PROYECTO ESCAÑO

La génesis del infierno – Por Ricardo Marconi

📜 El Rompecabezas de la Muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi

La génesis del infierno

 

El coronel ® Raúl Pedro Mones Ruiz, en noviembre de 1968, asumió sus funciones en un acto presidido por el ministro de Gobierno, doctor Alfredo Correa y por el jefe de Policía de la provincia de Santa Fe, coronel Adolfo Tomás Druetta.

Seis meses más tarde, en mayo de 1969, el gobierno de la Revolución Argentina, conducido por el general Onganía, soportaba la mayor de las andanadas de repudio popular sin precedentes de los tres años de estadía en que se sostuvo en el poder.

Los sucesivos enfrentamientos con las fuerzas policiales de represión –iniciados y mantenidos en Rosario por estudiantes, -con apoyo de toda la población-, alcanzan, por momentos, las características de una verdadera guerra comunitaria contra las autoridades.

La ola de sucesos, casi siempre para los estudiantes, no sólo se da en Rosario. También Tucumán, Corrientes, Bahía Blanca, Buenos Aires, La Plata, Santiago del Estero, Salta, Mendoza y Chaco presentaban escenarios de conmoción.

En Tucumán, ex operarios del ingenio Amalia ocupan el establecimiento y toman de rehén al director–gerente José Gabarain, a quien le exigen el pago de haberes adeudados. Comienza a generarse de esta manera un caldo de cultivo en el que la violencia sería el principal ingrediente.

Veinticuatro horas más tarde, en la provincia de Córdoba se escucha el primer rebote al episodio precedentemente aludido. Alrededor de 3.500 obreros de la industria automotriz se movilizan, abandonan las fábricas y se dirigen al Córdoba Sport Club para tomar una posición gremial ante la eliminación del “sábado inglés”. Los enfrentamientos callejeros arrojaron un saldo de 11 heridos y casi 3 decenas de detenidos.

 

Protestas en Corrientes

Juan José Cabral, asesinado por la policía en la represión (vamosporlaliberacion.org)

El 15 de mayo estudiantes de Corrientes protestan por el aumento desmedido del comedor universitario –500 por ciento- y la negativa del rector Carlos Walker al diálogo acelera el proceso de descontento de los educandos, quienes comienzan con actos callejeros y en el mismo comedor, a los que responde la policía con una feroz represión, mecanismo que resulta ser un denominador común ante cada episodio similar que se produjera en el país.

El estudiante de medicina Juan José Cabral recibe dos balazos en el pecho que derivan en su fallecimiento, a la vez que otros seis estudiantes también eran heridos de distinta consideración.

 

La reacción en Rosario

El mismo viernes 16, en la Facultad de Medicina de Rosario, se producen actos de repudio y a los manifestantes se suman de inmediato los internos en el Hospital Nacional del Centenario, en señal de protesta.

Casi simultáneamente se movilizaban los estudiantes de las facultades de Ciencias Matemáticas y parcialmente los de Filosofía y Letras, con sede en calle Entre Ríos al 700. La suspensión de actividades estaba prevista hasta el día 19.

También el mismo día 16, en razón de la inquietud que se genera por el repudio a los hechos acaecidos en Corrientes, -más específicamente en la Facultad de Medicina-, el rector de la UNR decide la suspensión de las actividades docentes durante tres días.

Los educandos se congregan en el comedor universitario, desde donde inician una recorrida por el centro de la ciudad, motivo por el cual se acuartela a la Gendarmería Nacional de Formosa.

 

El homicidio de Bello

El amanecer del sábado 17 traía en su seno la iniciación de la semana de convulsiones más tremenda que se viviera en la ciudad de Rosario. Actos relámpagos por doquier llamaban a la lucha y a los gritos de “asesinos, asesinos”, manifestaban contra efectivos policiales que finalmente no aparecieron hasta que un minúsculo grupo de agentes intervino y se produjo un altercado de graves consecuencias: el oficial Juan Agustín Lescano – ex empleado de la boite Franz y Fritz- en la galería Melipal, junto a la escalera que lleva a los altos de la galería le disparó en la frente a Adolfo Ramón Bello, de sólo 22 años,  quien cursaba en la Facultad de Ciencias Económicas, el que falleció en el Hospital Central Municipal.

Adolfo Ramón Bello

De la muerte de Bello, el ministro del Interior Guillermo Borda acusó a “los gremios de extrema izquierda, algunos políticos y la CGTA” y de inmediato decretó el estado de alerta, a la vez que citó a un plenario para el 20 de mayo de 1969, mientras organizaba una olla popular para suplir el cierre del comedor.  El día 18 distintos sectores sociales, gremiales y políticos repudiaron el asesinato del estudiante

 

Actos relámpago

El mismo 20 de mayo, luego de tres días de agitación en la población con actos relámpago, se decidió la Marcha del Silencio, en homenaje a Bello, siendo la misma programada para el día siguiente.

Los estudiantes anunciaron un paro nacional, mientras en la provincia de Corrientes los docentes exigían la destitución de las autoridades universitarias, en tanto, en la provincia de Mendoza, se disponía un paro y una marcha silenciosa.

 

La muerte de Blanco

A las 21.30 de la noche del 21 de mayo, la policía comenzó a retirarse lentamente de los centros de conflicto. El repliegue de las fuerzas entrañaba el último y sangriento acto de la jornada, esto es la injustificada muerte de Luis Norberto Blanco, un obrero metalúrgico de tan sólo 15 años.

Luis Norberto Blanco (1954 – Rosario, 21 de mayo de 1969). Argentina. Fue un aprendiz de obrero metalúrgico y estudiante de secundaria argentino asesinado durante las movilizaciones conocidas como el Rosariazo y realizadas contra la dictadura militar dirigida por el general Juan Carlos Onganía. Foto del diario de la CGT de los Argentinos. (CGT de los Argentinos)

En una zona céntrica que parecía una fortaleza policial agrupaciones estudiantiles de Rosario, tanto secundarias como universitarias, junto a la central de los trabajadores, convocaron a una marcha de protesta, que partiría desde la Plaza 25 de mayo, para culminar frente al local de la Confederación General del Trabajo de los Argentinos. Los manifestantes presionaban para que la policía desistiera de todo tipo de represión, la que se inició con las sentadas en silencio.

Raimundo Ongaro fue uno de los oradores, mientras la policía instaba a la disolución de la protesta y comenzaba la represión con gases, deviniendo el enfrentamiento en una lucha campal, con barricadas callejeras, el incendio de hogueras y el retiro final de la policía con sus carros de asalto, hidrantes, patrulleros, autobombas, guardias de Infantería y policías a caballo.

 

Rosario en poder del pueblo

La ciudad quedó de hecho en poder del pueblo, luego de que se produjeran nuevos enfrentamientos en Córdoba e Italia. Posteriormente un grupo de manifestantes ingresó a la emisora radial, LT8 tras romper a pedradas vidrios y ventanas para interferir la transmisión del partido que jugaban Estudiantes y Nacional de Montevideo.

Según los expertos, en el Rosariazo entraron en escena, por primera vez juntos, todos los actores que marcarían a fuego los próximos años de la vida argentina (Infobae)

Cuando llega al lugar la policía, que venía replegándose hacia la Jefatura, un grupo de los resistentes intenta tomar el Rectorado de la Universidad Nacional de Rosario, mientras salía otro grupo del interior de LT8 y un tercero huía hacia calle Dorrego.

A pocos metros de la citada emisora el adolescente empleado metalúrgico Luis Norberto Blanco recibe un impacto de bala en la espalda al intentar huir de la represión, siendo atendido en el lugar por el médico Aníbal Reinaldo, que también sufrió los sablazos policiales.

La mañana siguiente mostró a una ciudad con el comercio totalmente cerrado y las calles, moribundas, vacías. Gendarmería Nacional las recorría y las facultades estaban clausuradas, así como el comedor universitario.

 

Rosario, zona de emergencia

El meridiano de la violencia ese día pasó por la capital de la provincia mediterránea y desde la madrugada Rosario es declarada zona de emergencia bajo jurisdicción militar.

En las celdas permanecían detenidas 89 personas. Gendarmería Nacional patrullaba sin cesar, mientras la bronca contra la dictadura de Onganía aumentaba segundo a segundo.

 

El paro industrial

El 23 de mayo de 1969, 38 sindicatos dispusieron un paro industrial. Los obreros de la Unión Obrera Metalúrgica y más de 7.000 personas acompañaron el féretro de Blanco en su procesión de 87 cuadras hacia el cementerio.

El sacerdote Federico Parenti despidió los restos mortales de Blanco expresando “… que esta sangre vertida, que esta sangre que llega al cielo, no sea en vano… que ella lleve la liberación que ansiamos, el instante de justicia que está reclamando el mundo. Dios dio su sangre por la liberación del hombre, para que él se despoje de su esclavitud…”.

El conflicto luego se desencadenaría a nivel de los ferrocarriles y derivaría, meses más tarde -con la paralización de tareas de los talleres ferroviarios de Pérez, en los que detuvieron sus tareas 2.000 trabajadores por la suspensión de los delegados Enrique Gigena y Roberto H. Forcatto- en el Segundo Rosariazo.

La oposición al gobierno se materializó en la Curia, que decidió no oficiar el Tedeum del 25 de mayo y posteriormente, en el ámbito político y en la insurrección popular urbana del día 29: El Cordobazo.

Versiones periodísticas señalaron la implantación del estado de sitio a nivel nacional, ante la propuesta del aludido paro general para el 30 de mayo y dos días antes de que ello ocurriera, presentó su renuncia el coronel Mones Ruiz, jefe policial de Rosario, preocupado por las implicancias sobre la pobre seguridad existente en la ciudad, quien fue reemplazado por el teniente coronel Arturo R. Ferla.[1]

 

Onganía, “persona no grata”

Aproximadamente tres meses antes, el 20 de junio de 1969, el general Juan Carlos Onganía había decidido visitar el Monumento Nacional a la Bandera y la CGT, ni lerda ni perezosa aprovechó para declararlo “persona no grata”.

Seis días más tarde, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), incendiaron trece supermercados de la cadena Mínimax en Buenos Aires, en repudio a la visita de Nelson Rockefeller, operación no asumida en principio, aunque sí reconocido tiempo después.

Los eventos del primer Rosariazo y el Cordobazo llevaron a que el gobierno militar interviniera la Unión Ferroviaria. Los convenios laborales fueron modificados de manera unilateral y los dirigentes gremiales pasaron a formar parte del universo de las cárceles, a la vez que se aplicó una reducción de sueldos general.

La tensión iba in crescendo y los actos de violencia no se hicieron esperar. El 7 de septiembre, los estudiantes rosarinos volvieron a ocupar las calles para conmemorar la muerte de los caídos en el conflicto con la policía –la Semana de los Mártires-, con jornadas de protesta y homenajes.

Comenzaban a desgranarse los hechos que culminarían con el Segundo Rosariazo.

Segundo rosariazo (Indymedia Argentina)

Al día siguiente, los delegados de la Unión Ferroviaria comenzaron una huelga en protesta por la suspensión del delegado administrativo Mario J. Horat, penalizado por promover la adhesión a los paros efectuados contra el gobierno de turno. Un número mayor a los 4.000 trabajadores dieron el presente a la medida de fuerza, la que, por otra parte, esa misma noche fue prolongada por 72 horas.

La magnitud del conflicto generado en Rosario, decidió que trabajadores de las localidades de Arroyo Seco, Cañada de Gómez, Casilda, Empalme Villa Constitución, San Nicolás y la propia Villa Constitución adhirieran a la medida y, como respuesta la empresa de ferrocarriles aplicó suspensiones. La contramedida no se hizo esperar: se declaró una huelga por tiempo indeterminado que obtuvo adhesión nacional.

 

La criminalización del conflicto

El gobierno nacional, mediante el decreto 5324/69, ordenó la aplicación de la Ley 14.467 de Defensa Civil, mediante la cual dispuso la movilización de todo el personal ferroviario bajo el Código de Justicia Militar, con lo que se criminalizaba el conflicto gremial. En la provincia de Córdoba son ocupadas varias fábricas y un levantamiento masivo ocurre espontáneamente en Cipolletti, provincia de Río Negro.

A partir del 15 de septiembre la Confederación General del Trabajo se sumó a la protesta, solidarizándose con ella las asociaciones políticas y estudiantiles con tomas de fábricas.

Precisamente, el mismo 16, a las 10, en Rosario convergieron hacia el local de la CGT, columnas de trabajadores y estudiantes. Un número cercano a los  7.000 operarios  ferroviarios, desde el local de La Fraternidad –Crespo 163-,  se dirigieron a los molinos harineros Minetti, -Salta y Cafferata- sumándose operarios textiles, albañiles, vidrieros, metalúrgicos, empleados de frigoríficos y de la Asociación Bancaria, Asociación Trabajadores del Estado, la Federación de Obreros y Empleados de Correos, telefónicos, de la industria de la alimentación, del Sindicato del Seguro, el Sindicato de Obreros Jaboneros, el Sindicato de la Carne, el Sindicato Unidos Petroleros del Estado y los restantes gremios que cubrían el arco laboral.

Los tranviarios y transportistas también adhirieron, reflejándose su posición en la quema de transportes. Los enfrentamientos entre la policía y los trabajadores se producen barrio por barrio, donde 250.000 personas participan de la resistencia.

*

La represión policial implicó que se levantaran barricadas y enfrentamientos con efectivos de seguridad. Fueron incendiados móviles policiales y los agentes de la misma se replegaron haciala Jefatura –Santa Fe al 1950- y el Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. Los barrios fueron copados por los trabajadores y estudiantes que controlaron todo el día la ciudad.

El 17 de septiembre el Ejército reemplazó a la policía y el general Herberto Robinson dio órdenes de abrir fuego –sin previo aviso- a cualquier grupo que se le opusiera. Es más, se conformaron los tribunales militares ad-hoc y el entonces coronel Fortunato Galtieri comandó las fuerzas de artillería, con las que a partir de las 21 enfrentó la resistencia de la población, logrando con el correr de las horas el control de la ciudad.

El asesino impiadoso comenzaba a aflorar en Galtieri desde lo más íntimo de su alma. A tal punto que con el tiempo, sin hesitar, enviaría a la guerra de las Islas Malvinas, a jóvenes argentinos como carne de cañón.  Él sólo oteaba las luchas contra el enemigo inglés desde la Casa de Gobierno, dónde el color rojo de la sangre de sus soldados no llegaba.

En las madrugadas cerradas, ocultos en las sombras, los cuerpos inermes de los mismos serían entregados a los familiares para que los sepultaran sin que nadie se entere. De esa miserable manera, los argentinos no sabrían que la guerra se estaba perdiendo. Pero esto es harina de otro costal que, en su momento, en este trabajo, adosaremos tangencialmente, ya que no es objeto de esta investigación.

Lo que sí había quedado claro para Galtieri y sus mandantes es que la unidad callejera de estudiantes y trabajadores rosarinos fue la resultante de la maduración de la conciencia contra las dictaduras a las que enfrentaría de formas disímiles, ganando o perdiendo, pero luchando en cada acción.

El saldo final de la resistencia aludida puede resumirse así: dos muertos y 25 heridos; daños materiales: 11 trolebuses incendiados y 14 deteriorados; 15 colectivos urbanos e interurbanos incendiados, 100 garitas, retenes, cabinas y vagones incendiados, vidrieras rotas y algunos incendios de galpones de fábricas.

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En abril de 1968 alumbró en Rosario la movilización de un sector obrero que lanzó la convocatoria titulada: “Por una CGT sin compromisos o ataduras espurias”. En el documento se declaraba: “Asumimos la responsabilidad que el momento nos exige: unir en torno a esta regional de la CGT a todos los que, sin compromisos o ataduras espurias entendemos que a los trabajadores se los arma de fe y de ansias de lucha, con posiciones claras, que no dividen, sino que unifican y sirven para hacer surgir dirigentes leales a las ideas e intereses del pueblo trabajador”.

El 11 de abril 1969, en la localidad de Villa Ocampo, el padre Rafael Yacuzzi es el referente del grupo de curas santafesinos que, comprometiéndose con una realidad inexcusable, levanta la Carpa de la Resistencia. Él es el guía espiritual de sacerdotes jóvenes que pedían, en marchas, la anexión de territorios del norte de la provincia de Santa Fe al Chaco.

Para llevar adelante su gestión contaban con el apoyo del arzobispo de Reconquista, quien exigía gestos políticos a favor de los habitantes de la región. Adhirieron a la protesta las poblaciones de Villa Ana, La Gallareta, Tacuarendí, Las Toscas y Villa Guillermina.

El jefe de Policía de Santa Fe, ante la movilización esas 10.000 almas, al borde de la desesperación, pidió que le localizaran de manera urgente a Raimundo Ongaro mientras paralelamente, rejuntaba 3000 policías, gendarmes y hasta colimbas.

A pesar de los esfuerzos de Druetta, la pueblada enfrentó a las autoridades, ocupó el edificio comunal y obligó a renunciar al intendente “porque no servía para defender al pueblo”.

Luego se conocería a esa movilización popular como la “golondrina anunciadora” que enfrentaría a la dictadura de “La morsa”, como se lo denominaba a Onganía.

Un determinado grupo de curas pensó en asentar una carpa frente a la Casa Gris, comandada por Carlos Alberto Reutemann, en momentos en que determinado grupo de poder en la justicia no estaba “preparado” para ese tipo de conflictos.

 

 

[1] “Memoria de una ciudad sin memoria”. Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario

 

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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política

Viene de acá: Los primeros "pininos" de la guerrilla revolucionaria

Continúa aquí: La "Operación Gabriela"

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