PROYECTO ESCAÑO

El asesinato de "La Laspiur" – Por Ricardo Marconi

📜 El Rompecabezas de la muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi

El asesinato de "La Laspiur"

 

En jurisdicción de la seccional 4ta. ocurrió un crimen que tuvo en vilo a los rosarinos durante más de una semana.

Fue el comentario obligado de todos los círculos de la ciudad y los medios locales, los que lo siguieron periodísticamente como si fuera una historia en capítulos, en el cada día se daba un nuevo detalle, siniestro, esclarecedor y espeluznante.

Los periodistas no dejaron de aprovechar la oportunidad para verter apreciaciones venenosas respecto de las mujeres de "vida alegre" y de los habitantes de esa sección de la ciudad, gente de dudosa moralidad "que ora debe penetrar en tugurios infames, ora en covachas inmundas, ora en casas habitadas por las diosas de la inmoralidad y la indecencia, causando profundas náuseas y extrema repugnancia en los que están acostumbrados a contemplar esos cuadros de seres humanos que penosamente se arrastran por el lodo y el vicio".

Para los medios de comunicación, en la jurisdicción de la 4ta. vivía la "escoria de la sociedad" por lo que es mencionada en el argot policial como el W.C. (inodoro) de Rosario.

En su seno, y en el número 22 de la calle Balcarce, existía un cafetín, del que los diarios se habían ocupado en reiteradas oportunidades por los frecuentes hechos sangrientos ocurridos en el lugar y por ser el mismo donde se citaban todos los matones que malgastaban su tiempo en el juego, con la bebida en la mano.

En los altos de esa vivienda había tres habitaciones alquiladas, a las que se accedía por una estrecha y casi recta escalera de madera a media luz y   escalones gastados. En una de esas piezas vivía María Luisa "Laspiur" Cañete, una bellísima mujer que terminaría sus días de manera trágica, aunque previsible.

La noche anterior Apolinario Alzugaray, uno de los "amantes" de la Laspiur, que oficiaba de caftén o "panzón", había estado preso por un hecho de sangre y María Luisa debía hacerse presente, a las 10, en los Tribunales para prestar declaración por ese suceso, aunque no pudo cumplir con su cometido, ya que la muerte le salió al paso.

A pesar de que teóricamente se hallaba preso, Alzugaray habría sido visto rondando el cafetín a la hora del crimen, y esa circunstancia lo debería haber transformado en uno de los principales sospechosos. Sin embargo, nunca fue puesto bajo ese rótulo en la investigación.  A todo esto, las crónicas daban cuenta de los partes informativos contradictorios de la policía.

En primera instancia, dichos partes ubicaban a Alzugaray, a partir de las 9 del día de homicidio, en estado de libertad y que se había dirigido a la habitación de su compañera. Posteriormente volvió a la seccional "azorado, pálido, y sin atinar a pronunciar palabras coherentes".

Declaró a los interrogadores, que al ingresar a la habitación se había encontrado con un espectáculo dantesco y lleno de espanto y horror, en el que la víctima yacía muerta, en medio de un gran charco de sangre y con la cabeza casi separada del tronco.

A través de una información posterior, se supo que el crimen fue denunciado por una mujer, de nombre Rosario, quien tenía que ir a despertar a la Laspiur esa mañana, para acompañarla a ir a declarar a Tribunales.

La policía, tras conocer el hecho, había ido hasta la habitación, que era de madera, baja, pequeña y estrecha y que se encontraba separada de otra similar por un tabique. Tenía un amoblamiento austero, esto es una cama de madera, de una plaza y media; un velador, un lavatorio, sillas y una pequeña mesa de pino sobre la que había restos de comida llenas de moscas, dos copas y un poco de vino tinto.

El cuerpo, según los detectives, se hallaba decúbito dorsal, con los pies del lado de la cabecera y sólo tenía puesta una camisa, encontrándose el resto de las prendas de vestir perfectamente acomodada sobre una de las sillas. La sangre que manaba de la herida, había traspasado un colchón de lana y el elástico de la cama para terminar coagulándose en el piso.

Los "sabuesos" coincidían en que el asesino estaba armado con un cuchillo de poco filo, tal vez mellado. La había tomado a su víctima desde atrás y sujetado los brazos. Un primer ataque, sólo le habría producido un raspón en el cuello y al tratar la mujer de liberarse recibió un corte en el brazo derecho.

La segunda herida, en la misma zona, fue más profunda, aunque leve, pero la tercera fue la definitoria, ya que el criminal le tiró la cabeza hacia atrás y le infirió una cuchillada que implicó el corte de la aorta, con lo que le produjo la muerte de manera instantánea.

Los vecinos, al ser interrogados, dijeron que no habían escuchado absolutamente nada.

Meses atrás, la mujer había ido a trabajar a El Trébol y a Melincué, desde donde había regresado con una suma cercana a los 400 pesos, los que nunca fueron hallados y de sus escasas alhajas habían desaparecido dos anillos. Sí pudo determinarse que en la noche y hasta las 12, había recibido a varios clientes y que luego fue hasta el almacén a comprar medio litro de vino y algunas sardinas.

En averiguación del crimen se procedió a la detención de 22 personas y se averiguó que hubo luz en la habitación hasta las 3 de la madrugada, aunque el crimen ocurrió a las 2, según la pericia del doctor Ferrer.

Posteriormente se estableció que María Luisa, a las 23, había estado hablando en la puerta de calle con "el paraguayito", cuando apareció un tercer individuo llamado José Barcos o Puig, de alrededor de 30 años, antiguo amante de la Laspiur en San Nicolás y que había subido con ella al cuarto.

Esta última circunstancia distanció las sospechas de Alzugaray y a la policía le empezó a cerrar la hipótesis de un asesinato por despecho. Finalmente, un oficial de policía, de apellido Lucero, fue en la búsqueda del panadero, al que detectó en la localidad de Villa San Benito, provincia de Entre Ríos, dónde la Laspiur era suficientemente conocida.

El incriminado, ni lento ni perezoso, presentó un recurso judicial, por el cual no podía ser detenido sin que se le presentara prueba en su contra.

A partir del 12 de marzo de 1901, las crónicas diarias comenzaron a diluirse y como no se pudieron lograr las pruebas mínimas necesarias para concretar detenciones todo quedó en la nada.

El cadáver de la mujer fue inhumado en un modesto servicio fúnebre costeado por sus amigas y vecinos.

*

Mientras se diluían las investigaciones del caso Laspiur, se creaba en Rosario, en agosto de 1902, la Federación Obrera Rosarina (FOR), consecuencia de la influencia ejercida por la cercana Buenos Aires dónde en 1901 se había fundado la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), según el periodista Jerónimo Principiano en uno de sus artículos escritos en el 2008.[1]

En 1903, con Octavio Grandoli aún en el cargo, la Unión Cívica Radical Intransigente protagonizó un hecho político relevante para esa época: anunció públicamente la reorganización nacional de las filas partidarias.

El Comité Nacional, presidido por Pedro C. Molina, fundamentó la propuesta en la voluntad de sacar el movimiento del letargo en el que había quedado sumido desde la muerte de Leandro N. Alem.

Con Hipólito Irigoyen como líder, la intransigencia radical tomó, de manera paralela, una decisión a la que en su momento no se le dio trascendencia pública: nos referimos a la preparación de un movimiento insurreccional.

En Rosario, mientras tanto, la puesta en acto de a doble estrategia intransigente quedó en manos de un grupo de elite entre los afiliados, destacándose entre ellos Deolindo Muñoz y el médico Ricardo Caballero.

 

 

[1] El Eslabón Exposiciones. Pág. 23

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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política

Foto Rosario en el Recuerdo: El llamado coloquialmente hasta la actualidad "Palacio de los leones", edificio sede de la Municipalidad de Rosario, en esta imagen de 1905.

Viene de acá: Una vida a sangre y fuego

Continúa aquí: Rosario, "la ciudad de las esclavas blancas"

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