📜 El rompecabezas de la muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi
Faccioso, "conserva" y experimentado en la lucha contra la prostitución
Deolindo Muñoz, había nacido en Rosario en septiembre de 1845 y su vocación lo llevó a desempeñarse como periodista. En su juventud había sido un oficial de la Guardia Nacional y una figura conspicua de la perturbadora arena política de la década del 80.
Le tocó calificar a Roca de nefasto y señaló que "Con él, se inició, a partir de 1880, un período de inmoralidades y abusos". Fue en el transcurso de esa prédica que le embargaron máquinas impresoras, finalmente devueltas por el pueblo.
Le correspondió vivir en su ciudad y teniendo ya treinta años se generó uno de los tantos desacuerdos por tarifas entre la intendencia y la empresa concesionaria del servicio de iluminación pública. La prestación suspendida por tres años, había sido sustituida por faroles a kerosén y cuatro años más tarde, el 11 de marzo de 1879, Muñoz y los empresarios firmaron un acuerdo conciliatorio, reanudándose el sistema a gas en 250 faroles.
Desde enero a junio de 1879 Muñoz fue presidente del Concejo Deliberante de Rosario y el 5 de julio de 1882 fue designado Jefe Político.
Precisamente, en momentos en que se desempeñaba en esa función, en la localidad de Gálvez, detuvo a Juan Galiffi, considerado un importante jefe mafioso, pero de la cuestión del desarrollo de la mafia en Rosario, este trabajo de investigación tiene todavía mucho y nuevo por decir más adelante.
En la gestión de Deolindo Muñoz, en 1880, fue creada la primera organización de bomberos voluntarios, ya que hasta entonces los incendios eran combatidos por improvisados y circunstanciales bomberos.
En su intensa labor política, mientras transcurría 1883, se puso en funcionamiento la Inspección General por parte del Concejo Deliberante, aunque en un principio se denominó Inspección de Higiene y actuaba como elemento de apoyo de la Comisión que tenía el mismo nombre. El organismo – cuyo funcionamiento era seguido de cerca por Muñoz- se encargaba de controlar que se cumplieran las disposiciones sobre profilaxis y sanidad de la ciudad.
Al año siguiente se decidió modificar nuevamente el nombre de la institución por uno que resultara más adecuado a las funciones que desarrollaba: Inspección de Comisarios.
A todo esto, Muñoz, en 1884, actuó como ministro de Gobierno, Justicia y Culto de la provincia, en la gestión del doctor Cándido Pujato que finalizó con su labor el 15 de febrero de ese año.
Historiadores señalan que al año siguiente –1885- se produciría el primer incidente mafioso en Argentina, nacido en el vecindario de La Boca, desde donde las organizaciones delictivas comenzaron a expandirse hacia todo Buenos Aires, teniendo como centro de operaciones el mercado Spinetto. Los mafiosos, perseguidos por la policía capitalina se mudaron a Santa Fe.
Mientras tanto, la ciudad de Rosario se dividía en tres sectores y en 1887 en nueve. A cargo de cada uno de ellos había un comisario y si nos adelantamos en un imaginario túnel del tiempo, hacia el futuro, precisaríamos que, en 1890, el organismo pasó a ser llamado Inspección General y se dedicó a controlar espacios insalubres, hoteles, corralones, “casas amuebladas”, inquilinatos, conventillos, ambientes prostibularios, teatros, espectáculos, instalaciones de cañerías de cloacas, de gas, de agua y, por si fuera poco, de sistemas de alumbrado público.
Y ya que nos referimos a los conventillos, es oportuno apuntar que fueron parte de nuestra identidad y que aún hoy algunos persisten con sus estructuras y galerías alrededor de un patio central lleno de flores y, en muy pocos casos, con alguna fuente con agua. Es cierto, todos tenían pésimas condiciones sanitarias, fruto del hacinamiento.
Cada cuarto era alquilado por una familia o por un grupo de hombres solos, mientras que el comedor y los baños eran comunes. Allí, en el inodoro, todos eran iguales: españoles, italianos, judíos, polacos, rusos y árabes.
"Los 400 cuartos"
Los largos pasillos eran un muestrario de pobreza –llegaron a ser alrededor de 1.200- mayormente en el sureste de Rosario, destacándose por sus peores condiciones de vida los erigidos en el barrio Refinería, donde uno se destacaba por su mugrosa popularidad: "Los 400 cuartos". Tenía 95 habitaciones para un máximo de 370 personas, que diariamente se peleaban por primeriar las únicas 4 letrinas y la canilla.
Otro conventillo que se destacaba, era el de Mario Cilvetti, con sus 45 habitaciones, en los que llegaban a habitar apretadamente 245 habitaciones.
En 1889, fue Muñoz una especie de ídolo público y era reconocido como el paladín que combatía el régimen que, finalmente, sería el causante de la revolución de 1890.
Muñoz, obsesionado por el descontrol de la prostitución en la ciudad a su cargo, contaba con una nómina de casas de citas, ubicación, nombres de propietarios y "detalles conexos" de cada propiedad que era necesario tener bajo control.
El jefe Político se ocupaba de denunciar a las personas que ejercían la prostitución clandestina y las personas que cumplían funciones bajo su mando tenían prohibido, salvo en caso de encontrarse de servicio, de ingresar y permanecer en las casas de tolerancia. Si la norma era transgredida los inspectores eran penalizados.
De esto se desprende que determinados aspectos de las funciones de Inspección General se confundían con las del jefe Político, que –para colmo- dependían de diferentes esferas del gobierno local. La primera de la Municipalidad y la restante del poder político provincial.
La cuestión de la prostitución era de estricta competencia municipal, pudiendo el intendente requerir los servicios de la policía, que dependía del Jefe Político.
En 1887 también Muñoz fue consejero del Banco Nacional y luego –en ese mismo año- se dedicó de lleno al periodismo fundando "El Municipio" el 25 de mayo. Fue un diario de corte liberal y revolucionario, siendo el primero del interior que llegó a venderse en Buenos Aires.
A través del mismo, Deolindo Muñoz se transformó en un censor incorruptible de todo lo espurio y la publicación se editó hasta su muerte, en 1911.
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La trayectoria de "El Municipio" coincide con una de las mayores etapas de expansión demográfica y económica de la ciudad de Rosario. En el lapso entre su aparición y cierre, la ciudad cuadruplicó su población en razón de la llegada de contingentes de inmigrantes extranjeros –ya adelantada en esta investigación – y de nativos de otras provincias, atraídos por la posibilidad de iniciar una actividad laboral o empresarial, instalarse por cuenta propia o trabajar como operario en el puerto, en el ferrocarril, en alguna de las pocas fábricas existentes o en los numerosos talleres de diverso tipo y tamaño existentes en la ciudad.[1]
La aparición del diario que nos ocupa modificó sensiblemente el panorama periodístico de la ciudad. Muñoz pudo disputar su espacio, diseñando un diario con visibles aspectos modernos para su tiempo, en lo atinente a la amplitud del espectro informativo, con la apoyatura –en el financiamiento- de avisos clasificados y a través de la venta de los ejemplares, impregnados con su fuerte personalismo.
Buscó Muñoz en las páginas de su periódico aplicar una impronta comunicacional apoyada en la búsqueda de la noticia impactante y en la retórica de la denuncia generosa, con la utilización de frases apocalípticas, características que le valieron una creciente popularidad y un ascendente número de lectores.
Como contraposición, El Municipio debió soportar descalificaciones y sorna de sus adversarios políticos y sus competidores periodísticos.
El Municipio fue calificado por su propietario como "un diario radical" o "radical intransigente", que debió actuar y desarrollarse en un medio histórico pleno de fuertes tensiones internas, en el que también hubo alternancia entre períodos de gran actividad y de cuasi parálisis como el que se extendió entre 1898 y 1903.[2]
El periódico de Muñoz apoyó decididamente al movimiento insurreccional de 1893 y a Leandro N. Alem, figura protagónica de notas en el diario.
Calificó Muñoz a su publicación como "protectora del obrero y de las clases trabajadoras". Postulaba, además, que las huelgas se justificaban en la "vieja Europa", agredida por el hambre y la falta de trabajo, pero las negaba en países como Argentina, donde las explicaba como una resultante del accionar de "agentes perniciosos", inspirados en el socialismo y en el comunismo.
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Muñoz, de ideas sociales conservadoras, no se diferenciaba de las concepciones expresadas por el conjunto de las voces de elite social y política de Rosario, cuyo signo ideológico era predominantemente liberal y que tan bien analiza y describe con minuciosidad Alicia Megías en uno de sus libros.[3]
De formato sábana, El Municipio constaba de cuatro páginas y a pesar de que no es objetivo de este trabajo el analizar los medios de comunicación, sí podemos, en este caso, señalar que tenía dividida la primera página en nueve columnas que, a su vez, contenían dos grandes secciones: "Telegramas", dedicada a temas internacionales y "Temas diversos", abocada a la situación nacional, a los problemas locales y a la cuestión obrera. Un folletín completaba la página.
La segunda página continuaba el tratamiento de los temas iniciados en la primera. La referida página periodística predicaba con tintes vagamente redentoristas, a favor de los reclamos laborales, pero –en contraposición- objetaba las medidas de fuerza interpuestas por las asociaciones gremiales, a la vez que cuestionaba con dureza la propuesta anarquista de avanzar hacia una huelga general.
No se contuvo de denunciar el accionar de "fuerzas perturbadoras y subversivas" del orden entre las clases trabajadoras y dio impulso a la sección "Movimiento Obrero", en la que se detallaba información del mundo del trabajo, obtenida por el diario o desde las organizaciones obreras.
Las notas allí insertadas, informaban detalladamente sobre las actividades gremiales y sociales, acompañadas por comentarios en innúmeras oportunidades.
Los años del diario fueron, por cierto, los del tránsito de un sistema político, sólo conducido por un grupo de hombres considerados como notables por la sociedad que los tenía en su seno.
Por esas circunstancias el diario de Muñoz se convirtió en el analista y coprotagonista casi imprescindible de los vaivenes de la escena social rosarina, al mostrar a través de su testimonio, los procesos modificantes del accionar de los dirigentes y de las respuestas generadas por una comunidad que no deseaba quedar al margen.
Combatió el periodista la corrupción electoral y sostuvo campañas en defensa de sus ideales. Bregó por la unión provincial y se expresó a favor de los trabajadores sindicalizados.
En el principio de la década del 90, se sumó sin dudarlo a las filas de la Unión Cívica Radical Intransigente y se autoproclamó, tras el suicidio de Alem. "custodio" de su memoria y de su legado político.
Precisamente, en 1890, se inicia la trayectoria del Cuerpo de Bomberos Vigilantes, organismo que él había generado con otro nombre diez años atrás.
Trabado en una lucha con las autoridades llegó a presentar siete editores responsables en 15 días, a medida que estos últimos eran detenidos. Finalmente, el 30 de abril de 1911, cuando arribaba a las calles la edición Nº 7057, Muñoz cesó en su gestión periodística, al no poder dotar a su diario de nuevos elementos que le permitieran cambiar su formato.
Leandro Alem le rindió homenaje diciendo que "Su hoja moría como mueren los leales, sin transigir ni claudicar".
[1] En 1887 Rosario tenía 50.914 habitantes; en 1910: 192.278 y en 1914 llegaban a 224.834., según datos del Primer Censo General de la Provincia de Santa Fe, Buenos Aires, Imprenta Peuser, 1887; del Tercer Censo Municipal de Rosario, Talleres de la República, Rosario, 1910 y del Tercer Censo de la República Argentina, Buenos Aires, Rosso – 1916 / 1917. sobre este proceso se puede ampliar en Falcón R. Y Stanley, M. La Historia de Rosario, Tomo I, Hommo Sapiens, Rosario, 2001.
[2] Ver Alonso, Paula. Entre la revolución y las urnas. Los orígenes de la Unión Cívica Radical y la política de Argentina de los años 90. Sudamericana. Universidad de San Andrés, Buenos Aires, 2000.
[3] La formación de una elite de notables –dirigente de Rosario, 1860-1890.Editorial Biblos. Fundación Simón Rodríguez.
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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política
Foto Rosario en el Recuerdo: Colección Emilio Soriano. La ciudad hacia el 1900. Bomberos en su carro autobomba. Como la asonada cívico militar que el radicalismo protagonizaría en 1905, los cuerpos de bomberos antes que para apagar incendios, estaban fuertemente militarizados para apagar revoluciones
Viene de acá: Eudoro Carrasco, uno de los primeros usureros y panqueques políticos
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