📜 El Rompecabezas de la Muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi
Los primeros crímenes de la Triple A
En sus declaraciones ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos, el oficial de la Policía Federal Rodolfo Peregrino Fernández, sostuvo que uno de los primeros nombres de la Triple A fue “Comando Libertadores de América”.
El nombre fue propuesto por el ya fallecido ex oficial de policía José Rubén Lo Fiego[1], de la policía santafesina, quien a la postre resultaría ser uno de los principales imputados en causas por delitos de lesa humanidad en Rosario y uno de los protagonistas fundamentales de la Causa Feced, de quien hemos hecho referencia en nuestra anterior columna.

Los primeros crímenes de la Triple A -vale aclararlo- no fueron los vinculados a Rodolfo Ortega Peña y al padre Carlos Mujica, sino los registrados en octubre de 1973, contra el periodista José Colombo, en San Nicolás y el dirigente peronista Constantino Razzetti, ocurrido el día 14 del aludido mes, en horas de la madrugada, ameritando la investigación del homicidio sólo 138 folios, en los que casi no se tuvo en cuenta que se investigaba la muerte del entonces vicepresidente del Banco Municipal.
El caso Razzetti
Finalmente, en 1981, se cerró el caso investigado por el Juzgado de Instrucción de la 6ta. Nominación, a cargo del doctor Raúl Iturraspe, por la secretaría del doctor Jorge Baclini, en el que se señalaba a dos imputados de homicidio: Miguel Ángel Minicucci y Juan Domingo Frutos.

El oficial ayudante que trabajó el sumario no fue otro que Benedicto Mattía, futuro titular de la Unidad Regional II y sobre el que nos referimos a su turno en la indagación que nos ocupa. Seguramente por sus manos pasaron la birome y el pañuelo ensangrentado que se les escapó a los peritos que investigaron la muerte y que entregó el diputado Juan Lucero.
Esa noche, el ministro de Gobierno provincial se hizo presente en la seccional para seguir la investigación de la muerte por la que transitaron varios testigos, entre los que vale mencionar a Juan Carlos Joullier, Adolfo Cilento y Enrique Rossito, a los que debemos agregar a Américo Eusebio Ruiz, Luis Scarazzini, Anita Fared, Amado Mansilla, Elio Ludovico Pacor y Angelita Pereyra, una mujer adinerada que apoyaba a la Juventud Peronista, reconocida a nivel provincial.
El desencadenamiento de asesinato
Los hechos comenzaron a desencadenarse cuándo el martillero Vicente Ferrero, en su automóvil Torino regresaba a su casa, ubicada en Boulevard Oroño 8 bis, a las 20.30.
Fue interceptado por tres jóvenes, cuyas edades oscilaban entre 18 y 22 años, cuyo primer objetivo fue sustraerle el reloj de oro y su anillo… y ya que estaban le sacaron, con prepotencia, la suma de 1.500 pesos, tras lo cual lo hicieron descender del auto en la intersección de las avenidas Arijón y Circunvalación. Fue recién allí que se identificaron como componentes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Tuvieron la delicadeza de decirle que, al automóvil, lo utilizarían para sacar de la cárcel a dos de sus compañeros de armas, uno en Capital Federal y el restante, en Córdoba. El Torino desapareció en la bruma de la noche, buscando el sur de Rosario.
El segundo acto tuvo lugar en el barrio Casiano Casas, más precisamente en Anchoris y Aráoz, donde la seccional 10ma tenía su jurisdicción. El justicialismo iniciaba allí la cena con la que la unidad básica “Coronel Cogorno” festejaba la asunción del general Juan Domingo Perón a la presidencia de la Nación.
Habían concurrido Nélida Gitrón de Razzetti y su esposo Constantino. El vicepresidente del Banco Municipal fue uno de los oradores y aprovechó la oportunidad para avivar giles acerca de “dónde estaban los traidores”.

Mientras hacía uso de la palabra, estaba siendo vigilado y la mujer de Razzetti lo advirtió. El discurso de cierre estuvo a cargo del “Chancho” Lucero[2]. Finalmente, a la una de la madrugada del domingo 14, Razzetti y los suyos decidieron retirarse. Lucero se ofreció para acompañarlos, pero optaron ir con Anita Mercedes Fared y su esposo, a los que dejaron en la esquina de San Lorenzo y Corrientes, pleno centro de Rosario.
El asesinato político de Razzetti
Ya en la casa, Luis, uno de los hijos de Razzetti, de 21 años, que había ido con sus padres a la comida, ingresó al comedor, encendió la luz y tras de sí escuchó los disparos junto a los gritos de su madre. Luego pudo saberse que, desde la oscuridad, un sujeto le efectuó a Constantino varios disparos e hizo lo propio con la mujer, utilizando una metralleta, pero sin lograr impactarla. Los peritajes permitieron detectar siete cápsulas calibre 9 milímetros, así como un par de anteojos negros.
Como ya expusimos en anteriores columnas, el primer episodio de envergadura de la Triple A fue la ocupación de Villa Constitución, donde el grupo relacionado con Rodolfo Almirón participó de los secuestros y torturas, avalados y pagados –según testimonios-, por la empresa metalúrgica Acindar, en aquel momento conducida por José Alfredo Martínez de Hoz.
Jorge Castro afirmó que el propio Perón dio su aval –al menos al comienzo-, a las actividades de la Triple A. El mismo Castro argumentó que mientras la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe lo denunciaba, paralelamente Agustín Feced recibía sueldos, información y logística.

Y decimos esto debido a que Carlos Razzetti, -hijo del asesinado Constantino Razzetti- actuó como querellante en la causa Feced, que investigó los crímenes de la Triple A en Rosario, y se quejó públicamente en diversas oportunidades por la demora en la tramitación del expediente abierto por el homicidio de su padre.
En su momento, el hijo de Razzetti aseveró que enviaría la denuncia que hiciera oportunamente al Consejo de la Magistratura por desidia en la investigación del Ministerio Público. La denuncia fue por “pachorra investigativa”, imputada a un juez y como consecuencia de la misma se reavivó la indagación del episodio a manos del fiscal Ricardo Vásquez, quien libró oficios en busca de información vinculada con el caso y citó a personas relacionadas con los hechos, mencionadas en las testimoniales.
“El crimen de Constantino Razzetti fue obviamente político y resulta verosímil que haya sido cometido por la Triple A. Encuadra en la calificación de lesa humanidad y es por lo tanto imprescriptible, por lo que corresponde una investigación amplia, profunda y sin límites en el fuero federal”, sostuvo el fiscal federal rosarino Claudio Palacín, tras oponerse a la apelación presentada por su colega Adriana Saccone, que había negado la posibilidad de considerar e investigar el crimen que nos ocupa.
“No puedo más que coincidir con el denunciante en que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles”, aseveró además el fiscal general Palacín, que con su posición confirmo a mediados de 2007 la decisión del juez Sutter Schneider, en cuando a que correspondía iniciar nuevamente una investigación, aunque avanzó sobre el criterio de que se haga por averiguación de la “verdad histórica”, sin la citación a imputados.
Palacín hizo hincapié en que correspondía la intervención de la Unidad de Asistencia para Causas por Violaciones a los Derechos Humanos, a cargo de la doctora Griselda Tessio –ex vicegobernadora de la provincia de Santa Fe-, y creada por la Procuración General de la Nación.
El propio Razzetti (h) hizo hincapié en notas periodísticas que presentó “un listado con fuentes corroboradas, así como respecto de muchísimos asesinatos, porque mencioné los números de legajos de 1.600 víctimas, las que figuraban como desaparecidos de la CONADEP, por lo que prácticamente se triplicó la cifra que la justicia tenía, y pienso que sólo entregué el 50% de lo que realmente fue. Fue un plan hecho en 1966, ya que habían hecho todo el mapeo hasta 1973. Habían hecho la guía de un camino para llegar rápidamente a destino, ya que tenían censados a todos y cada uno de los militantes y dirigentes asesinados”.
Razzetti (h) se explayó ante la justicia sobre cómo se formaban las “patotas”, cómo las reclutaban, como el “Gato” Sainchuck dirigía el mapeo en la década del 70 pagado por la SIDE.[3]
El hijo del bioquímico no escatimó apuntar que “en el plan participaron la mitad de los gobernadores que asistían a reuniones organizadas por la Triple A y Silvestre Begnis no sería ajeno a ellas”.
Razzetti hijo se presentó como pretenso querellante en la causa del homicidio de su padre y querellante en la causa federal, ya que se considera víctima. En torno a la causa Razzetti, la segunda mujer del extinto jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo, Enrique Gorriarán Merlo, expresó su voluntad de declarar para poner en conocimiento de la justicia los nombres de los asesinos del bioquímico Constantino Razzetti.
Razzetti había nacido en Pincén, departamento General Roca, en Córdoba, un 1º de junio de 1915, siendo uno más de tres hijas mujeres y dos varones. En el comienzo fue un dirigente de grupos nacionalistas y adhirió al movimiento nacido el 17 de octubre de 1945. Instaló su laboratorio en Rosario y luego ganó el concurso de jefe de Bromatología del puerto rosarino, a la vez que se desempeñó como jefe de trabajos prácticos de Semiología, en la Facultad de Medicina, aunque también colaboró en el Hospital Centenario.
Sufrió la prisión junto a otros dirigentes rosarinos y en la Jefatura de Santa Fe al 1950, segundo piso, recibía la visita de su familia. El círculo se cerró al cesantearlo de todos los cargos que había ganado por concurso.
Al recuperar la libertad, en los inicios de la década del 60, se dedicó a la bioquímica y fue uno de los fundadores del Instituto Antirrábico de Rosario, así como de la escuela Luis Braille.
Convocado por Perón a una reunión en España y posteriormente a una segunda, en Italia, se lo consideró un referente del justicialismo de Rosario y llegó a ser delegado del Movimiento Nacional Justicialista entre 1968 y 1971, en dicha ciudad. A esta altura de los acontecimientos se consideraba a Razzetti como el futuro intendente, apenas la democracia despuntara. Ello fue rechazado al enterarse Razzetti que el candidato de Perón, a la gobernación, era Silvestre Begnis.
Al asumir Héctor José Cámpora, a Razzetti le devolvieron todos los cargos e intentaron pagarle los salarios caídos desde 1955. El 1 de junio de 1973, a días del golpe de derecha y el regreso de Perón a Ezeiza, Constantino Razzetti fue designado vicepresidente del Banco Municipal. El acta número 3595, del libro 33 es una prueba ilevantable de su designación, apoyada por las FAP, Montoneros y la MJP.
Razzetti participó de su última reunión de directorio del banco el 11 de octubre de 1973, según consta en el acta 3610. Dos días más tarde un nuevo documento del Banco Municipal describía un acto extraordinario motivado por el asesinato de Constantino. Horas después la JP colgó un cartel en San Lorenzo al 2600, tras conocerse el homicidio del vicepresidente del Banco Municipal que señalaba: “Evita junto al pueblo combatiente”. [4]
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En esta indagación periodística no queremos olvidarnos – porque es el momento oportuno- de Rodolfo Ortega Peña asesinado por una ráfaga de ametralladora de la Triple A, la noche del 31 de julio de 1974, a un mes de la muerte de Juan Domingo Perón.

Marcelo Duhalde recordó el episodio señalando: “Eran aproximadamente las dos de la mañana. Estábamos en un bar para organizar el homenaje a los compañeros fusilados de Trelew. Habíamos quedado Rodolfo Ortega Peña, mis hermanos Eduardo Luis y Carlos María, Haroldo Logiurato, otro compañero y yo”.
Los amigos de Ortega Peña intentaron convencerlo que debía cuidarse, que las amenazas que le hacían eran cada vez más agresivas y que era objeto de seguimientos cada vez más descarados, motivo por el cual pretendieron hacerle entender que debía tomar algunas medidas mínimas de seguridad, pero él no lo admitía.
“Alrededor de las 20 de ese 31 de julio, un supuesto periodista le había preguntado telefónicamente si en su despacho de la Cámara de Diputados iba a quedarse mucho tiempo más porque quería entrevistarse con él. El llamado sería una trampa para confirmar que se hallaba aún en su oficina, ya que lo estaban esperando en la calle”, señaló Duhalde, quien en su relato prosiguió:” Minutos después Rodolfo salió caminando del Congreso junto a su compañera Helena Villagra y tomaron por Callao, desde Rivadavia a Santa Fe y luego caminaron por Riobamba, donde ingresaron a una pizzería, de la que salieron a las 22.15”.
“Tomaron un taxi estacionado en la puerta de la pizzería y se dirigieron a Carlos Pellegrini y Juncal”, continuó el relator, quien acotó: “…ya en el interior del taxi, Ortega Peña le solicitó al chofer que apagara las luces del interior del vehículo. Estos y otros datos, conocidos con posterioridad nos confirmaron la participación del taxista en el operativo para asesinar a Rodolfo”, afirmó Duhalde.
En Pellegrini y Santa Fe el taxi dobló y otro vehículo, que venía siguiéndolo, inopinadamente se atravesó e impidió que otros vehículos que venían pudieran avanzar por Pellegrini. Al cruzar Juncal el taxi paró obligadamente y un coche que venía, casi a la par, se le atravesó. Descendió un hombre con una media de mujer en la cabeza y una ametralladora en las manos con la que le efectuó no menos de 23 tiros, ocho de los cuales fueron dirigidos a la cabeza, haciendo blanco en Rodolfo.
Esa circunstancia confirmó que los asesinos estaban al tanto de las conversaciones mantenidas en su despacho, donde intentaron que Rodolfo usara un chaleco antibalas que le había ofrecido su amigo Ricardo Beltrán”.[5]
Rodolfo Eduardo Almirón, el subcomisario de la Policía Federal, que en 1975 había formado parte de la Triple A, ya en Madrid, donde había logrado fugarse junto a López Rega, ingresó a un drugstore de moda en Madrid, localizado en calle Fuencarral, a pocos metros de la Glorieta de Bilbao y una vez más, a los habitué del lugar y amigos suyos les contó, sin ahorrar detalles, que él había asesinado al abogado, historiador revisionista, militante del peronismo de izquierda, periodista y defensor de presos políticos Rodolfo Ortega Peña, quien por ese entonces lideraba el Bloque de Base, desde donde criticaba al gobierno.
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A todo esto, en la residencia de Olivos, -según fuentes que negaron ser identificadas-, tuvo lugar una reunión secreta el 8 de agosto de 1974, presidida por Isabel Martínez Cartas de Perón. En la misma, previamente se habría concretado una proyección de diapositivas con imágenes de personas que en un futuro cercano serían eliminados por ser considerados “subversivos”.
Entre el grupo de diapositivas se hallaba la de Julio Troxler y los, por entonces, generales Videla y Viola se negaron a brindar ayuda para esclarecer esos crímenes.
[1] Lo Fiego falleció en el hospital de Ezeiza, el miércoles 7 de julio (2021), a las 19.45, teniendo 72 años. Allí había sido derivado desde el penal federal de esa misma localidad donde cumplía su condena por crímenes de lesa humanidad que cometió en Rosario entre 1976 y 1983. La justicia había rechazado un pedido de prisión domiciliaria porque no cumplía los requisitos para hacerla efectivo.
[2] De Lucero, se hizo una extensa referencia cuando en Proyecto Escaño analizamos la temática de la Revolución Libertadora.
[3] Nota realizada en LT8 a Razzetti en el 2007.
[4] Se tomaron datos para ampliar la investigación de ¿Quién mató a Constantino Razzetti?”. Carlos Del Frade.
[5] Los periodistas Felipe Celesia y Pablo Waisberg realizaron sobre el tema una minuciosa investigación, de la que el autor extractó sólo elementos indiciarios que aportan a la presente indagación de manera colateral.
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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política
Foto: Constantino Razzetti, dirigente peronista asesinado por la Triple A en 1973 (Rosario 12)
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