Dos en la ciudad – Por Juan Pablo Darioli
¿Nada crece en la sombra?
El campo de la cultura es uno de los territorios más complicados para hacer un balance porque, a diferencia de otros, está siempre pivoteando entre lo material y lo inmaterial, entre lo concreto y lo simbólico. No hay índices que anulen las percepciones, no hay números de desarrollo que levanten el estancamiento. Tiene industrias, tiene comunidad y tiene Estado. Desde hace más de 20 años, la gestión cultural pública es un bastión de nuestra ciudad: Ciudad cultura.
Que María de los Ángles Gonzáles, alias Chiqui, haya profesionalizado el área no tiene que hacernos perder de vista que hubo funcionarios previos que aportaron a su crecimiento y consolidación, como Rafael Ielpi bajo la intendencia de Uzandizaga, y que en las napas de Rosario hay mucho capital simbólico, del que se bañó Berni, Fontana, Baglietto, Fito y tantos otros y otras. Lamentablemente, la pandemia reseteó un montón de debates y retrotrajo las acciones a comienzos de siglo. Quienes habitan los sinuosos terrenos culturales rosarinos saben que la omnipresencia de la producción pública y su impacto sobre la producción independiente fue motivo de hermosas discusiones allá por el 2011. Hoy así también lo sienten:
Asimismo, la ausencia de lugares para tocar, actuar o hacer fiestas sin tener que pagar un alquiler que se desentienda del evento. Es decir, una coproducción. Igualmente, la zona de calor donde se encuentran algunos artistas y de la que se sienten completamente afuera tantos otros.
¿Qué pasa con la cultura de Rosario que siempre parece a punto de despegar y no lo hace? No voy a pretender abordar acá la cantidad de contrapuntos que tiene el tema. En todas las posturas hay una cuota de razón pero los problemas son persistentes, haya un buen pasar económico o un mal pasar, con políticas de incentivo o no, con líneas de formación de espectadores o sin ellas, con apuestas de inversión en producción o producciones lowcost. Con viejas normas de nocturnidad o con nueva ordenanza. La posición geográfica de la ciudad es inalterable.
Lo que pueden cambiar son las políticas culturales de la Municipalidad de Rosario, esas que son la fijación de los libertarios de cabotaje de por acá. Un presupuesto para nada despreciable con el que se hicieron 2700 actividades culturales durante el 2024, entre festivales, formación, convocatorias, etc.
Y ojalá siga creciendo el presupuesto del área. El para qué es el problema. Tranquilos que no vinimos a escribir sobre las bolillas que siempre salen ni la productora que hegemoniza desde los grandes eventos hasta torneos de fútbol en el hipódromo. Lo nuestro es más conceptual.
En un documento interno para la discusión de gestores y artistas, el sociólogo y periodista Daniel Cholakian afinó la mira en relación a lo que queremos sostener en esta nota:
La cultura es el movimiento, es aquello que está desafectado de la ley y el orden, la que lo cuestiona, es lo que se arrebata ante el poder y el orden. Cuando la cultura es la ley y el orden, la gobernanza de la cultura, es un régimen de producción. En el mejor de los casos, un régimen de producción artística.
Las negritas me pertenecen (siempre quise decir eso). Lo que plantea Cholakian excede la prepotencia del Estado productor e incluso el debate por el canon y el respeto a la diversidad: producir cultura como si fueran papas fritas dispone una gobernanza que tiene resultados solamente en un excel. Da lo mismo “paint is not dead” que “Hola, mamá”. Da lo mismo Florencia Meucci y Manuel Cucurell que Martin Ron. Da lo mismo un concurso nacional que la imposición a dedo de las empresas que financian el trabajo.
……………………………………………………………………………………….
Irónicamente, bajo la sombra del silo que cobija un museo de arte contemporáneo y que hace de soporte de un mural de arte figurativo crece una creación colateral del proyecto desterrado.
De tan explícito ya dejó de ser una metáfora. El rosa de la obra depuesta se esconde del predominante celeste del mural mainstream, que está dándole la cara al centro de la ciudad y la espalda a la periferia (otro tópico de la cultura: centro-periferia).
Las políticas culturales de la ciudad están pensadas para ocupar el lugar grande que muy bien tienen ganadas. Insufladas para llenarlo y facturar rédito electoral. La noche de las peatonales es un evento comercial, no cultural. O debería plantearse así. El régimen de producción, que en el mejor de los casos (los hay) es un régimen de producción artístico, hace por hacer. En líneas generales, carecen de sentido, de planificación. Hay sobreoferta y no se escuchan las demandas. Son más que nada prenda de negociación con colectivos ya instalados. En los últimos años volvió con fuerza el mega-eventismo, el émulo musical de un mural internacional. Se van erigiendo muros altos que tapan la luz pero en la sombra van a seguir creciendo proyectos alternativos, autogestivos e independientes. Rosario es así. Pero para despegar falta un giro de 180° en la gestión.
Hace unos días la Municipalidad de Rosario reglamentó y puso en funcionamiento una nueva ventanilla para “Patrocinio o Sponsoreo” bajo la órbita de la Secretaría de Gobierno, a cargo de Sebastián Chale.
Básicamente se trata de blanquear y fomentar las colaboraciones con micro-influencers para difundir la agenda de actividades de la muni. Evidentemente es lo nuevo y lo que funciona en un público tan fragmentado y clusterizado pero subordina la política cultural a las reglas del marketing. Ni bueno, ni malo, solamente una puesta a tono con la época. Así que ya saben a quién golpearle la puerta del despacho para una colaborab o ft.