El Rompecabezas de la Muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi
Sherrer, el espía que llegó del norte
Robert Sherrer, de baja estatura, pelirrojo y habituado a dirigirse a otros en voz baja, llegó en 1972 a nuestro país como el funcionario estadounidense más que eficaz en sus funciones, se ganó la estima de sus superiores y la consideración de sus colegas policías por su astucia.
De padre nacido en Alemania y madre en Irlanda, egresó de la carrera de Derecho de la Universidad de Foraham, Nueva York, y arribó a Buenos Aires como agregado legal de la embajada norteamericana, posición laboral que se añadió en los tiempos del director de FBI J. Edgar Hoover, un funcionario con doble personalidad, ya que decían sus empleados que organizaba fiestas nocturnas en las que se disfrazaba de mujer.
Desde la clandestinidad, Scherrer utilizó, en ese entonces, en nuestro territorio, su ropaje diplomático para perseguir, desde el área de Inteligencia, a los nazis.
Luego la CIA absorbió funciones de espionaje en ultramar y a los agentes del FBI, en América Latina, les quedó su participación en acciones contra el narcotráfico, perseguir fugitivos de la justicia norteamericana y trabajar en temas de seguridad nacional como por ejemplo el secuestro de aviones.
Scherrer en tiempos de golpes de Estado
En la época de los golpes de Estado, ocurridos en Chile y Uruguay, en 1973, toda la región –a excepción de Argentina-, estaba bajo el control operativo de los militares y a Scherrer, como analista de Inteligencia, le correspondió cubrir para la CIA Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay y Bolivia, países en los que incrementó su fama como el agente mejor informado.
Fue el espía que nos ocupa que logró intercambiar informaciones y favores con gobernantes de facto. Ese mecanismo de trabajo le permitió conocer, de primera mano, los métodos inhumanos que aplicaban los gobiernos represivos en los interrogatorios.
Ejecuciones clandestinas
El espía que nos ocupa sabía, con lujo de detalles, los operativos que concluían en ejecuciones clandestinas y las represiones sangrientas realizados por los grupos considerados terroristas.
Hay que dejar claro que informaba a sus superiores, tanto de la CIA como a militares, posibilitando de esta manera la captura de guerrilleros y de quienes simpatizaban con ellos, lo que no le impedía considerarse un católico practicante, ya que él mismo entendía era una situación personal ambigua desde lo moral”.
En 1979 opinaba en un encuentro casual: “Acuerdo intercambiar datos sobre terroristas” y agregó: “creo que deben ser arrestados y juzgados. No masacrados”.
Con el tiempo, hizo aportes a la lucha por los derechos humanos, con lo que logró, paradójicamente en Buenos Aires, una excelente relación con el coronel Alberto Valín, quien se desempeñaba en el Batallón de Inteligencia del Ejército argentino.
Para la Embajada de Estados Unidos en la Argentina, Valín era un militar creíble por la información de Inteligencia que le brindaba. En la década del 80 le habría confiado a Scherrer que el guerrillero montonero Mario Firmerich era, en realidad, informante suyo y que había comenzado a colaborar con el Batallón 601 de Inteligencia en la década del 70.[1]
Según Scherrer, “Valín envió despachos clasificados a Washington sobre la relación de Mario Eduardo Firmerich con los militares. Firmerich tenía el objetivo de desacreditar a sus compañeros guerrilleros, a los que convirtió, prácticamente, en parias políticos”.
Vale recordar que Firmerich fue un guerrillero y economista argentino y uno de los fundadores y principales dirigentes de la organización guerrillera Montoneros en la Argentina, en la década de 1970. En 2023 fue contratado como asesor presidencial por el gobierno de Daniel Ortega, en Nicaragua.
Lo curioso de esa situación fue que algunos guerrilleros detenidos y “tabicados”, se hicieron cargo de hechos que no cometieron como, por ejemplo, asesinatos políticos trascendentes, considerados por los argentinos como crueles e innecesarios y en ese rango de episodios fue considerado el homicidio del dirigente José Ignacio Rucci o el de Mor Roig.
“Lo hicieron para mostrar que eso es lo que yo estoy haciendo como dirigente”, recalcó Firmerich.[2]
Pero volvamos a Scherrer, quien sabía de otros homicidios, llevados adelante por gente de José López Rega, un político y policía conocido por su influencia sobre Juan Domingo Perón y María Estela Martínez Cartas de Perón y por su pertenencia a la logia anticomunista Propaganda Due.
Agentes “dobles”
Scherrer habría infiltrado a Montoneros y advirtió, como espía de la CIA, que “Firmerich ponía al servicio del Batallón 601 a otros Montoneros que podían estar “dados vuelta” o que estaban convencidos que serían capaces para trabajar como “agentes dobles”.
Las células de guerrilleros cordobesas no estaban controladas por Firmerich, quien sabía perfectamente que “la estructura celular de los Montoneros era un mito”, argumentó Scherrer y –vale puntualizarlo-, Firmerich utilizaba esa mentira o mito para justificar sus acciones poco claras.
El agente norteamericano, en lo concerniente a la policía cordobesa, dijo que “estaba fuera de control y se involucraba en extorsiones y secuestros para obtener fondos.
En esos tiempos, se escuchaba de manera insistente que “la gente de Raúl Oscar Lacabanne[3] “estaba involucrada en el narcotráfico y que recibía fondos para protegerlo, siendo uno de ellos Francois Chiappe”. [4]
Tensiones jurisdiccionales
Respecto al año 1975, Scherrer hizo hincapié en los celos y tensiones jurisdiccionales que tuvieron un desenlace fatal con la muerte del cónsul honorario estadounidense en Córdoba, esto es Jhon Patrick Egan, quien había recibido amenazas de Montoneros.
El embajador norteamericano en Argentina, Robert Hill, le pidió a Egan que viajara a Buenos Aires, donde podía protegerlo mejor. El cónsul rechazó el ofrecimiento y su esposa le envió una carta a la embajada norteamericana en la Capital Federal. La misiva llegó a su destino el día en que el funcionario de EE.UU. fue raptado por los Montoneros.[5]
Al momento de su secuestro Egan no tenía protección en su residencia, ofrecida por la policía de Córdoba, un acto promovido por Lacabanne a propósito, debido a una fricción entre la policía provincial y la delegación de la Policía Federal en Córdoba.[6]
Según Scherrer “el embajador Hill estaba fuera de sí por el secuestro de Egan e instó a todos los componentes de la embajada a indagar el paradero de los cinco montoneros reclamados por los raptores”.
Scherrer logró determinar por sus indagaciones que cuatro de los cinco buscados habían muerto y el restante estaba tan herido que no podía ser expuesto ante la televisión. La Policía Federal argumentó ante el espía que el gobierno argentino “nunca iba a acceder a las demandas de los terroristas aunque estuvieran vivos todos los montoneros detenidos”.[7]
Responsable
En la noche del 28 de febrero el cadáver de Egan fue encontrado sobre un camino de tierra en las afueras de la provincia de Córdoba, envuelto en una bandera que decía: “Perón o muerte”.
Su cuerpo tenía un impacto de bala entre sus ojos y el proyectil le atravesó el cráneo. Además –según Scherrer-, habían cortado sus genitales. Los Montoneros –agregó-, al contrario de lo que se comentaba, torturaron y mutilaron a otros prisioneros secuestrados para cobrar un rescate”.
Por otra parte, el agente extranjero recalcó por ese entonces que “a los Montoneros se los acusaba de secuestros y asesinatos políticos que no cometían y que llevaba a cabo el gobierno peronista, mientras los detenidos confirmaban que ellos no eran responsables de determinados episodios.
Interrogatorios
Los servicios de inteligencia de Argentina habían interrogado a matones peronistas que habían intervenido en los negados referidos hechos y Scherrer dejó entrever que “distintos sindicatos fueron responsables de numerosos casos en los que colocaron artefactos explosivos, asesinaron a personas y extorsionaron, especialmente a involucrados en la industria automotriz y, en la planta de embotellamiento de Coca Cola”. Estos episodios habían sido atribuidos a la izquierda.[8]
Scherrer confirmó a sus superiores que “el submundo de la droga había reventado al círculo íntimo de la presidenta”, sobre la que se comentaba que tenía “un comportamiento errático”.
Lastiri cocainómano, según Scherrer
“El expresidente Raúl Lastiri usó cocaína”, comentó Scherrer en una entrevista realizada en 1987, poco tiempo antes trabajar en el FBI, oportunidad en la que agregó que “la Policía Federal tenía cintas grabadas en las que Lastiri hablaba con la presidenta del consumo de cocaína”.
Scherrer, en una reunión que mantuvo con el general de brigada Albano Arguindeguy –quien había asumido como jefe de la Policía Federal el 2 de febrero de 1976-, se enteró que no había cooperación entre la Policía y el Ejército-, motivo por el cual el militar tenía la misión de “ajustar una nueva planificación contra la insurgencia”.
Para ser más precisos, Scherrer estuvo en el despacho de Arguindeguy cuando el militar fue instado por los estadounidenses a expulsar a François Chiappe, el capo de la droga protegido –al parecer-, por el brigadier Raúl Lacabanne en Córdoba, quien hacía lo propio con otros jefes de traficantes.
Es preciso acotar que Chiappe, el capomafia de origen corso saltó a la celebridad en las décadas del 60 y 70 y falleció en la provincia de Córdoba, envuelto en el enigma y el silencio que rodearon sus últimos años. Con su muerte se cerró uno de los capítulos más oscuros de la historia criminal argentina, el de la "Conexión Latina", como se llamó a una organización de traficantes de heroína.
Chiappe -vale acotar-, vivía en los cerros cordobeses, más precisamente en un chalet conocido como “La Cumbre”, que había sido propiedad del austríaco Fritz Mandel, un nazi un fabricante de municiones.
Como protección extra, ya que era permanentemente vigilado por la Inteligencia argentina, Chiappe había regalado a la policía autos y relojes y, por ese motivo, fue detenido por la Brigada Aerotransportada 4 de Córdoba, siendo de inmediato junto a otros siniestros personajes, trasladado a Ezeiza, donde se lo subió a un avión –según admitió Harguindeguy-, fletado por la DEA en el feriado argentino de mayo para que no pudiera anteponer un habeas Corpus.
Chiappe habría recibido una terrible paliza –según el agente estadounidense Michael Levine-, que se hallaba en el Boing para recibir a los reos. Levine admitió posteriormente que Chiappe “había perdido todos los dientes en la golpiza”. Scherrer luego dijo que otro detenido “se apedillaba García, quien luego se supo se suicidó”.
Arguindeguy, admitió que “la operación de inteligencia de la SIDE fue la más importante en la coordinación con las fuerzas militares y policiales de los países vecinos, ya que tuvo a su cargo el análisis sobre los grupos guerrilleros no argentinos”. Scherrer, por el contrario, sostenía que “la gente de la SIDE era una manga de incompetentes”.
“Como si esto no fuera poco” – como dicen habitualmente los vendedores arriba de los colectivos cuando ofrecen sus ofertas-, al agente de inteligencia, en el aludido despacho de Lacabanne, lo acompañaba el embajador Robert Hill; el diputado y jefe de la misión estadounidense Max Chaplin.
Entre los restantes sospechosos (cinco en total), había un viejo contrabandista, vinculado a la Unión Cívica Radical desde los días de la Resistencia clandestina en el primer gobierno de Perón.
Para el norteamericano “el Batallón 601 de Inteligencia era el mejor servicio de Argentina y uno de los mejores del mundo”. Sólo en la Capital Federal unos cien “halcones” –auxiliares civiles que dependían de la Dirección General de Inteligencia de Seguridad Federal operaron con nombres falsos, mientras que otro grupo dependía del comisario mayor Lapoyoule (a) “El francés”, titular de Coordinación Federal.
A propósito de la habilidad de obtener información clasificada por parte de Scherrer, hay que hacer mención a que le permitió a éste hacerse de una foto de la expresidenta María Estela Cartas de Perón presidiendo una sesión del Senado argentino. En la misma se mostraba a uno de sus guardaespaldas: Esteban García, quien era nada menos que un fugitivo de “Clase 1 de la DEA, desde que fue procesado en Estados Unidos por participar de una conspiración para contrabandear cocaína. El fugado regresó a Argentina, donde permaneció como fugitivo y comenzó a trabajar con la “patota” de López Rega.
Para Estados Unidos ello era una prueba de que Isabelita y su entorno estaban asociándose con criminales. Harguindeguy se llevó las fotos para mostrárselas a Videla. [9]. Cartón Lleno
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Fentanilo en nuestra región
En nuestras columnas de Proyecto Escaño, en varias oportunidades nos hemos visto en la necesidad de advertir el crecimiento ostensible del ingreso de fentanilo, una droga ilegal que está haciendo estragos en América del Norte, Centroamérica y ahora en Latinomaérica.
En nuestro informe de la visita de la general de cuatro estrellas Laura Richarsond, comandante del Comando Sur estadounidense, al comentar los temas de análisis tratados en Argentina, hizo mención a los retos que se deben enfrentar en conjunto en nuestra región respecto del accionar de organizaciones criminales trasnacionales que generan inestabilidad e inseguridad en todos los Estados donde se sumergen, ya que no sólo trafican personas, sino que también hacen lo propio con las drogas ilegales, temas en los que según ella “trabajan juntos cuando actúan como en los casos de China, Rusia e Irán, junto a Cuba y Nicaragua”.
En el caso de las drogas, lo que viene creciendo indubitablemente es el tráfico de Fentanilo. Richarsond le habría señalado a la Inteligencia argentina que su tráfico ilegal en américa Latina puede “extenderse como una epidemia”.
Incluso habría apuntado la general norteamericana que se estaría mezclando la cocaína con fentanilo. Y en cuestión de tiempo la situación podría agravarse. El negocio ilegal en su conjunto alcanzaría con el agregado del tráfico de personas, de la minería y la tala ilegal en su conjunto a más de 300 mil millones de dólares anuales. “Hay que seguir el dinero para aplastar esas actividades”.
Insistentes versiones indican que Ecuador ha experimentado un aumento significativo del tráfico de drogas con vínculos entre políticos y funcionarios de justicia. Por eso en países latinoamericanos se ha incrementado la necesidad de controlar el lavado de dinero para blanquear acciones delictivas.
Rosario “la primera narcociudad”.
Así fue calificada por el diario The Guardian que viene tratando la situación del narcotráfico en nuestro país. En ese medio de comunicación se viene haciendo hincapié en los asesinatos al azar o por quedar en el medio de un tiroteo narco.
El diario recordó que "Rosario, una ciudad portuaria del interior del país, ha estado atrapada por la violencia de las bandas narcos durante décadas. Su ubicación es de importancia estratégica, ya que se encuentra a lo largo del principal canal de transporte agrícola del país” y agregó: “Los envíos desde Perú y Bolivia, países productores de cocaína, descienden por la vía fluvial Paraguay-Paraná, cambiando de barco en Rosario y otros puertos, antes de continuar hacia Europa y África. Y ahora, los expertos advierten que el negocio está aumentando".
The Guardian remarcó, además, "las bandas narco desalojan a la gente de sus casas, para utilizarlas para almacenar drogas y armas”. Los rosarinos lo saben de memoria y sin embargo sigue ocurriendo.
El diario inglés hizo referencia a declaraciones del fiscal Luis Schiappa Pietra, quien hizo referencia a que los juzgados son “chicos cada vez más jóvenes” y ello se visibiliza desde hace una década en Rosario. A ello hay que agregar las estadísticas de la UNODC, según las cuáles Argentina se ubica en el lugar 14 de la utilización de la cocaína de baja calidad a nivel mundial. Es la cocaína que se comercializa a nivel interno. “La que se exporta es la de primera”, según la fiscal federal Mónica Cuñarro.
En el país “el paco” predomina, acotó Cuñarro. Es que el paco es adictivo y los especialistas hacen hincapié en que se mezcla la cocaína con químicos, pegamento, vidrio molido o veneno. Es la tercera droga que se consume en el país”.
Operaciones carcelarias
Schiappa Pietra, en la nota que dio a The Guardian agregó que “Todos los jefes de las bandas narco de Rosario están presos, pero hace cuatro o cinco años empezaron a operar desde dentro de las cárceles. Uno de ellos ha cometido más delitos dentro de la cárcel que cuando estaba libre”,
“Cada año vemos miles de casos de narcotráfico en los tribunales, pero para solucionarlo tenemos que atacar el lavado de dinero: la justicia debe seguir al dinero”, finalizó el entrevistado.
[1] Vale recordar que Montoneros era una organización católica de derecha y, posteriormente, giró a la izquierda. La Policía. Martín Edwin Ardensen. Editorial Sudamericana. Pág. 244.
[2] Íbidem
[3] Fue un militar argentino, perteneciente a la Fuerza Aérea Argentina. Se lo designó interventor federal en Córdoba entre el 7 de setiembre de 1974 al 19 de setiembre de 1975 por María Estela Martínez Cartas de Perón. Alcanzó la jerarquía de brigadier mayor.
[4] Íbidem p. 247.
[5] Íbidem p. 247
[6] Lacabanne justificó su accionar diciendo que “los guardianes que normalmente protegían a Egan, tanto en su casa como en su oficina habían sido destinados a la búsqueda de un asesino de un policía recientemente asesinado por la guerrilla. p.248
[7] Íbidem. P.248
[8] Ibidem. Pág. 2562 de
[9] Carta de Scerrer a Andersen.
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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política
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