La guerra sucia comenzó en 1975 – Por Ricardo Marconi

📜 El Rompecabezas de la Muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi

La guerra sucia comenzó en 1975

 

Aspectos salientes, poco conocidos de la denominada “Guerra Sucia”, que hemos relatado en columnas de Proyecto Escaño, marcan al golpe de Estado de 1976 como referencia de una línea de tiempo.

Recepción de delincuentes subversivos amnistiados – Puerta de acceso al Palacio de Gobierno

En el informe periodístico que tiene el lector ante sí, adjuntaremos información que tiende a dejar por sentado que, en realidad, la génesis del enfrentamiento cívico-militar comenzó a tener lugar en 1975, durante el Operativo Independencia, llevado adelante en la provincia de Tucumán.

En ese territorio argentino, los secuestros, las torturas y las ejecuciones clandestinas se habrían, como antecedente, aplicado sistemáticamente, soslayando órdenes del gobierno constitucional de María Estela Martínez Cartas de Perón y que, obviamente, sirvieron, el dejarlas de lado, para regar de muerte, entre otras, a la ciudad de Rosario.

Cárcel del pueblo – Calle Lamadrid al 1600

Los datos meticulosos, que volcamos en este informe, desbaratan toda posibilidad de hacer creer el mito del combate franco con uniformados, a cara descubierta, que las fuerzas militares y de seguridad aseguraron haber librado contra sus enemigos para justificar el supuesto acatamiento a la ley.

 

 

Revelaciones

Las revelaciones, que explicitamos, no surgen de enemigos enfrentados, sino de un libro “inédito” del primer jefe del Operativo señalado: el general de brigada Acdel Edgardo Vilas (20/6/1925)- (23/7/2010), cuya publicación “no fue aprobada” por el Comando en Jefe del Ejército.

Acdel Edgardo Vilas, comandante del V Cuerpo del Ejército que en 1975 estuvo al mando del Operativo Independencia, participa de la ceremonia del 164° aniversario de la Batalla de Tucumán, presidida por el Presidente de facto, Teniente General Jorge Rafael Videla

Vilas, jefe de la Subzona 51, perteneció al bando de los que se consideraban a sí mismos como “iluminados”, destinados a dar cuenta -a quienes quisieran escucharlo-, acerca de sus aberraciones, detalladas en un manuscrito de 239 páginas.

El texto habría sido redactado durante el gobierno de Videla y allí se detallaría como Vilas organizó su lucha antisubversiva en Tucumán y, más tarde, en Bahía Blanca, antes de pasar a un retiro forzoso.

“Si bien mi área no era reemplazar a las autoridades, pronto me di cuenta que, de atenerme al reglamento, manteniéndome en el mismo plano que el gobernador, el operativo concluiría en un desastre”, escribió Vilas.

“De todo lo visto y actuado pude concluir que no tenía sentido combatir a la subversión con un Código de Procedimientos en lo criminal, decidí prescindir de la justicia, no sin declarar una guerra a muerte a abogados y jueces cómplices de la subversión”, relató Vilas en otra parte de su texto.

Con la muestra de esos dos párrafos, generados por la concepción asesina de su ley personal, entendemos que es suficiente para detallar el criterio de un exponente de las fuerzas armadas.

Sin duda, el manuscrito, para los historiadores, debe tener un valor incalculable.

Según Vilas, apenas llegó a Tucumán, empezó a desarrollar dos tareas clave: Cambiar la mentalidad de los cuadros militares, con el objetivo de prepararlos para la guerra, en la que actuarían en función de las causas y efectos, utilizando métodos no convencionales de lucha y, en segundo término, formar una sociedad civil selecta, consustanciada con la idea directriz del operativo a su cargo.

Para concluir -por ahora con Vilas-, vale decir que las órdenes emanadas desde Buenos Aires, en particular aquella de que cualquier detenido tenía que ser llevado ante un juez, dentro de un plazo no mayor de 48 horas, no eran su mayor preocupación.

Los que enfrentaban a Vilas, siguieron operando hasta diciembre de 1975, cuando tuvo que delegar el mando en el general Antonio Domingo Bussi.

 

El detonante del Operativo Independencia

El episodio, que tuvo como una de las motivaciones que derivaron en la desgraciada consecuencia de la realización del Operativo Independencia, fue el horrendo homicidio, hace 47 años, de un oficial del ejército y, como consecuencia indirecta, la muerte de su hija, de sólo 3 años, frente a su esposa en plena calle de San Miguel de Tucumán.

La pequeña sufrió el rebote de balas, teniendo como destino del ataque al capitán Viola.

El colega Adrián Pignatelli, en uno de sus materiales periodísticos relató que el capitán Humberto Antonio Viola, tras desayunar con su familia, asistir a misa y almorzar en la casa de familiares, en Ayacucho 233, en un Ami 8 fue a la Casa de Tucumán – a sólo quinientos metros-, con su esposa María Cristina Picón, embarazada de cinco meses de su hija Luciana y sus pequeñas hijas María de tres años y María Fernanda, de 5.

Viola, acuariano nacido el 15 de febrero de 1943 en Tucumán, estaba destinado en el Destacamento de Inteligencia de esa provincia, motivo por el cual los terroristas lo tenían marcado. Ante el clima de violencia que se vivía, una semana antes trató de tranquilizar a su esposa: “Todos corremos peligro. Esto es una guerra, pero no te preocupes, con las familias no se meten”. Le dijo, y se equivocó.

Los asesinos se habían propuesto conseguir una casa para cinco personas, y como demoraron en ubicar una, cuando les mandaron las armas debieron esconderlas de apuro en una pensión donde se alojaba un guerrillero. Al frente del grupo estaba el santiagueño Hugo Irurzun, conocido como “el capitán Santiago”. Lo secundaban Francisco Antonio Carrizo, José Martín Paz, Rubén Jesús Emperador, Fermín Ángel Nuñez, Miguel Norberto Vivanco y el sueco-chileno Svante Grände.

Los ocupantes de los tres autos que participarían de la emboscada vieron llegar a la familia a la una y cuarto. Habían hecho inteligencia y conocían los movimientos de Viola. Los que llevarían a cargo el ataque eran miembros de la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, del Ejército Revolucionario del Pueblo, que evocaba a un dirigente del PRT muerto tiempo atrás.

Los terroristas se sorprendieron al ver que el militar no cumplía la rutina. Viola no bajó a abrir el portón del garaje, sino que lo hizo su esposa. El matrimonio no se percató que en la esquina un auto de los atacantes había sido cruzado para cortar el tránsito. En uno de los autos viajaban los asesinos mientras que el otro quedó de apoyo.

Cuando el vehículo se puso a la par del de Viola, adelantándose sólo un poco, se le efectuó un disparo de escopeta Itaka, y algunos perdigones impactaron en el parante de la puerta y otros fueron a dar a las niñas que viajaban en el asiento trasero. “Los balines dan de rebote a la pibita de tres años que estaba atrás…”, se describió en el parte de los terroristas.

María Cristina, a quien el estruendo de la Itaka sorprendió mientras abría el portón, gritó que no disparasen sobre el auto, que estaban sus hijas.

Con una ametralladora –según Pignatelli-, por la ventanilla, disparó una ráfaga corta de cuatro tiros, que dieron en el cuerpo de Viola. Aún herido, abrió la puerta del acompañante. Pretendió alejarse del auto para que no concentraran el fuego en sus hijas. Le dispararon un escopetazo que pasó por arriba de su cabeza. Corrió hacia la calle San Lorenzo. El que llevaba la ametralladora, le efectuó un disparo con su pistola que erró, pero un segundo tiro lo hizo desplomar.

Ya exánime, lo remataron con un tiro en la cabeza. El que llevaba la escopeta le disparó a quemarropa y luego, otro tiro de gracia. Habían llevado además cinco granadas, pero no tenían los detonantes. Luego, los asesinos escaparon.

Además de Viola, había fallecido su hija María Cristina, de solo tres años. “Un exceso injustificable”, admitió el ERP. Su hermana, María Fernanda, de 5, resultó gravemente herida con un disparo en la cabeza. Debieron someterla a ocho operaciones y le quedaron secuelas.

El impacto que causó las muertes de Viola y de su pequeña hija fue uno de los detonantes de la aplicación del decreto 261/75 para combatir a la guerrilla. Nacía el Operativo Independencia.

 

La publicidad de la dictadura

En la madrugada del 24 de marzo de 1976 delegados militares del gobierno citaron en el Comando del Ejército a dirigentes de medios de difusión para “acordar el aporte” de los medios al régimen.

Mientras se transitaba la primera semana de ocurrido el golpe -el 29 de marzo-, los militantes habían sufrido 12 bajas, 6 del Comité Central y otros 6 que pertenecían a las áreas de logística y contención -7 de 12 muertos en combate. Los 5 restantes fueron capturados vivos y luego entregados al ejército que los torturó e hizo desaparecer.

La dictadura del 76 –opinó el ahora diputado Carlos del Frade-, “mostró la lógica de la ferocidad del capitalismo. Matar para robar, concentrando riquezas y extranjerizando la economía”.

Ni lerda y perezosa, hasta 1983, la gavilla militar montó un vasto aparato publicitario para adoctrinar a la población y legitimar su accionar, a la vez que para acallar a los organismos de derechos humanos que hacían denuncias en el extranjero y se reunían con embajadores para expresarles sus puntos de vista.

Imagen que formó parte de la campaña antiboicot de la dictadura

Para combatir al “campaña antiargentina” se utilizó el lema “Los argentinos somos derechos y humanos”, frase que en calcomanías se colocaban en los parabrisas de taxis y en las tarjetas que la revista Para Ti instaba a enviar a personalidades del mundo. Paralelamente se “invitaba” a los argentinos a “apoyar el mundial del fútbol” y los relatores de los partidos recibieron la sugerencia de plegarse.

 

En la TV           

Paralelamente, se mostraba en las pantallas de televisión de nuestro país “La historia de la vaca triste” con una imagen de mala calidad. Allí la vaca argentina pastaba feliz, con el fondo de una fábrica. Así se alimentaba el mito de la Argentina agropecuaria y fabril.

Imprevistamente, un nutrido grupo de monstruos se apropiaban de la vaca y la exprimían de sus ubres y la vaca quedaba flaca y triste. La fábrica desaparecía y el fondo se transformaba en una imagen oscura.

La frase utilizada entonces era: “Argentina tierra de paz y enorme riqueza. Argentina, enorme bocado deseado de la subversión internacional hasta que dijimos basta. Basta de despojo, abuso y vergüenza. Hoy vuelve la paz…” un gauchito feliz coronaba la animación.

Lo citados, fueron sólo un par de ejemplos, a los que deberíamos agregar frases tales como: “Proteger es querer” de 1977; “25 millones de argentinos y jugaremos el mundial” y “Unámonos y no seremos bocado de la subversión”. Esta última frase iba acompañada de la Argentina con la forma de un trozo de carne a punto de ser devorado.

 

————————————–-

*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política

Viene de acá: Documentos desclasificados de la Guerra de Malvinas

Continúa aquí: La impiedad de un Estado criminal

Scroll al inicio