📜 El Rompecabezas de la muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi
«Yo justifiqué el fusilamiento de Valle»
“La gente no se anima a decir ciertas cosas con respecto a la Revolución del 55 y al levantamiento del 56. Hay que entender lo que sucedía inmediatamente antes del proceso revolucionario en Buenos Aires y en Rosario con Valle y Tanco. Había muchos canales de comunicación obturados”, empezó apuntando en un tono de profesor universitario René Balestra.

En su despacho de la presidencia de la fundación que presidía, al momento de la entrevista, Balestra se recostó aún más en su sillón, reclinó su cabeza hacia atrás y disparó: “La Revolución y el clima del 55 era de revancha y cuando se habla del levantamiento de Valle y Tanco se pretende embellecerlo, queriendo unir esa acción militar al restablecimiento de la República conculcada. El levantamiento contra un hombre como Perón, de enorme popularidad había que entenderlo viendo lo que sucedía en Cuba con Castro o en países africanos con Idi Amín Dadá. Algo parecido sucedió en el país”.
Me miró fijo a los ojos y continuó con sus recuerdos: “El que era peronista sintió el levantamiento como una rehabilitación y el antiperonista como un mecanismo subversivo de alguien que quería volver las cosas a su situación original”.
“Mucha gente no consideró adecuado el fusilamiento de Valle, el que se entendió, en ese tiempo, como una especie de magnicidio”, remarcó Balestra a la vez que tomó una bocanada de aire para continuar su argumentación sobre los hechos.
“La policía que conducía Kurtzeman en Rosario, por esos días, se explayó –era estructuralmente peronista y actuaba en consuno con los Comandos Civiles, de los que nunca participé”, recalcó el entrevistado.
Me quedé mudo ante la última de sus afirmaciones, formulada sin que se lo preguntaran y recordé, de inmediato al historiador que me había afirmado en el restaurante de Entre Ríos y Urquiza, rodeado de sus pares y a media voz, que sí había actuado con ellos. Era la palabra de Balestra contra la de un historiador prestigioso de Rosario –familiar de un presidente rosarino que ocupó la primera magistratura por sólo tres días-, el que prefirió expresarse como fuente reservada.
Sobre el final de la entrevista –cortado liviano en jarrita por medio-, Balesta no tuvo empacho en sostener: “Yo justifiqué el fusilamiento de Valle, porque nosotros, los antiperonistas, no teníamos simpatía a la estructura militar en sí misma. La gente confunde la estructura militar necesaria con el militarismo que es su deformación”.
La matanza de Campo de Mayo
En los días previos al fusilamiento de Valle, un episodio institucional se destacó por su crueldad: A las 20 horas del día 10, se les comunicó a los oficiales, suboficiales y a sus familiares, de manera oficial, que los militares sublevados que se habían rendido sin efectuar un solo disparo, serían condenados a dos años de prisión.
Sin embargo, Aramburu no lo quiso así y obligó al general Juan Carlos Lorio a fusilarlos esa misma noche.
Las muertes tuvieron, previamente, una cadena de responsables, a quienes el autor subdividió en ideólogos, instigadores y ejecutores.

De esta manera, en la nómina de ideólogos todos los estudiosos del tema nuclearon al presidente provisional Pedro Eugenio Aramburu; vicepresidente provisional, contraalmirante Isaac F. Rojas, doctor Laureano Landaburu –ministro del Interior-, general Arturo Osorio Arana –secretario de Guerra-, Teodoro Hartung –secretario de Marina-, Julio Krausse –secretario de Aeronáutica-, doctor Eduardo Busso, doctor Sebastián Soler, capitán Diego Molinari, Próspero Germán Fernández Alvariño –más conocido como capitán Ghandi- y Naón Perazo.
Conformaron el grupo de instigadores la Junta Consultiva Nacional, Oscar López Serrot, Luis Boffi, Germán López, Juan Gauna, Luis María Bullrich, Silvano Santander, Enrique P. Barreriro, Ernesto Sanmartino, Manuel Ordóñez, Horacio Thedy, Luciano Molinas, Bernardino Labayrú, el ya citado Francisco “Paco” Manrique, los sacerdotes Tato y Novoa y los apellidados Doglioti, De la Serna, Douek y Cueto Rúa, así como el coronel Bonecarrere, debiendo sumarse a la nómina a Miguel Ángel Zabala Ortiz y Américo Ghioldi.
Ente los ejecutores, en un intercambio epistolar mantenido para esta investigación con la militante Natalia Jaureguizahar, mencionó al teniente coronel Desiderio Fernández Suárez, capitán de corbeta Salvador de Ambroggio, comisario inspector Rodolfo Rodríguez Moreno, coronel Luis Leguizamón Martínez, general Juan Carlos Lorio, general Ricardo Arandía, coronel Pizarro Jones, general Loza y el teniente coronel Clifton Goldner, junto a efectivos de la Penitenciaría Nacional.
El comisario Díaz
Como nos habíamos comprometido en esta investigación, profundizaremos aún más en el accionar del comisario Ricardo Díaz, un protagonista de los sucesos relacionados con el accionar de Valle, que no podemos dejar de puntualizar lo más meticulosamente posible.
Como ya habíamos señalado en una de las columnas de Proyecto Escaño, en 1956 y en pleno alzamiento de Valle, el comisario Díaz encerró a sus subordinados en la seccional 16ta del barrio Tiro Suizo a su cargo y con 14 carabinas se dirigió, junto al sumariante Vigil, a ponerse a disposición de la conducción del levantamiento.
Ricardo Díaz, antes de ser una autoridad policial, transitó por trabajos de todo tipo, entre las que vale mencionar –por lo curioso- el de payaso de circo con su personaje “Moyongo”, actor de sainetes, director de teatro y poeta.
Precisamente, al sur de la provincia de Santa Fe, “Moyongo” conoció a Amelia Ghilarducci, hija de un militante anarquista, reconocido por su actuación en “El Grito de Alcorta”, un movimiento encabezado por trabajadores postergados de la tierra, quienes dieron nacimiento a la Federación Agraria Argentina.
Amelia, con gusto, se sumó a la vida circense y, a los pocos años, concibieron un hijo. Se asientan Ricardo y Amelia en Melincué, donde dirigen un grupo teatral y posteriormente se radican en Rosario. Díaz ingresa a la policía en 1942 y al tiempo llega el peronismo y con el mismo su ascenso social, ya que logra adquirir su vivienda en el barrio Saladillo.
Díaz, en el entramado de la asonada de Valle, fue el encargado, como apuntamos, de proveer armas al grupo que debía tomar la emisora LT2, un episodio histórico que el autor detalló minuciosamente en uno de sus trabajos.[1]
La proclama, iniciada por el hasta entonces desconocido Movimiento de Recuperación Nacional, a las 23.25 señalaba: “Las horas dolorosas que vive la República y el clamor angustioso de su pueblo, sometido a la más cruda y despiadada tiranía, nos ha decidido a tomar las armas para restablecer en nuestra Patria el imperio de la libertad y la justicia, al amparo de la constitución y las leyes…”
La proclama se escuchó gracias a que el negro Olivetti, por entonces locutor de LT2, dejó los micrófonos abiertos tras la transmisión de la habitual transmisión boxística.
Para completar con nuevos datos ya explicitado en el libro aludido, debemos acotar que seis de los atacantes de la emisora fueron apresados tras su retirada del lugar y el resto -la mayoría- en los días posteriores.
Pero volviendo a la historia del comisario Díaz, resta recalcar que, luego de su expulsión de la policía, recaló en la casa de una hermana y luego de una cuñada y finalmente, el 12 de junio, fue detenido junto a Vigil y remitido a la Jefatura de Rosario, donde había centenares de detenidos, 21 de ellos sujetos a la Ley Marcial. Allí estaba apresado también el “colorado” Di Marco[2], quien, trabajando para un medio de comunicación local, oportunamente, frente a los Tribunales Federales de Rosario, se había atrevido a fotografiar a Rojas, sin la autorización correspondiente, en el ya desaparecido Hotel Italia de calle Maipú entre San Juan y Mendoza, donde hoy funcionan dependencias de la Universidad Nacional de Rosario.
En el transcurso del primer año, Díaz permaneció detenido en La Redonda, -Unidad Carcelaria Nº 3 de Rosario- junto con el grupo de resistentes rosarinos, quienes al final de ese lapso fueron lenta, pero progresivamente, dejados libres.
Díaz y los más comprometidos continuaron presos en la referida prisión, con una estadía intermedia en el Penal de Caseros. Díaz fue el referente de los detenidos que, recién a principios de 1958, quedaron en libertad junto a otros seis compañeros imputados por participar del alzamiento de Valle. [3]
Vale acotar unas líneas para mencionar con mayor profundidad a Rodolfo Di Marco, nacido en el barrio Industrial, entre el ferrocarril y terrenos descampados, lugar desde donde –según referencias de Rodrigo Mold-, pudo observar y vivir desde chico las injusticias laborales que lo llevarían, en el tiempo, a iniciar una función gremial.

Fue un militante peronista a ultranza y siempre decía a quien quisiera escucharlo: “Todo lo que soy me lo dio mi militancia”. Desde los 19 años trabajó en el ferrocarril como aprendiz de carpintero y junto a otros empleados formó la agrupación “Renovación Peronista”, desde donde convocaban más gente que el gremio.
Se sentía orgulloso de no haber acatado nunca la Ley 4161, que “prohibía hasta silbar la marcha peronista”. Agregó en una charla que tuvimos en el bar de Maipú y la peatonal Córdoba de Rosario, mientras veíamos caer una llovizna tomando un cortado bien cargado: “Me comí bastante tiempo en prisión, palizas y persecuciones, pero decidí seguir poniéndole el cuerpo a la lucha contra el golpe”.
En el 55 estuvo más de dos meses y medio detenido en la Jefatura de Rosario, incomunicado “y luego fui a parar a Caseros y posteriormente me derivaron a la cárcel de Las Heras, en Buenos aires”, refirió.
En 1956, ya en libertad se cruzó circunstancialmente con el jefe de Fotografía de La Tribuna, -Galetto-, a quien había protegido en la Unidad Regional II de Rosario y me propuso a ir a trabajar con él y aprender fotografía. Así, posteriormente, trabajó en los diarios Rosario y Democracia, Crónica y Clarín de Buenos Aires.
Di Marco se hizo conocido por todos, ya que según me contó “estaba en todas las revueltas y entonces me convocaban para que les hiciera fotos. Mis comienzos fueron en la Unidad Básica de Avenida Alberdi y Avellaneda, donde compartía horas con los chicos más pobres del barrio. Allí, les regalaban ropa y útiles para la escuela”.
Si nos adelantamos en el tiempo, debemos hacer referencia a que en 1971 Di Marco viajó a Madrid junto a otros tres compañeros para realizarle una entrevista exclusiva a Perón durante su exilio, la que se publicó en la revista La Voz del Pueblo.
El “colorado” Di Marco, desde la noche anterior estuvo muy nervioso y no pudo dormir por la emoción que lo embargaba. No era para menos, iba a encontrarse con su máximo referente político”[4].
El informe secreto Ackerson
De toda la tinta derramada sobre la asonada Valle, pocos conocen que el analista de inteligencia norteamericano Garret Ackerson, medio dormido y agotado por haber desplegado una actividad durante 24 horas sin parar, debido al cariz que habían tomado los acontecimientos en nuestro país, tras frotarse los ojos enrojecidos, ingresó a su despacho de la embajada estadounidense.
Luego de sacarse el saco y encender su enésimo cigarrillo, comenzó a escribir su informe confidencial. En el mismo se indicaba textualmente: “Parece poco probable que hombres de la experiencia militar de los generales Valle y Tanco hubieran intentado un golpe contra un gobierno castrense sin por lo menos algún presentimiento de que iban a beneficiarse de defecciones militares más extensivas de las que finalmente se concretaron. Las defecciones de las fuerzas en servicio fueron casi nulas”.
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Y ya que nos referimos a tareas de inteligencia, es oportuno hacer notar que, en la Capital Federal, el general y comandante del II Cuerpo de Ejército, Enrique Lugand, estaba siendo sindicado por el Servicio de Informaciones del Ejército –SIDE- comoel jefe de un movimiento rebelde a nivel provincial, mientras que el coronel Carlos Frascogna era quien debía ocupar la jefatura del Estado Mayor si el levantamiento triunfaba.
Junto a ellos se hallaba Sobrino Aranda, quien con el correr de los años cubriría un “destacado papel” junto almirante Emilio Massera, que años más tarde lo envió a Europa con la misión confidencial de hacer conexiones en los círculos socialdemócratas y con los miles de exiliados argentinos que vivían allí.
Posteriormente, ya establecido el nexo, el propio Massera hizo un viaje similar para reunirse con el vicepresidente de la Internacional Socialista, el chileno Anselmo Sule.
Sobrino Aranda estuvo presente en la entrevista y luego se reunió secretamente con cuatro ex miembros parlamentarios peronistas en un hotel de Madrid, a quienes les habría pedido ayuda para obtener la cabeza de José Alfredo Martínez de Hoz.
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Para varios de los interlocutores del generador de esta investigación, el del general Valle fue un alzamiento minúsculo, más insignificante que el de Menéndez contra Perón en 1951, calificado por este último como chirinada. Sin embargo, Menéndez no fue pasado por las armas. Valle sí.
Ello muestra a las claras que esta porción de la historia que investigamos estuvo tejida por la violencia y la venganza irracional, con “touches” de contraviolencia.
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En un gélido agosto de 1956 el avión desciende en círculos sobre el aeropuerto de Caracas. Juan Domingo Perón, a través de una de las mirillas de la nave atisba la pista y el edificio. Lentamente, ante sus ojos melancólicos, los vehículos aumentan de tamaño, mientras escucha a la azafata que les solicita a los pasajeros que ajusten sus cinturones de seguridad. Se siente mareado, angustiado y el síntoma se refleja en su estómago.
La cinta asfáltica se acerca a cada instante. Por momentos tiene la convicción de que el aparato se va a estrellar. Siempre que viajó en avión tuvo esa sensación al aterrizar. Escucha el impacto de la primera rueda y al instante un chirrido de los frenos. Le parece que el avión resbala sobre una pista enjabonada a cientos de kilómetros y luego, a paso de hormiga, el avión comienza a girar para dirigirse al centro del aeropuerto.
La nave se detiene finalmente y mientras aspira y expira para sacarse la tensión, ve con claridad a quienes lo están esperando para darle la bienvenida.
Desciende la escalerilla y ve como el grupo se acerca para abrazarlo. Advierte entonces lo que en un principio le pareció un error visual: entre sus seguidores estaba uno de los sobrevivientes de los fusilamientos de junio: el general Tanco.
Un sistema de incomunicación
La Revolución Libertadora/ Fusiladora elaboró un sistema para codificar, almacenar y luego decodificar informaciones y para llevar a cabo ese meticuloso trabajo se dedicó, en primera instancia a pulir los métodos cualitativos de las noticias, la cultura y la sociedad en su conjunto.
A continuación, hizo un análisis del discurso y se tomó el trabajo de realizar estudios de audiencia y hasta de anunciantes para concluir, en esa fase, con lo atinente a la significación de las noticias.
Vale apuntar que en ese tiempo surgen los primeros elementos que se colocarían en la teoría del receptor activo y pasivo y los golpistas se transformaron en los dueños del poder y amos del lenguaje con el control de los medios de comunicación.
Los militares intentaron que los medios se dedicaran a publicar información sobre el actor político sobre el que actuaban con: frases cortas, sencillas, concretas y de fácil acceso a su memorización.
La pocas conferencias de prensa y las entrevistas personales reducidas en número eran muy “manejadas” previamente y había escasa o nula repregunta. Este mecanismo se instrumentó también en el golpe de 1976.
El principal medio escrito de Rosario, en ese tiempo, redujo su caudal informativo y la población advirtió una sensible manipulación de las masas para controlar la violencia. Es más, en ese medio se negó la muerte fotográfica.
Y la explicación comunicacional de ese propósito es claro: detrás de cada palabra, en el fondo de cada fotografía o del titular de un diario, el lector está comprometiéndose inconscientemente.
La represión sangrienta implicó el incremento de un sentimiento antimilitarista, a pesar de la estructura informativa del Estado que tenía el objetivo de desperonizar la economía y la política para imponer principios liberales.
Los militares, al negar el nombre propio del adversario, sólo lograron agrandar la imagen de Juan Domingo Perón, al que se le desbarató el aparato de propaganda que tenía montado por Apold y Aloé.
Se reprodujeron reglas de orden establecido y se trabajó sobre la ideología dominante para asegurarse el dominio de la misma mediante la palabra.
En ese momento el periodismo utilizó comentarios para insinuar un comportamiento social determinado. De esta manera, el ciudadano conoce sólo lo que los medios les ofrecen. Que los mass-media den más implicancias a una noticia que a otra, así también lo hará su público.
Lo señalado es una forma de censura e implica coartar la libertad de decisión de la ciudadanía acerca de lo que considera verdad o mentira y socava los valores fundamentales tales como la libertad y la cuota-poder.
Golpe a la imagen
Vale aprovechar el análisis de la imagen publicada aportando conceptos:
- En la fotografía, la inmovilización del tiempo sólo se da de un modo excesivo: El tiempo se encuentra atascado.
- Con la foto el objeto habla e induce a pensar. [5]
- La fotografía tiene la facultad de hacer presente lo ausente, de detener la marcha del tiempo apresando el instante. Es la foto el triunfo del arte sobre la realidad.[6]
- La imagen fotográfica es la reproducción analógica de la realidad y no contiene ninguna partícula aislable.
- La foto tiene la capacidad exacta de congelar un punto en el tiempo.
- Aprovechamos para dejar claro que la fotografía ha transformado la vida del hombre moderno más de lo que se piensa, yuxtaponiéndose con el mundo del espacio, con la realidad cotidiana y su caos de sensaciones, colores y formas. Así tomamos nota de que existe otro mundo inmóvil y silencioso, en el que las cosas aparecen envueltas en una bruma que lo convierte en reflejos, sombras y fantasmas.
- Exponer en medios escritos las fotografías de cadáveres es certificar que el cadáver es algo viviente: es la imagen muerta de una cosa muerta.[7] Es la confusión de dos conceptos: Lo real y lo viviente.[8]
- El autor de esta columna entiende que es importante que los especialistas analicen el vínculo antropológico de la muerte con la imagen. Posiblemente así surja la razón por la cual los fotógrafos tomaron imágenes de un determinado momento histórico – en el caso que analizamos-, y no de otro.
- La fotografía es inclasificable, ya que no hay razón para marcar circunstancias concretas para convertirse en un signo.
- Quizás por ello la ausencia de imagen contribuye a la creación de un sentido.
Resistencia y radio
- Como en las columnas que elaboramos sobre la resistencia a la Revolución Libertadora hicimos mención al uso de las emisoras de radio, cabe hacer referencia a que allí el mensaje fue la delimitación de la modalidad semiótica, al contrario de lo que dice Mc Luhan de que “el medio es el mensaje”.
- El libro de locutores de Radio Nacional Buenos Aires le sirvió al Rodolfo Walsh para probar que hubo fusilamientos, antes de que se decretara la Ley Marcial, ya que el coronel Quaranta fusiló por su cuenta. La emisora cerró la transmisión y luego la volvió a abrir.
- Se justificó la intervención de las radios para “optimizar la conformación cultural de la comunidad nacional a través de la información que se suministró a grupos de la opinión pública y se la asoció a la seguridad estatal, así el mensaje sería la delimitación de la modalidad semiótica[9].
- El 5 de junio de 1956, Aramburu puso en vigencia el decreto 10065 para “restablecer la plena vigencia de las obligaciones contraídas mediante el acuerdo sudamericano de radiocomunicaciones de Buenos Aires (1935).[10]
- Fue también la radio la que se utilizó para que el general Franklin Lucero leyera por radio la renuncia de Perón, un anuncio que paralizó a las unidades militares.
[1] Marconi Ricardo, Conspiración Comunicacional de Gobierno de Facto. El miedo como construcción mediática, ya mencionado en esta investigación. UNR. Colección Académica. Diciembre 2007.
[2] En una entrevista con Di Marco, el histórico fotógrafo del periodismo de Rosario tuvo un momento de recordación para con Roberto Mígueles, quien en junio del 56 formó parte de los grupos que iba a recibir armas en Plaza Italia, en Buenos Aires con las que se pretendió tomar el Regimiento de Infantería para secuestrar armas que se repartirían entre civiles. Mígueles formó parte de una de las organizaciones clandestinas creadas específicamente para la Resistencia. Los que dirigieron los grupos de asalto tenían en su poder registros militares de poseedores de conocimientos de manejo de armas para saber a quienes se las destinarían. Catorce componentes de los grupos eran de Lanús y Avellaneda y trabajaban como operarios de la empresa Gurmendi. Di Marco, quien estuvo preso en varias ocasiones durante el período de la resistencia del peronismo, luego del 55 y viajó a Madrid durante el exilio de Perón para entrevistarse con él, recibió el homenaje del Movimiento Sindical Rosarino el 8 de septiembre de 2011, con motivo de su fallecimiento.
[3] Eduardo Toniolli. Material publicado en semanario rosarino el 9/06/2006 Página 4.
[4] Se recogieron datos de “Voces de Santa Fe”.
[5] Roland Barthes.
[6] José Sebreli
[7] R. Barthes.
[8] Conspiración Comunicacional de Gobiernos de Facto. El miedo como construcción Mediática. Ricardo Marconi. Pág. 25
[9] Íbidem. Pág. 51 Badeni.
[10] Íbidem. Pág. 54.
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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política
Foto: General Juan José Valle
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