PROYECTO ESCAÑO

La primer autonomía – Por Juan Pablo Darioli (Dos en la ciudad)

Dos en la ciudad – Por Juan Pablo Darioli

La primer autonomía

En 1933, haciendo uso de la potestad que le otorgó la reforma de la Constitución de Santa Fe nueve años antes, la ciudad de Rosario declaró su autonomía y redactó su propia Carta Orgánica. Una novedad para la época, no sólo en nuestro país sino también en Latinoamérica: un distrito local reclamaba para sí y su población amplias herramientas políticas, financieras y administrativas. El hecho histórico no produjo un mojón permanente en la memoria rosarina porque, después de entrar en vigencia el 1ro de enero de 1934, la experiencia doméstica fue anulada en 1935 con la intervención de la provincia por parte del gobierno central y la derogación de la reforma en la carta magna santafesina.

A la luz de los hechos futuros que puede vivir nuestra localidad, la historia tiene mucho para aportar. Muchos de los beneficios y adelantos que establecía esta movida fueron concretándose más adelante, durante el siglo XX, como la regulación de los servicios públicos o la elección directa del Intendente, pero otros hasta el día de hoy son una deuda. La más trascendente entre las carencias, que va a ser la piedra angular de la nueva discusión autonómica en el siglo XXI, son las potestades financieras, aunque también le autorizaba al Departamento Ejecutivo Municipal a tener su propia policía, a llamar a consulta popular por normas específicas o revocar los mandatos de concejales e intendentes. Otro poder codiciado que adquiría el municipio, expropiar. La densidad de la trama vecinal también tuvo su correlato, ya que en varios artículos la carta fomentaba la creación de mutuales, cooperativas escolares, bibliotecas de barrios, instituciones deportivas, obreras, culturales y asistencia social a las que no se le podía cargar ningún tributo.

Otro detalle importante es que para la redacción se eligieron convencionales en elecciones abiertas, donde votaron los varones mayores de edad y las mujeres y extranjeros que tributaban en el distrito. En total, votaron 48.513 de casi 70 mil habilitados.

La diferencia con el presente es abismal, siendo que Rosario contó en 2023 con 815.696 personas habilitadas para sufragar. Pero, hasta ahora, los convencionales de la Carta Orgánica de Rosario serán los concejales y las concejalas que conformen el cuerpo en el momento.

El libro canónico de Juan Álvarez comienza con el mito de la fundación rosarina y culmina en este contexto preciso:

El derecho de que la ciudad votase algo así como una Constitución municipal para su Gobierno interno, comportaba atrevidísimo ensayo de autonomía jamás aplicado en el país, y sin duda por ello tomó a los vecinos un tanto desprevenidos. Faltos de preparación previa, no se dieron bien cuenta de la potencia de la nueva herramienta puesta en sus manos.

Esa indiferencia era reflejada en noviembre del ’32 por el diario El Litoral bajo el título “El pueblo debe interesarse por la elección de convencionales municipales”. Cualquier parecido con la actualidad no es pura coincidencia. Dos discusiones políticas acompañaron los debates formales, que no están volcados en el trabajo de Álvarez pero se pueden rastrear en las noticias del momento. a) Los convencionales debatieron si los concejales tenían que cobrar o no por su trabajo, habiendo posturas muy antitéticas donde los partidos populares y vecinales pedían que sea remunerado el cargo y los partidos elitistas, ad honorem. b) Producto del golpe a Yrigoyen de 1930 y el comienzo de lo que luego se llamaría la “década infame” o “contubernio”, en esos días estaba instalado un clivaje entre democracia y eficiencia, donde había quienes pedían ceder parte de los principios democráticos con tal de hacer un Estado más efectivo. La ciclicidad de la historia nunca para de asombrarme. Razones para descreer también hubo: menos de dos años después del proceso constituyente el intendente ya tenía que plantear reformas a la carta.

 

Aunque el Presidente Agustín Justo intervino Santa Fe y con eso se volvió atrás, la autonomía como concepto sobrevoló siempre la política local aunque sin retomar aquella vivencia histórica. 70 años después, el entonces concejal del peronismo, Alberto Joaquín, afirmaba:

la principal responsabilidad que Rosario no sea una ciudad autónoma está en los dirigentes políticos, empresariales, gremiales y culturales de la ciudad de Rosario, que no le han dado al concepto de autonomía municipal, la importancia que este tiene para el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de la ciudad.

Al parecer, a pesar del paso del tiempo no hay coyuntura donde se pueda instalar la importancia en la sociedad sobre lo que significa.

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Los cierres también tienen ganadores y perdedores, porque el armado del tablero es una imagen con mucha potencia. El gobernador Pullaro hizo gala de una mano firme para conducir a su frente y lograr la mayor síntesis posible. Detrás de él, los que propone Unidos para la reforma constitucional y atrás de Carolina Labayrú, del javkinismo, para el Concejo. Su imagen domina la escena.

El arte de conducir, diría un pensador nacional, es guiar persuadiendo y si parece un direccionamiento despolitizado, mayor valor. A grandes trazos, Unidos cerró homogéneo, el panlibertarismo en dos partes y el panperonismo en tres pedazos para convencional.

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