PROYECTO ESCAÑO

La ferocidad de la indiada y los traficantes de armas – Por Ricardo Marconi

 ​ 📜 El rompecabezas de la muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi

La ferocidad de la indiada y los traficantes de armas

No fue nada fácil, por cierto, desde el Cabildo, formar parte del grupo que ostentaba el poder en la Villa del Rosario. Sus autoridades se vieron compelidos a enfrentar los infinitos problemas derivados de la necesidad de contener las hordas de salvajes indios que se agrupaban en los malones.
La ferocidad de la indiada llegaba a la ciudadela tras superar las defensas de los fortines –avanzada militar en la interminable llanura santafesina- y provocaba un más que justificable terror, pues a su paso dejaban una estela de incendios, muerte, violaciones -en las que no se respetaba tampoco a hombres y niños-, secuestros de mujeres de todas las edades y robo de ganado, así como de todo tipo de bienes.

Los indios instalaban sus tolderías en inmediaciones de los poblados y a partir de allí se generaba en los habitantes de los últimos una crisis de pánico latente, ya que éstos tenían claro que población que caía en manos del indio, equivalía a mujeres y niños secuestrados, por los que se pedía rescate, a lo que se sumaban muertos por doquier.

Las autoridades, tras tomar debida nota de lo que sucedía en la periferia del lugar en el que habitaban, comenzaron a realizar tareas de espionaje preventivo para así poder anticipar los ataques que la indiada hacía con caballos, lanzas, cuchillos y –con el correr del tiempo- utilizando rifles Rémington, que les vendía una nueva lacra asociada a los salvajes: el traficante de armas.

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Es cierto, también, que paralelamente, otros grupos de indígenas eran asimilados a la ciudad, provenientes de las “encomiendas” y las “mediarías”. Eran enseñados por terratenientes en el uso de herramientas, aunque –vale aclararlo- los indios entendieron rápidamente, que el pillaje daba, en un lapso menor, más rédito que el trabajo.

Obligó al Cabildo esta situación, a disponer la conformación de consejos que ordenaron el armado de milicias para atacar a los indios, algunos de los cuales terminaban siendo los que antes trabajaban en los campos y estaban cansados de ser explotados, motivo por el cual decidían en algún momento escapar con caballos de sus patrones, a los que posteriormente atacaban en las noches, en medio de un griterío atroz para infundir terror y disparando sin  contemplaciones contra todo lo que les interrumpía el paso.

El enfrentamiento a los malones comenzó con la misma conquista de la ciudad de Santa Fe y los que más sufrían esas agresiones eran los habitantes de los pagos de Lencinas. Fueron precisamente los indios, los que obligaron la decisión de trasladar la hoy capital de la provincia, la que terminó instalada en un territorio defendido por una barrera natural de ríos. Así y todo, el salvaje atacaba habitualmente el lado norte del poblado.

Los colonos extranjeros debieron, tras su asentamiento en tierras santafesinas, resistir con armas de fuego las correrías repetidas de la indiada, ayudados por las tropas del gobierno de Santa Fe, e incluso por las fuerzas de línea del Ejército Nacional.

 

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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política

Foto Rosario en el recuerdo: 1929. Cuando la actual estación de ómnibus no era sino el flamante edificio de "la francesa", terminal rosarina del Ferrocarril Santa Fe

Viene de acá: Rosas, Amendolara y las primeras redes de espías

Continúa aquí: La masacre y la paz

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