📜 El Rompecabezas de la muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi
Una vida a sangre y fuego
Al producirse los episodios revolucionarios de 1880, dos candidaturas ocupaban la opinión pública nacional: las de Carlos Tejedor –gobernador de Buenos Aires- y del general Roca -ministro de Guerra y Marina de Nicolás Avellaneda-, siendo este último el candidato del gobierno, apoyado, asimismo, por la Liga de Gobernadores del Interior.
La oposición, encabezada por Tejedor, para imponerse a la imposición de un sucesor, tomó disposiciones de carácter militar y otras que, impartía Avellaneda, -esto es la creación de nuevas unidades militares en las provincias y la remisión de armamento a ellas, con su consecuente concentración en la Capital, llevaron a una situación en la que, no obstante, algunas gestiones conciliadoras, incluso la de la formación de una Comisión de Paz ante ambos gobiernos, se desembocó en una guerra civil por cuestión de candidaturas.
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En el centro de esa situación desesperante, Octavio Grandoli cumplía funciones de ayudante del general Racedo, cuando este último organizó en Rosario una fuerza militar que libró el combate de Olivera.
Precisamente, en torno de los prolegómenos de esa lucha fraticida, por telegrama de las 1.53 horas del 17 de junio de 1879, supieron los enemigos de Racedo que éste se movilizaba con sus fuerzas mediante marchas nocturnas sobre la localidad de Olivera, desde Azcuénaga.
Entonces Arias, el contrincante de Racedo resolvió proseguir su retirada marchando hacia Luján. A las 8 de la mañana, chapaleando con sus soldados la escarcha salió el fugitivo llevando como grueso la masa de las fuerzas desarmadas, utilizando el camino paralelo a las vías del ferrocarril y en columnas.
Iba precedido por una vanguardia constituida por un regimiento que hacía de escolta y en la retaguardia eran dos los regimientos de caballería que cerraban el traslado de fuerzas.
Cuando las fuerzas de Arias estaban a dos kilómetros de la estación de Olivera, las adelantadas de Racedo alcanzaron su retaguardia e iniciaron el fuego.
Racedo dispuso que el grueso de las tropas continuara la marcha ordenada, mientras él contenía al enemigo con los dos regimientos de la retaguardia, a los que consideraba como los mejores entrenados, quienes –eran 25- de a pie enfrentó al adversario hasta que llegaran los regimientos de refuerzo, los que al llegar, permitieron a Arias lanzarse con ellos a la carga, empleando dos grupos de soldados en un ataque frontal, mientras que con los dos restantes envolvían el ala y flanco izquierdo de la vanguardia enemiga. El humo de la pólvora ocultaba a los soldados que disparaban sin cesar y caían ensangrentados desde los dos bandos.
La vanguardia de Racedo, constituida por el Regimiento 2 de Línea, retrocedió hasta la estación, echó pie a tierra y combatió cuerpo a cuerpo, no pudiendo con la maniobra detener a los jinetes provinciales, que lo obligaron a montar nuevamente a las fuerzas de Racedo para replegarse desordenadamente y a todo galope, aunque no pudo evitar la muerte de un numeroso grupo de soldados a la altura del puente de Olivera, donde cayeron sableados o decapitados.
Otros fueron capturados y con ellos se retuvo a caballos del enemigo que, de esta forma, permitieron recuperar a los caídos en el combate. En la persecución, uno de los regimientos de Arias cayó bajo el fuego de artillería y fusilería de Racedo, siendo obligados a dispersarse luego de sufrir varias bajas.
Octavio Grandoli, un rosarino nacido el 23 de marzo de 1853 e hijo de Mariano Grandoli y Magdalena Correa, también participó del combate de Corrales. Cuando Arias se aproximaba al lugar escuchó el fuego de su artillería y supuso que era de sus propias tropas en un acto de protección ante el ataque enemigo. Estaba equivocado.
En la meseta de Corrales, que dominaba la zona de campo abierto, tenía en su seno desarrollándose un combate. Inicialmente el fuego provenía de dos cañones y de algunos hombres al mando del coronel Lagos, los que se opusieron al enemigo proveniente de Flores, que pretendían cortar y encerrar por allí a las fuerzas de Arias.
La eficacia de este grupo fue tal que obligó a las fuerzas leales a concentrar sus disparos sobre la meseta dominante, en circunstancias en que le llegaban al jefe provincial tres piezas más y cuatro batallones enviados por el coronel Campos.
El adversario, pese a la lluvia de proyectiles, siguió su avance hasta la altura, momento en que Lagos envió tres batallones a su dacha, al mando de un comandante para contener al 8 y al 11 de Infantería, al 1º de Caballería y al resto del ejército de la Chacarita, para proteger a las fuerzas de Arias, que en ese momento realizaba un cambio de frente para batirse en retirada.
Por el fuego de cinco cañones y de la infantería, los leales se vieron contenidos y debieron buscar envolver, por el sur, el ala izquierda de Lagos, aunque sin éxito por el contraataque de flanco del Batallón de Guardiacárceles.
En definitiva, tres ataques fueron dirigidos contra la meseta y los tres fueron rechazados. Los leales no pasaron y debieron retirarse a Flores, siendo perseguidos a las 14 por las fuerzas de Lagos… fue en esos momentos en que llegó la orden de replegarse a las trincheras mugrosas, aunque más seguras para reabastecerse, descansar y entrar a la ciudad con 4.000 hombres.
Racedo, que sufrió 300 bajas entre muertos y heridos, secundado por Octavio Grandoli, tomó según sus informes de combate 1.265 prisioneros, una ametralladora, 25 fusiles y 3.500 caballos.
El militar que nos ocupa, quien había culminado sus estudios secundarios en el Liceo y Escuela de Artes y Oficios, dirigido por Tesandro Santa Ana, se había dedicado a la ganadería y se había casado con Carmen Freyre Maciel.
Formó parte del Batallón Rosario, en la provincia de Buenos Aires y participó como oficial en el enfrentamiento de Puente Alsina.
En su vida civil formó parte del grupo fundador del Jockey club, del club de Residentes Extranjeros, del Tiro Federal Argentino, de la Cruz Roja Argentina y junto a numerosos vecinos, del barrio Arroyito.
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El primer día de enero de 1884 tomó posesión del cargo de intendente de Rosario – fue el primero en esa función- hasta el 31 de diciembre de 1885.
Su gestión tuvo lugar en el marco de la del gobernador Luciano Leiva y en la de sus parientes José Bernardo Iturraspe y Rodolfo Freyre.
Para la ciudad generó iniciativas tales como el ordenamiento del sistema de recolección y quema de residuos y la gestión tendiente a la instalación del sistema de agua corriente.
Fue el 11 de diciembre de 1893 que tomó a su cargo la jefatura política a través de la intervención nacional de José Zapata y repitió el mandato en 1897, época en la que reorganizó el Cuerpo de Bomberos, disuelto en 1893, luego de la revolución de ese año. Se desempeñó como presidente del Consejo Ejecutor de la Administración comunal desde 1897 hasta 1904.
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En forma concomitante con la presidencia de Grandoli en el Consejo Ejecutor, comenzó a ser publicado el periódico anarquista La Protesta, fundado por Gregorio Inglán Lafargue y Antonio Pellicer Paraire, fuente a la que confluyeron destacados periodistas y escritores de ese tiempo y en el que volcaron sus ideas.
Nació la publicación como "La protesta humana" y el doctor Juan Cremage –editor de El Perseguidor-, adquirió nueva maquinaria y amplió el número de ejemplares, a la vez que decidió cambiar el nombre por "La Protesta".
En 1907 fue el vocero de los desheredados y maltratados de las clases dominantes. Los talleres donde se realizaba la publicación sufrieron atentados. Por sus páginas pasaron a la historia textos de Eduardo Gilimón, Alberto Ghirarldo, Florencio Sánchez, Gonzalo Pacheco y Virginia Bolten, a quien ya aludimos en otra columna.
La publicación pasó por varias etapas. Algunas hasta con dos ediciones diarias, dirigidas por Emilio López Arango y Diego Abad de Santillán. De mañana era "la Protesta" y, de tarde "La Batalla", donde, además, se publicaban dos suplementos, uno semanal y el restante quincenal.
Allí se volcaban notas sobre el anarquismo, literatura latinoamericana y universal, sociología, filosofía y hasta sicología. Desde "La Protesta" se denunciaban matanzas, las huelgas contra La Forestal, la Patagonia y sus episodios trágicos y los fusilamientos de 1500 obreros a manos de los enviados por personajes siniestros como Amaya y Valerna, conducidos por referentes de la cúpula del poder, que se rumoreaba, recibían órdenes presidenciales.
Con el advenimiento de la dictadura de Uriburu y luego en la denominada década infame, la publicación se vio obligada a salir más espaciadamente, mientras como telón de fondo soportaba persecuciones, llegando incluso a la década del 60, cuando escribían en sus páginas Ángel Capelletti, Oscar Milstein, Herbert Marcuse y Eduardo Colombo.
Llegó "La Protesta" a denunciar maniobras de la dictadura de Lanusse y alertó sobre el genocidio en ciernes que supervisaría la maquinaria estatal, a través de las fuerzas armadas.
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Octavio Grandoli, -a él regresamos en una época de grandes huelgas que se iniciaron a partir de octubre de 1901- tuvo activa participación como mediador en el conflicto sindical iniciado entre 800 obreros y empresarios de la Refinería Argentina del Azúcar, politizado a raíz de la muerte de un operario a manos de un policía, ocurrida el 20 de octubre de ese año cuando
Los operarios presentaron un pliego revindicatorio donde se pedían aumentos de sueldo, reducción de la jornada laboral y mejores condiciones de salubridad, el que fue rechazado por la empresa de Ernesto Tornquist.
Grandoli propuso conformar un Comité de Huelga para mediar entre los trabajadores y empresarios, pero la propuesta no fue aceptada. Grandoli volvió sobre sus pasos argumentando que entre los dos grupos en pugna había anarquistas, a los que ordenó apresar.
Un grupo policial, dirigido por Octavio Grandoli, detuvo a Rómulo Quidi, quien era buscado por anarquista y una multitud intentó evitar el procedimiento, por lo que las autoridades abrieron fuego.
Los huelguistas intentaron frenar el traslado de los detenidos, dando lugar a la muerte del obrero austríaco Cosme Budislavich, austríaco, de 34 años, quien recibió un tiro en la nuca en calle Iriondo, junto al galpón "El atrevido". El asesinato fue calificado como la primera víctima obrera de la violencia policial en Argentina.
Grandoli se opuso a la protesta laboral, pero no tuvo éxito y se realizó un acto de repudio que contó con la asistencia de entre 5 y 8 mil personas. Por último, junto al dirigente Juan Bialet Massé, intentaron una salida negociada de la huelga.
Grandoli ocupó también la legislatura nacional como diputado y participó de la fundación de la Liga del Sur. Fue por su iniciativa que años más tarde –el 1º de agosto de 1990- creó la Caja Mutual de la Policía.
Fue designado ministro de Gobierno, Justicia y Culto, el 8 de octubre de 1913, en el gobierno del gobernador Menchaca, y en el desempeño del cargo falleció el 6 de mayo de 1914. Sólo resta agregar que, como periodista, fundó el diario La Provincia. Una calle rosarina recuerda su gestión.
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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política
Viene de acá: Combatir hasta el hartazgo
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