Juan Galiffi “Chicho Grande” – El peluquero mafioso – Por Ricardo Marconi

📜 El Rompecabezas de la muerte en Rosario – * Por Ricardo Marconi

Juan Galiffi «Chicho Grande» – El peluquero mafioso

 

Ni el mismo se imaginó que protagonizaría un papel protagónico en la historia de la mafia en Rosario y su “hinterland”, como escriben los cronistas dedicados a la información económica para referirse a la zona de influencia de una ciudad.

Galiffi, nacido el 9 de diciembre de 1892, en Ravanusa Sicilia, llegó a la ciudad de Gálvez, con 18 años cumplidos. Por ese entonces Gálvez recaló en una empresa textil.

Gálvez era por ese entonces un centro ferroviario, pero nuestro protagonista instaló negocios que eran considerados “habituales” para los extranjeros: una cantina y una carpintería.

Luego hizo lo propio con una peluquería, la que atendía con su chaquetilla blanca y con su cabello peinado “a la romana” – esto es mantenido aplastado al cráneo con una media de mujer cuando dormía- y su bigote recortado finito.

“Chicho Grande” hizo mucha plata y fue popular en su barrio como un tipo conversador y generoso. Obviamente sus clientes no conocían sus otro “trabajo paralelo que era el que le proporcionaba dinero”, ya que era un asaltante profesional, motivo por el cual, en octubre de 1912 y en noviembre de 1913, es detenido en la provincia de Salta.

Con el dinero mal obtenido había adquirido fincas en Mendoza y en San Juan, donde tenía viñedos y, además, poseía caballos de carrera, entre los que se destacó “Mateo” un rayo corriendo y ganando carreras por varios cuerpos.

También “trabajó” en la provincia de Córdoba, aunque allí se lo conocía como Juan Alonso. Pasaron dos años para que fuera condenado por su participación en el atraco al ingenio jujeño “La Mendieta”, donde estuvo imputado en un proceso por estafa, siendo derivado al penal de Mercedes.

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Haciendo mis primeras armas como periodista en el diario La Tribuna de Rosario, tuve el honor de conocer al periodista Justo Palacios, al que todos conocíamos como “El pollo Palacios” con quien, al final de la tarde, luego de mandar las páginas de policiales al taller, nos poníamos a conversar.

En una de esas charlas, cortado liviano en jarrita –manchada de café, ya que el cafetero no se tomaba el trabajo de limpiar la taza y las pocas veces que lo hacía utilizaba un trapo mugroso- y “lágrima” de por medio, -luego de que regresara y terminara de redactar de urgencia, el pie de foto de un accidente automovilístico  ocurrido en el Parque Norte, al que él me había enviado-, Palacios me contó entre sorbos de su ”lágrima”, mientras lo escuchaba atenta y disimuladamente el director del diario –Gardelli, quien se había acercado-, algunos pormenores de la vida de Galiffi.

“Era un quinielero y se mandaba la parte trabajando como el dueño de una fonda en Gálvez. Andaba junto con Curaba, los Dainotto y los Pendino. Eran los “dueños” de la guita que se recaudaba con el juego y dominaban la zona de los mercados”, señaló con serenidad Palacios.

Al estar escribiendo esta investigación, a más de cuatro décadas de aquellas charlas de redacción, no puedo más que confirmar los datos que tenía Palacios.

Con el tiempo, “Chicho Grande” consolidaría su banda para actuar en diversos ramos a la vez, desde el monopolio del negocio de las verdulerías, -otros mafiosos tenían el monopolio de las carbonerías-, que utilizaba como “cortina de humo” hasta el manejo de la extorsión y secuestros.

En 1930, con varios jefes policiales en su historia, se instaló Galiffi en Buenos Aires, donde, desde su domicilio de Pringles 1255, conducía su fábrica de muebles de estilo y la propiedad de caballos de carrera –como “Fausto”- con el que ganó varias de ellas en el Hipódromo de La Plata, donde se “había vinculado con políticos, jueces y policías” y “había adquirido tierras en la provincia de San Juan por alrededor de 280.000 pesos”.

Juan era un experto corrompiendo policías y políticos escaladores e incluso se asomó al negocio de la prostitución y el juego, pero se hizo un experto en la especialidad de secuestros extorsivos, a la vez que manejaba con solvencia una red de protección, cuyo mecanismo de funcionamiento calcó de Italia, en base a un pago mensual, a cambio de brindar seguridad a los comerciantes. Su frase característica ante la falta de pago era: “Bomba o bala”.

Sobre el final de “Chicho Grande” nos ocuparemos a su tiempo, ya que el mismo merece unos párrafos al abordar el mes de abril de 1933, año en que fue deportado a Italia, donde consolidó su amistad con Benito Mussolini.

Murió de un paro cardíaco en su cama, durante un bombardeo aliado sobre Milán el 30 de julio de 1943, a los 61 años.

Mientras tanto, regresamos al 26 de noviembre de 1918, momento en que José María Aragón se hizo cargo de la policía de Rosario.

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En su función específica de jefe policial Aragón no se destacó. Era un político santafesino nacido el 15 de septiembre de 1863 y había realizado sus estudios secundarios en el Colegio de la Inmaculada Concepción.

Se consagró al fomento de la producción agropecuaria en el establecimiento de su padre y presidió la Sociedad Rural de Rafaela por varios períodos, ocupando el mismo cargo en la de su ciudad natal, logrando, además, ser un dirigente de la Liga Agraria.

Convencional en ocasión de la reforma constitucional de 1907, asumió con posterioridad las jefaturas de Policía de Castellanos, San Jerónimo, Santa Fe y como ya señalamos, Rosario, cargo al que asumió interinamente el 18 de octubre de 1918.

Ocupó más tarde una banca en el Senado Provincial y su nombre fue mencionado para suceder a Lehman, -a cuyo sector político pertenecía-, desde 1916. Luego fue propuesto por la Unión Cívica Radical para ocupar un escaño como diputado nacional y en 1922 se incorporó al Congreso Nacional.

Murió el 13 de enero de 1925, en ejercicio de la diputación, poco después de asistir a una entrevista con el presidente Alvear, al que fue a interesar por la construcción de la Escuela Normal Nacional de Santa Fe.

 

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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política

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