2. Alta en el cielo
El 20 de junio de 2002, alrededor de cincuenta mil argentinas y argentinos llegaron al Monumento Nacional a la Bandera, en la ciudad de Rosario, para participar del acto no oficial.
No querían ver el desfile ni escuchar el juramento de fidelidad.
Querían agarrar la bandera más larga del mundo.
Querían agarrarse de la bandera.
Del primer y último símbolo que recordaba aquello que alguna vez habían tenido, un país donde el futuro podía ser mejor que el presente.
Volver a sentir que la Argentina existía.
Y para eso era necesario agarrar la bandera.
No se recuerda en las crónicas periodísticas semejante cantidad de gente en una fecha histórica.
Chicos en brazos de papás sin trabajo llegaron hasta el Monumento.
Después del acto encuentro de miles, una parejita que no tenía ni para el colectivo, abrazaba a sus hijos que, a su vez, saboreaban un alfajor de chocolate y agitaban una banderita de plástico.
Todavía este cronista recuerda las miradas de la mamá y el papá de aquella parejita de chicos que no superaban los cuatro años.
Había emoción, tristeza y también algo de alegría.
-Ojalá que el alfajor le dure mucho –dijo el muchacho mientras caminaban hacia un destino incierto, como le pasaba a la mayoría.
Era necesario que el sabor dulce del chocolate permaneciera durante mucho tiempo en su hijita que, en la otra mano, agitaba el celeste y blanco sintético.
Era fundamental que la Argentina volviera a tener un gusto dulce para miles y miles de pibas y pibes.
Por eso aquella pareja estuvo en el Monumento aquel 20 de junio de 2002, para volver a sentir que se podía recuperar la sensación de formar parte de un país donde fuera posible soñar con un mañana de dulzura, abrazo y ternura para los hijos.
¿Qué era o qué es la bandera más larga del mundo?.
La idea surgió del periodista, humorista y realizador de decenas de proyectos audiovisuales rosarinos, Julio Vacaflor, el 3 de junio de 1999.
Coser la bandera con miles y miles de pedazos de telas aportados por chicas y chicos de las escuelas de todo el país con el objetivo de llegar al año 2012, cuando se cumplen los 200 años de la creación del símbolo, y convertirla en la más larga, la más grande del mundo.
-Esa mañana logro solucionar un –otro- inconveniente económico y de la angustia paso a un estado emocional óptimo gracias a un amigo.
Preparo el mate, me siento en un querido banco de madera y disperso sobre el escritorio un puñado de sensaciones.
Algunas de alivio, otras, de gratitud.
Si existen millones de buenas personas y son mayoría: ¿cómo es posible que por momentos duela tanto vivir en Argentina?.
¿Qué país heredarán nuestros hijos?.
No obtuve respuesta. Claro, si estaba solo.
-Algo deberíamos hacer para recuperar el aliento y la fe en nosotros mismos –estimo que pensé.
Vi una aguja y un hilo y una máquina y unas manos. Y una tela celeste, y otra blanca y una ciudad, y una Nación de 24 provincias.
Y con esas agujas, hilo, máquinas, manos y telas vi una bandera, grande.
Al día siguiente en rueda de amigos y familiares que asistieron al cumpleaños de mi mujer, 4 de junio –por ello recuerdo la fecha de marras- mientras desgajamos el campo social, político, futbolero, económico y cultural argentino, degluto la última empanada y comento la idea.
Azorados, escépticos y razonables algunos, me miraron con lástima. Otros también azorados trataron de huir, pero se demoraron demasiado.
Esa noche sustituimos pesares por utopías y quejas por acciones.
Si como generación arrastrábamos más de un fracaso, eso haríamos, volver a intentarlo.
Ese grupo de seres sin más herramienta que la esperanza, dio rienda suelta a su imaginación para transmitirle a cada argentino un mensaje alentador: si a la Nación la habían hecho pedazos, la misma gente con sus hijos como emblema, volvería a unirlos. ¿Cómo?. Con una máquina de coser. Cada retazo lo simbolizaría.
Nacía con ellos, la creación de la bandera más grande y unida del mundo, confeccionada con retazos de tela donados desde cualquier rincón del país, en particular chicos y jóvenes de las escuelas y cosidos por mujeres voluntarias en el propio Patio Cívico del Monumento Nacional a la Bandera. Sería esta bandera la más grande, como consecuencia de la unión de la gente..-relató de manera maravillosa el iniciador y promotor de la idea de "Alta en el Cielo", Julio Vacaflor.
También recuerda que aquel 20 de junio de 2002, "el país dolía a cada paso. Fue el año más duro y el más bonito. Tenía un julepe tremendo. Había gente por todos lados. No lo podía creer. Abuelos, padres y nietos, todos juntos queriendo agarrar la bandera. No tocaba el piso con los pies. Pocas veces sentí eso en mi vida", apuntó Vacaflor a meses del bicentenario de la bandera, a pocos metros de la llama votiva que recuerda al soldado desconocido en el mismísimo Monumento a la Bandera.
Fuente: "Los caminos de Belgrano", del autor de esta nota