📜 El rompecabezas de la muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi
Incidentes mafiosos
María Sanfilipo, apoyada con una de sus manos en la de la proa del barco, se tomaba con la restante, abierta, su sombrero blanco puro con velo transparente bordado, que utilizaba para cubrirse del sol abrasador del mediodía, tapaba con un pañuelo floreado la boca, a fin de ahogar arcadas que el vómito, -a cada momento-, parecía generar en sus entrañas, como consecuencia del movimiento oscilante de la embarcación, colmada de inmigrantes sicilianos.
Inmigrantes como ella y su familia, oriundos de Raffagale, San Biaggio Di Platani y Canciana llegaban al nuevo mundo desde la provincia de Agrigento. Los pueblos italianos, muy castigados por la violencia social y la delincuencia, se vieron obligados a generar un anticuerpo protector y las familias mafiosas, que protegían a sus conciudadanos de la agresión externa, previo cobro de algunas liras, ayudaban a fugarse a sus congéneres hacia Argentina y Estados Unidos. Familiares de los Cuffaro fueron beneficiados con esa bendita posibilidad y así arribaron Javier Cuffaro, Cristina Rozas, Bernardo Cuffaro, Alexandra Ortiz, Pablo Stefanini, Valeria Cuffaro y Andrea Soldano.
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Mientras María avizoraba las construcciones del puerto de Buenos Aires, la nave cortando las apagadas olas se acercaba sigilosamente a la costa con el objetivo de amarrar esquivando los vientos cruzados para hacer descender la preciosa carga humana, que venía escapando de una vida miserable y ruin, plena de necesidades insatisfechas.
Tras pasar María y su familia el control aduanero y de desinfección, recibieron sus nuevos documentos –felizmente sin errores u horrores ortográficos- y posteriormente fueron con sus bolsos y valijas cubiertas de un manto de tierra, a un inmenso galpón, donde un funcionario civil, mientras se espantaba las moscas y se secaba la transpiración con un pañuelo mugroso, les daba un saludo de bienvenida en nombre de las autoridades capitalinas.
Las esperanzas, la desesperación por alcanzar el destino final, la necesidad de comer decentemente y de vivir con dignidad, hacían insoportables el paso de las horas que debían transcurrir entre la llegada al puerto de la capital y el tránsito en diligencias a Rosario.
La ley de las probabilidades, en dos días de viaje, implicaba la posibilidad de ser víctimas de asaltantes de caminos, lluvias interminables y tormentas de viento.
Una vez más la suerte acompañó a la familia de María y en un poco más de 50 horas un apuesto joven, empleado de la empresa que hacía el traslado, descendió del pescante y tomándola del brazo la ayudó a bajar del carruaje.
En un lapso no mayor a quince días, la familia Sanfilippo se había instalado en uno de los barrios de la zona suroeste de Rosario y se había puesto a trabajar en lo que conocían al dedillo: una carbonería.
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Para ese entonces, la ciudad era protegida desde la jefatura política por el doctor Juan Manuel Caffferata, quien había tomado la responsabilidad del cargo el 15 de julio de 1885.
Cafferata había nacido en Buenos Aires, el 1º de enero de 1852 y era hijo del genovés Juan Alberto Cafferata y de Francisca Silvyra. Sus estudios los cursó en el Colegio de la Inmaculada en Santa Fe, aunque debió abandonarlos para ayudar a su padre en el negocio que este último poseía.
Sus infatigables ganas de progresar posibilitaron su reingreso a los estudios, logrando doctorarse en jurisprudencia en la Universidad de Córdoba, en 1879.
Distinguido y emprendedor, el abogado rosarino realizó diversos trabajos sobre jurisprudencia y colaboró con importantes publicaciones de Rosario y Buenos Aires.
Se había casado con Adela Garzón, una mujer de la clase alta y producto de su dedicación y la aceptación de los políticos de su entorno. Formó parte del Concejo Deliberante de Córdoba y de la Cámara de Diputados mediterránea, así como senador.
Regresó a Rosario, donde ejerció su profesión y se desempeñó como Jefe Político a partir del 15 de julio de 1885 hasta enero de 1886. Posteriormente, fue llamado a colaborar con los gobernadores Zavalla, Gálvez y Leiva, desde la jerarquía del Ministerio de Gobierno de Santa Fe, llegando a ocupar la gobernación el 7 de abril de 1890.
Cafferata llegó a inaugurar 17 colonias, fundó escuelas y dos colegios normales –uno en Rosario y el restante para los inmigrantes- y, además, abrió caminos y en el paso por la administración del Estado quedó instalada la Universidad de Santa Fe, proyectada en el gobierno de Gálvez, el 30 de abril de 1890.
Tres años más tarde, en un movimiento revolucionario, de tendencia radical, se lo apartó del gobierno como desquite político, por lo que prefirió presentar su renuncia.
Por su importante gestión volvió a ser convocado a la actividad pública en 1897, en el Ministerio de Gobierno y más tarde en el de Agricultura e Instrucción Pública. La ciudad guardó de su gestión un excelente recuerdo, siendo él quien comenzó a vérselas con los primeros casos de delincuencia organizada por habitantes de origen extranjero.
Vivió sus últimos años en Alta Gracia y falleció en Córdoba, el 23 de septiembre de 1920. Sus restos descansan en el cementerio El Salvador de Rosario y una lápida recuerda su actuación. Era noble, íntegro, caballero, cordial y franco. Tuvo pasión por la lectura y dejó abundantes cartas, memorias, discursos y papeles íntimos.
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A todo esto, un prometedor joven siciliano de 17 años, Salvador Cuffaro, había partido con la anuencia de sus padres de Sicilia, su isla natal, para forjarse una nueva vida en Argentina, alejada de los sinsabores de la falta de sustento elemental para sobrevivir.
Unos pocos ahorros, colocados en una bolsa de tela, cosida por su madre a la ropa interior y un bolso con unas pocas prendas de vestir eran su "inmenso" capital.
Sus progenitores no querían que terminara robando para comer y decidieron arriesgarse a que Salvador, hábil para las relaciones públicas, se abriera un nuevo camino en América.
Tras pasar los mismos sinsabores que María Sanfilippo y su familia, llegó a Rosario y enseguida consiguió un trabajo conduciendo un sulky y, al poco tiempo, asumió la responsabilidad de conducir un tranvía.
Fue en la carbonería de los Sanfilippo que Salvador conoció a María y el amor a primera vista los unió definitivamente hasta concluir en un matrimonio que generaría una familia de mafiosos.
Salvador, ya en Rosario, no olvidaría a su familia asentada en Italia, ni a otra rama de la misma, los Micheli, cuya mayor parte decidió optar por viajar hacia Chicago, Estados Unidos, donde se asentó definitivamente y conformó una nueva banda de malvivientes. Pero eso es otra historia que alguna vez contaremos.
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Los inicios de la mafia en nuestro país son materia de teorías contrapuestas y en ese marco de análisis hay historiadores que apuntan que el primer incidente mafioso se registró en 1885, en el barrio de La Boca.
La responsabilidad del hecho se le achacó a la Mano Negra. Se trataba de una organización de delincuentes que enviaba notas escritas por semianafalbetos, quienes agregaban a los textos una cruz roja con el perfil del diablo junto con la exigencia de dinero bajo la clásica amenaza de muerte, rapto o mutilación de los hijos de la víctima.
En realidad, la Mano Negra hizo su aparición en el nuevo mundo en América del Norte, tras el linchamiento de tres "maffiosi" y las denuncias de José Petrosino, un policía de Nueva York.
En la provincia de Santa Fe, Rosario sirvió de cuartel general de la Mano Negra y desde allí sus componentes se expandieron a la zona agraria de dicho territorio y de gran parte del de Córdoba, fundamentalmente de Marcos Juárez, con población esencialmente italiana.
La policía capitalina comenzó a registrar en su lenguaje cotidiano al término mafia en 1890- y hasta el año 1910 no fue difundida por la prensa en forma masiva.
Parece claro para los analistas de la historia, que los primeros mafiosos, como tales, comenzaron a radicarse en el barrio de La Boca y se expandieron hasta "copar" el mercado Spinetto y al profundizarse las indagaciones de los sistemas de seguridad los jefes de los grupos en que se habían separado los delincuentes huyeron hacia la provincia de Córdoba y Santa Fe.
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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política
Viene de acá: Faccioso, “conserva” y experimentado en la lucha contra la prostitución
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