional de Rosario.
[2] Marconi Ricardo. Agenda Setting: la alianza tácita. Pág. 51. En el capítulo “Terminología comunicacional-psicología a la medida de los golpes de Estado”, se aporta, de manera exclusiva, la utilización de una determinada terminología “… para facilitarle a las fuerzas armadas –según el entrevistado-la obtención de determinados objetivos”.
[3] El psicoanalista referido, ya fallecido, en una entrevista especial para este trabajo, se explayó minuciosamente sobre los cuadros explicativos que el autor puso a su consideración, resultando de ello una exposición del especialista, entendemos, rica y abundante, en apreciaciones sobre un trabajo -hasta el presente- desconocido para los no estudiosos del tema y, -hasta nos animamos a decir-, también para los seguidores de la cuestión, ya que, entendemos, es la primera vez que se ofrece un bloque de imágenes y textos completo sobre la cuestión, en razón que se nos ha indicado que hay circulando mínimamente, sólo elementos esparcidos e inconexos de dichos “cuadernos”.
[4] La Guerra Fría fue un enfrentamiento político, económico, social, militar, informativo y científico iniciado tras finalizar la Segunda Guerra Mundial entre el bloque Occidental (occidental-capitalista) liderado por Estados Unidos, y el bloque del Este (oriental-comunista) liderado por la Unión Soviética.
[5] Casi un calco de lo que el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin dispuso con motivo de la invasión de Ucrania.
[6] Ivonne Bordelois
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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política
Foto: Calcomanía con el eslogan "Los argentinos somos derechos y humanos", repartida por la dictadura en 1979, en ocasión de la visita a la Argentina realizada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
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