PROYECTO ESCAÑO

Rosas, Amendolara y las primeras redes de espías – Por Ricardo Marconi

 ​ 📜 El rompecabezas de la muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi

Rosas, Amendolara y las primeras redes de espías

"El Restaurador" Rosas no sólo planificó y puso a funcionar una red de espías para atrapar a los indios Ranqueles. Además, no descansaba en organizar una estructura militar, la que utilizó para algo más provechoso aún: generó una sensación de inseguridad colectiva y especuló con el miedo que producían las muertes de dueños de campos, -tareas que tenían a su cargo los sicarios que él mandaba para comprar a precio vil el ganado de los asesinados, siendo luego los animales utilizados para repoblar sus campos. Juan de Anchorena, socio de Rosas[1], especulaba también con el miedo a los malones  y con ese mecanismo llegó a comprar 4.000 cabezas de ganado. No debe olvidarse que la carne era el principal negocio, razón por la cual proliferaban los saladeros.

Rosas fue consciente de la necesidad de lograr el control social para gobernar y decidió lograrlo a través de la manipulación y la seducción. Los unitarios esperaban de él que lograra calmar a la plebe y que evitara la anarquía. Así, se creyó a sí mismo una encarnación terrena de Dios.

Los días de terror por venir no estaban lejos.

Corría el año 1823 cuando Florencio de Amendolara advirtió también, gracias a su red de informadores que en vez de organizar ataques de aislados malones, se estaba trabajando en la preparación de una organización guerrera, dispuesta a aniquilar "blancos ambiciosos".
La recolección de la información que receptó Amendolara no modificaba los planes básicos habituales de los ataques que ponían en funcionamiento la indiada, esto es un primer accionar de los “bomberos”, indios que conformaban una avanzada que tenía la tarea de recorrer campos para detectar en su camino a víctimas fáciles.

Luego se completaba el ataque con el apoyo de sus “socios”, gauchos –mezcla de españoles e indios Pampas y Ranqueles- alzados contra la autoridad, simples desertores de los fortines, bandoleros y forajidos llegados de Chile, obligados por el hambre a cruzar la cordillera.
Todos vivían en tolderías y se incorporaban a los indios con una crueldad indescriptible, cuyos fines eran robar ganado, matar hombres y niños, así como secuestrar a las mujeres que acompañaban a los ejércitos.

Así se terminaron de armar las bandas de Pincheira y "El Negro", las que en sus ataques vencían una red de espinas aceradas que rodeaban los fortines. Para ello provocaban, previamente, incendios en torno al fortín.
Cuando Rosas asumió su segundo gobierno el 13 de abril de 1835 hizo hasta casi lo imposible para expandir la división nacional con el objetivo de fortalecerse políticamente.[2]

 

El enemigo interno

Para lograrlo, apeló a su teoría del enemigo interno, que explicó al asumir la legislatura de Buenos Aires. Con la aplicación de dicha teoría, la libertad, la justicia y la paz social siempre están amenazadas y, de esa manera, justificó la necesidad de la dictadura.[3]

"Que de esa raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto (…) el Todopoderoso dirigirá nuestros pasos", afirmó con desparpajo Rosas[4], quien llegó a poseer 400.000 hectáreas y se ubicaba en el 10º lugar en el ránking de los terratenientes de ese entonces, tiempo en el que los Anchorena se hallaban en la pole position con 800.000 hectáreas.

Eran tiempos en que los alambrados no se colocaban y la hacienda cimarrona pastaba casi sin control. Eran épocas en que los empleados eran soldados del patrón, quien supervisaba todo el andamiaje desde el casco del campo, en conexión permanente con el puesto, que estaba a cargo de un capataz.

 

[1] Rosas tenía a los gauchos como sus seguidores fieles y utilizó a los mismos para dejar que aterrorizaran a los ciudadanos de Buenos Aires a través de la Mazorca
[2] Ver La Unidad Nacional de Ricardo Font – Escurra
[3] Ver Ibarguren.Ob. cit, pág. 145. La teoría rosista justificaba la rapidez de los procedimientos que, a su vez, hacía lo propio con el avance del Poder Ejecutivo sobre la justicia.
[4] Ibarguren. “El gaucho de los cerrillos”.  ob. cit. pág. 213.

 

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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política

Foto Rosario en el recuerdo: La calle Córdoba vista desde 1º de Mayo “hacia arriba” a principios de los años 40 muestra cortes, continuidades y transformaciones en relación a nuestro presente. A la derecha la plazoleta Belgrano (antes Brown), donde hoy se alza el Monumento a la Bandera. A la izquierda en primer plano una casa ya derruida cuyo terreno es parte de la parquización actual de la zona, y cruzando la calle la mansión del médico entrerriano afincado en Rosario, Bartolomé Vasallo, en cuyos interiores desde 1952 se oyen las variopintas voces de los ediles urbanos. Colección Federico Dunger

Viene de acá: La decadencia inexorable del Cabildo y la estructuración policial
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