El rompecabezas de la muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi
Una inexactitud casi desconocida
Por Ley del 3 de agosto de 1852, promulgada por el gobernador Crespo dos días más tarde, se acordó dar el título de ciudad a Rosario a la villa del mismo nombre, ya que por sus autoridades y por su nuevo rango institucional, así como por su creciente importancia política, le correspondía.
Asimismo, la fecha del 13 de agosto de 1854, atribuida a la fundación de la policía de Rosario, basada en los decretos 13454 de 1845 y 8616 de 1852, así como el hecho que la misma se realizara "bajo la dirección del brigadier general Benjamín Virasoro", es, debemos decirlo, inexacta.
En realidad, los actos anuales y protocolares del mes de agosto, realizados anualmente en la plaza San Martín de Rosario, en un marco de muy bajas temperaturas y neblinas habituales para esa época del año, conmemoran la fecha del decreto por el cual se organiza administrativamente y judicialmente al pueblo y al Departamento Rosario, bajo una jefatura política que genera y cuya autoridad somete al jefe de Policía.
Considerado y sancionado por la Junta de Representantes, ese decreto fue puesto en ejecución de inmediato, con el nombramiento del Jefe Político –Benjamín Virasoro- el 14 de agosto de 1854.
Dicho cargo no tuvo, en tal circunstancia, el carácter policial ulteriormente asignado al mismo, sino el de representante del Ejecutivo, en aquella jurisdicción. Su creación obedeció a una necesidad política, manifestada al gobierno provincial por la Confederación y no al propósito de establecer la organización policial, como erróneamente se cree, la cual ya existía.
Como ya señalamos, por ley del 3 de agosto de 1852, se puso en marcha para la ciudad y su Departamento, el 28 de diciembre del mismo año, un juzgado de Policía, nombrándose al mismo tiempo, para desempeñarlo, al teniente coronel Estanislao Zeballos, del que nos ocuparemos oportunamente de manera exhaustiva.
Siendo el Jefe Político un "representante" del Poder Ejecutivo, comisionado para lograr el orden de la jurisdicción territorial que se le confiaba, iba a tener, necesariamente bajo su dependencia, al responsable en ella de la función policial.
Las expresiones juez de Policía y jefe de Policía aparecen en la documentación de la época bajo un único concepto: funcionario que desempeña la jurisdicción policial en su empleo de mayor jerarquía. Ambas fueron utilizadas de manera indistinta y referidas a un mismo cargo.
Así figura en la Ley de Presupuesto de 1855, con el nombre de juez de Policía, sancionada el 27 de enero –Tomo II, página 241- para la capital de la provincia y Rosario.
Nicasio Oroño fue el iniciador de la idea de crear el cargo institucional de Jefe Político –sobre la que profundizaremos más adelante-, para que se dotara a Rosario de las necesarias autoridades superiores, pues, a su entender, no era posible que se siguiera tratando a dicha urbe como si fuera una aldea con un juez de Paz, en quien se resumían todos los poderes.
El presidente Justo José de Urquiza, inspirador de la Constitución Argentina (1801-1870), intervino con el gobernador Crespo y éste accedió a los que aspiraba, justamente, Rosario.
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En la helada y ventosa noche del 1º de junio de 1855, hicieron su presentación oficial por las calles de tierra de la naciente ciudad de Rosario, sus primeros trece serenos, vestidos con sus abrigados capotes, bufanda, gorra y caperuza. Por todo armamento llevaban una lanza, de cuyo extremo pendía una "linterna" encendida.
La comunidad rosarina, que veía comprometidos sus intereses por la casi inexistente vigilancia nocturna, tomó debida cuenta del nuevo mecanismo de control institucional de la seguridad pública. El costo económico mensual del emprendimiento alcanzaba de 1 a 5 reales bolivianos, de acuerdo a la clase de propiedad o comercio que el contribuyente tuviera.
Los serenos tenían la obligación de recorrer la sección que se le asignaba y debía, cada hora, cantar la información sobre el estado del tiempo. Precisamente las novedades climáticas era la más habitual en todas las horas nocturnas de ese lejano tiempo y de allí tomaron aquellos guardianes el nombre de "serenos", quienes rivalizaban entre sí, con su voz, utilizando cantos entonados que resultaron tranquilizadores en los barrios durante casi tres décadas, al cabo de las cuales se dejó de lado ese servicio para reemplazarlo por el permanente de la Gendarmería, institución en la que se formaría un siniestro personaje del que, a su tiempo, detallaremos su criminal derrotero.
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Los vecinos que se levantaron temprano el 15 de mayo de 1854 pudieron enterarse con entusiasmo que a los pocos días saldría a la venta el primer periódico que se editaría en Rosario: "La Confederación".
El pregonero, hasta ese momento, a viva voz y acompañándose del redoble de un tambor, hacía conocer a quien lo escuchara las principales noticias, decretos y documentos oficiales.
Paralelamente fijaba manuscritos en las puertas de las iglesias y en los otros edificios públicos.
La otra experiencia vivida por los rosarinos en el sentido apuntado había sido una imprenta volante del Ejército con la que Justo José de Urquiza hacía conocer su versión de los hechos en torno a su avance sobre Buenos Aires para derrocar a Juan Manuel de Rosas.[1]
La dirección del periódico estaría a cargo de Federico de la Barra, un periodista porteño de sólo 37 años, que llegaba a Rosario con un manto de reconocido prestigio.
El objetivo del medio de comunicación era, según su editor responsable, el de "no esquivar ninguna materia de trascendencia general para la Nación, sin menoscabo de las atenciones que debe a los intereses locales de la provincia de Santa Fe".
Estaba la publicación orientada a la defensa del ente político constituido por las provincias unidas, frente a las cuales se había colocado Buenos Aires.
Era, según el propio jefe de redacción, un periódico dedicado a temas políticos, literarios y comerciales, tratados en cuatro páginas, a cuatro columnas, dos veces por semana. Posteriormente, el 1º de agosto de 1854 editó tres ediciones semanales, los martes, jueves y sábados.
Las informaciones internacionales comenzaron a editarse a partir del 3 de junio del citado año, en las que se hacía especial hincapié en las noticias relacionadas con la independencia de Italia y más específicamente las que mencionaban a Giuseppe Garibaldi, que contaba con seguidores en Rosario.[2]
Las fuentes informativas nacionales eran propias, mientras que las internacionales eran “levantadas” de medios que llegaban a Buenos Aires. Vale apuntar que cuando la noticia lo requería por su envergadura, se emitían "adelantos".
La Confederación contó con comentarios de obras teatrales, a los que se sumaron informaciones sobre transacciones comerciales.
Dejó de publicarse en octubre de 1861, tras siete años y mil ediciones en su trayectoria.
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De los que sí aprovecharemos para ocuparnos al pasar y en algunos párrafos, son los que dedicaron su existencia por ese tiempo (1861-1900) a pleitear en Santa Fe, quienes fueron perseguidos por su mala fama en los primeros gobiernos en el Río de la Plata y su "zona de influencia", debido a que perturbaban la vida de los vecinos con sus juicios. Los vecinos argumentaban en Rosario que "hacían más mal que bien".
En la época colonial, gran parte de los "avenegras", "picapleiteros" y "covachuelistas", como se los denominaba entre las pobres, a los abogados, eran graduados en España y a partir del siglo XVII comenzaron a surgir de universidades de América. En nuestro Virreynato los licenciados y doctores en jurisprudencia provenían de la Universidad de Chuquisaca, de la Audiencia de Charcas, de la Universidad de San Felipe, erigida en Chile o de la Universidad de Córdoba, que en el año 1791 generó la Cátedra de Instituta y luego la Facultad de Jurisprudencia, en la que se imponía a sus alumnos cubrirse con vestido y capa negra y sombrero redondo del mismo color.
En 1800 se crean en Córdoba, para formar abogados, la Universidad de San Carlos y de Nuestra Señora de Monserrat, dirigida por el doctor Gregorio Funes.
En la lista de profesionales se destacaron en el ejercicio de la abogacía varios de los funcionarios a los que hemos hecho mención y que entendemos vale mencionar.
Entre los primeros matriculados, a partir de 1861, vale señalar a Melquíades Salvá, ex fiscal de Estado y ministro en el gobierno de Servando Bayo; Avelino Ferreira, Tomás Isla, José María Zuviría, hijo de Facundo Zuviría y Nicanor Molina, sólo por nombrar algunos abogados.[3]
[1] Miguel ángel De Marco. Orígenes de la prensa en Rosario. Editorial Colmegna. 1969.
[2] Rubén Alejandro Fraga. Esto que nos ocurrió. Cuando Rosario tuvo su primer periódico. El ciudadano y la gente. 15/5/2010. Contratapa.
[3] Abogado proviene del latín advocatus. No contiene "A" ni "V" –uve /ove, que actualmente suena con “b” en los países de habla hispana; por lo tanto es bilabial y sonora. Palabras antimológias. Editorial del Diario El Litoral. 23/08/2007. Enrique José Milani.
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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política
Imagen: Rosario en el Recuerdo
Viene de acá: Los primeros mafiosos
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