El Rompecabezas de la muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi
La leyenda del Pibe Cabeza “enemigo público número uno”
Rogelio Gordillo nació en Colón, Provincia de Buenos Aires el 9 de junio de 1910, y al fallecer su padre se afincó en La Pampa, donde comenzó a mostrar la faz violenta de su personalidad.
A los 18 años baleó a la madre de su novia porque no le permitía tener contacto con ella y, a partir de allí comenzó a ingresar a la cárcel, llegando a ser el jefe de una de las más temidas bandas de delincuentes del a década del 30.
En sus fechorías, su grupo de delincuentes utilizaba armamento pesado y varios automóviles, lo que hasta ese entonces no era visto como habitual en las autoridades policiales de la época.
Su área de acción delictual abarcaba las provincias de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, donde la gavilla abarcaba toda la gama de delitos posibles[1].
Gordillo, -a quien se lo conocía también como “el engominado peinado a la romana”-, con el paso del tiempo se convirtió en el “enemigo público número uno”, según un semanario porteño, que así lo calificó tras su muerte y lo curioso era que provocaba una oscura fascinación en la gente.
Rogelio Gordillo organizó meticulosamente una “sociedad de delincuentes” que tenía como objetivo esencial robar comercios, fábricas, automóviles y hasta se atrevió al robo de entidades crediticias.
Como quedó señalado, al pistolero, matón, asaltante y asesino, la policía y sus pares lo respetaban, al punto tal que con el paso de las décadas su historia criminal inspiró libros y hasta un filme protagonizado por Alfredo Alcón.
Gordillo, en la saga de sus delitos no llegó a conseguir grandes sumas de dinero pero se hizo conocido por la espectacularidad de sus acciones delictuales con su banda de facinerosos que según los investigadores de ese tiempo prefiguraban como una “superbanda” de los años 90, la que en un lapso de un año se convirtió en una leyenda[2] , como resultante de una sucesión de asaltos, secuestros, tiroteos y persecuciones hasta su muerte un 9 de febrero de 1937, en medio de festejos de carnaval, en el barrio de Mataderos.
Se aprovechó de la utilización de armamento como las ametralladoras Thompson –que se utilizaba en las bandas mafiosas de Nueva York-, convirtiéndose en un fenómeno incomprensible que ni siquiera tenía lo que podría considerarse un atenuante ideológico., según estudiosos tales como Ernesto Zambrini y Marcelo Vallejos que analizaron la compleja personalidad de Gordillo.
Los orígenes del mal
La madre de Gordillo, Gregoria Lagarda, explicó que su hijo actuó al margen de la ley como consecuencia de haber sufrido algún tipo de abuso previo o persecución arbitraria por parte de la policía o de la justicia.
También apuntó la progenitora que su hijo presenció “como la policía detenía a su padre y le daba una tremenda paliza por distribuir propaganda socialista y agregó: “En La Pampa ocurrió un segundo episodio, que entiendo fue definitorio para su personalidad”.
Enamorado
Como ya se ha señalado, Gordillo se enamoró de una vecina: Juana Prado y, además, había conseguido un trabajo como peluquero y la chica también le correspondía con su amor, pero la familia de ella no estaba de acuerdo con la relación y el romance terminó con un drama mayúsculo: Rogelio raptó a Juana, luego de balear a su madre y se la llevó a una chacra, donde la policía los localizó el 18 de febrero de 1928.
El secuestrador fue condenado a ocho meses de prisión por lesiones por ser menor y fue trasladado a la prisión de Santa Rosa. La leyenda dice que Prado terminó casada con un estanciero de General Pico, mientras que el Pibe Cabeza hacía una especie de curso acelerado del delito en la prisión, como consecuencia de su relación con delincuentes con mayor experiencia.
En abril de 1930 fue detenido por el hurto a un comerciante. El episodio tuvo lugar en la localidad de Mauricio Mayer, provincia de la Pampa.
Insertado en el hampa
Tras cuatro días de recuperar la libertad formó parte de un asalto a un almacén en Rosario y a ese hecho le siguieron otros tres robos con pobres resultados económicos pero desmesurados en cuanto a la violencia ejercida contra las víctimas.
Así, el 13 de setiembre de 1932 hirió a una vecina y a un agente policial en un tiroteo con la guardia del Hospital Carrasco, donde rescató a dos cómplices internados: el español Enrique Romualde y el uruguayo Alberto Quintana.
Este último, asesinó a un bombero que intentó evitar la fuga. El 4 de octubre robó un auto Pontiac en la periferia de Rosario y se alejó hacia La Pampa. Seis días después, al frente de una banda integrada por cinco hombres armados asaltó la estancia La Chapela, en el norte de La Pampa y tres días después dos de sus cómplices mataron al agente Reynaldo Herrera.
La persecución se tornó muy difícil de evitar y el cerco comenzó a cerrarse en General Pico, donde la policía mató en sucesivos tiroteos a Quintana y Romualde, aunque el Pibe Cabeza y Antonio Moreno lograron huir haciéndose trasladar en un taxi hasta un paraje de la Provincia de Buenos Aires, donde dejaron al chofer y siguieron viaje.
Captura recomendada
La incipiente carrera de Gordillo sufrió un revés el 9 de diciembre de 1932, cuando la policía de Rosario lo detuvo por el asalto al administrador de un depósito de aceite en una modalidad que hoy se denomina salidera, motivo por el cual resultó condenado a cuatro años de prisión, siendo enviado a cumplir su condena en Santa Fe.
Al salir el 16 de agosto de 1935, al salir de la cárcel con libertad condicional, comenzó a vivir lo que se considera el capítulo final de su vida, el de su celebridad y su caída.
Así, pasó a integrar la banda de Antonio Moreno y con ella regresó a la provincia de La Pampa.
El rastro del pistolero se esfumó misteriosamente cuando, era perseguido por policías de tres provincias y, en forma paralela se multiplicaron los pedidos de captura, ya que la policía de La Plata lo requirió por cuatro asaltos entre el 31 de enero y el 14 de diciembre de 1936.
En Santa Fe comprobaron su participación en cinco asaltos desde el 29 de marzo y el 22 de octubre del mismo año y, en Buenos Aires le atribuyeron el asalto a una joyería de Aristóbulo del Valle 1424, el 6 de julio, así como el robo de varios autos.
Los datos de un “dandy”
En la solicitud de la captura de la División Investigaciones de Rosario se lo describió como “de cutis blanco, cabello rubio, 1,66 metros de altura, viste bien y suele presentarse simulando ser un vendedor de automóviles o estanciero”. Agrega el informe: “como seña particular tiene un lunar carnoso en la mejilla derecha, a dos centímetros del labio superior”.
El misterio del paradero se aclaró poco más tarde: Estaba refugiado en Los Molinos, a 70 kilómetros de Rosario, con la protección del comisario local y por “punteros políticos”.
Se rearma la banda
Gordillo rearma su banda con la incorporación de Antonio Caprioli –quien se convirtió con el tiempo en su mano derecha-, Floreal Martínez (a) “El Nene” o “El Colimba” y Juan de la Fuente. Nacido en Chacabuco, provincia de Buenos Aires, el 24 de septiembre de 1910. Caprioli había sido albañil, convirtiéndose en la mano derecha del Pibe Cabeza.
La gavilla, a principio de 1936, asaltó la tesorería de la Facultad de Medicina de Rosario
La banda volvió a desafiar a la policía el 9 de mayo de 1936 con un asalto a oficinas de la Compañía Nobleza de Tabaco, en pleno centro rosarino y, con en otros casos, el botín fue escaso, debido a que la empresa, previsora, trasladaba diariamente la recaudación a un banco.
Los investigadores del caso descubrieron que Blanca Calvo, de 18 años, -amante del Pibe Cabeza, actuaba como informante y se había conseguido un trabajo como doméstica en una casa vecina a la empresa para observar, desde allí, el movimiento de la compañía.
Un enfrentamiento entre delincuentes, por un partido de taba, en la que murió Antonio Moreno posibilitó a la policía de Rosario inmiscuirse en una investigación que se había iniciado en Los Molinos y en razón de ello logró ponerse al descubierto la complicidad de pistoleros con funcionarios.
Las indagaciones estuvieron a cargo del subcomisario Américo Facciutto, de la sección Seguridad Personal de Rosario, quien viajó a Los Molinos donde no logró obtener informaciones que le permitieran detener a algún componente de la banda.
Allí fue que se conoció que Gordillo, con la muerte de Moreno pasó a ser el jefe de la banda y que se había vinculado con el radicalismo anti personalista -la línea enfrentada con la de Hipólito Yrigoyen- y también había logrado ser candidato a juez de paz.
Un periodista del diario La Capital irónicamente escribió por ese entonces: “Delincuentes del cartel pretendían obtener puestos públicos. Lo hacían, posiblemente, con el ánimo de regenerarse”.
La pelea destruyó los planes y la banda regresó a Rosario donde se entrevistó con Raúl Cherouvrier, hermano de Felipe. Eso sí, antes de despedirse de la ciudad, el 4 de agosto de 1936 cometió el grupo delictivo otro atraco robando los sueldos de los Mataderos Municipales, en el barrio Sáenz Peña, luego de lo cual el grupo mantuvo un intenso tiroteo con la policía.
Y para escapar se apoderaron de dos vehículos: en primera instancia un camión y luego el coche de una empresa de servicios fúnebres, con el que abrieron paso entre el cordón policial sin despertar sospecha.
La banda se movilizaba en los autos que conseguían robar en el trayecto de su fuga hasta que arribó a la provincia de Buenos Aires, donde el 14 de noviembre de 1936 asaltó al hacendado Antonio Pereyra Iraola, abordado en un camino cercano a Trenque Lauquen y, poco después, el 9 de diciembre de 1936, volvieron a las andadas en un almacén de ramos generales en la zona rural de Pehuajó, tras lo cual efectuaron otro golpe, motivando que Gordillo y su banda volviera a la primera plana de los diarios.
Ladrones con sed
Luego cargar combustible y tomar unas cervezas, los pistoleros asaltaron el almacén en el que se hallaban, logrando el propietario Felipe Couto y su esposa escapar hacia el campo.
Vale relatar que luego de tomar cerveza, uno de los componentes de la banda saltó el mostrador y se colocó al lado de Couto y le puso en la cabeza una pistola 45[3].
Los ladrones se quedaron en el lugar y aprovecharon para robar a cuatro clientes que fueron llegando, no sin antes disparar contra el surtidor de combustible, provocando un incendio de proporciones que destruyó parte del establecimiento.
Imprevistamente se hizo presente la mujer de Couto portando un revólver, cuando los delincuentes pensaron que tenían la situación dominada. Hubo un breve tiroteo y el matrimonio logró escapar del lugar.
En un medio de comunicación, tras ese hecho, se definió a la banda que nos ocupa como “Los fantasmas del campo santafesino cordobés y bonaerense”.
El 30 de noviembre de 1936 fue asaltado por Gordillo asaltó a un sacerdote y luego hizo lo propio con un maestro de Elortondo, motivo por el cual el subcomisario Benítez Villordo encabezó una redada en la zona de Pueblo Muñoz porque se presumía que el malviviente andaba por la zona.
Gordillo, Caprioli y Martínez no descansaron de hacer fechorías ni el 24 de diciembre de 1936. Se los reconoció como autores de robos a automovilistas a los que despojaron de sus vehículos y del dinero que portaban, tanto en Armstrong como en Casilda. Una de las víctimas en la primera población fue Lucio Luppi, quien había visto a dos hombres aparentemente detenidos junto a un auto resolviendo un problema mecánico. Lo hicieron descender de su auto Chevrolet y luego de amenazarlo de muerte lo requisaron. Cuando estaban en eso apareció en el lugar otro conductor con su auto y corrió la misma suerte que Luppi.
Horas después, en un puente sobre el río Carcarañá, el Pibe Cabeza, Caprioli y Martínez se apoderaron de otro automóvil para despistar a la policía que los buscaba intensamente.
Se dirigían a Córdoba donde vivían los hermanos y la madre del Pibe Cabeza. Eso sí, en cada pueblo que pasaban, dejaban su estela de pequeños robos a los habitantes santafesinos.
El 13 de enero de 1937 el Pibe Cabeza se hizo presente en Chovet donde asaltó una tienda y desde allí se dirigió con su banda a Santa Isabel donde los ladrones pasaron a buscar a dos cómplices: los hermanos Alfredo y Miguel Ritondale.
Al día siguiente, utilizando el camino existente entre Uranga y Albarellos sorprendieron a un vecino de Pavón Arriba, cuando iba en un sulky y lo desvalijaron.
El auto utilizado apareció abandonado en Saladillo, provincia de Buenos Aires.
Un suceso conmocionante
El 21 de enero de 1937 Gordillo, Caprioli, Martínez y De la Fuente, paseando por la ciudad de Córdoba en un auto Ford robado a un viajante de Nestlé cuando se les cruzó en el camino Ubelindo González, un vendedor de diarios de sólo 11 años. Caprioli, que conducía realizó una maniobra para esquivarlo y colisionó contra una columna del alumbrado público que provocó la rotura de una cubierta.
Compensaron al canillita con diez pesos por el susto que le provocaron y cambiaron el neumático, pero en el momento en que iban a irse del lugar llegó el cabo primero Santiago Pilar Contreras, quien se los quería llevar detenidos, a pesar de que le ofrecieron cincuenta pesos, mientras el niño le decía al policía que no había tenido ningún problema.
Cuando el policía y el grupo de pistoleros se encontraban en el interior del auto, con destino a la seccional del lugar, la banda lo redujo, llevándose al policía e incluso al canillita. En las afueras de Córdoba abandonaron el Ford, robaron un Chevrolet y se llevaron también a los ocupantes, Alberto Salas, administrador de una estancia y a su novia Angélica Medina, que sufrió un ataque de nervios e increpó a los asaltantes mientras estos sonreían e incluso le prometieron elementos de higiene personal tras seguir viaje para ocultarse finalmente en una casa de campo, en la zona de Lincoln.
Liberado del secuestro Salas en un campo, reconoció al Pibe Cabeza como jefe de los secuestradores y se incrementó la preocupación por la suerte del policía Contreras, de quien se burlaban los malhechores.
Salas señaló que los delincuentes estaban armados con ametralladoras, carabinas y pistolas.
Pese a los operativos de la policía de tres provincias, la gavilla se dirigió a una chacra cercana a Los Toldos, donde Angélica Medina y Ubelindo González continuaron en cautiverio, siendo liberados el 25 de enero en un camino secundario cercano a General Rodríguez, luego de entregarles dinero y comida.
Tratada con consideración
Medina, en dependencias policiales declaró que Gordillo y sus adláteres la trataron “con toda clase de consideraciones”, y poco después, se estableció que Contreras había sido asesinado. Su cuerpo, encontrado en cercanías de la localidad de Ballesteros, en la provincia de Córdoba, había sido ejecutado con siete impactos de bala en la espalda.
El homicidio del policía, un agente afectado al control del tránsito en la ciudad de Córdoba, marcó definitivamente el destino de la banda y la policía se juramentó en terminar con el Pibe Cabeza.
El sepelio de Contreras reunió a 10.000 argentinos y a los máximos referentes políticos.
“El crimen triunfante”, fue el título de La Nación en su editorial que destacaba que “los forajidos tienen ametralladoras desde antes que las tuviera la policía” y el texto alentaba presumiblemente una respuesta de igual tenor violento al de los delincuentes: “Frente a este fenómeno, a esta guerra, el Estado tiene el deber de defender a la sociedad con medios de guerra”.
El 27 de enero de 1937 el público despidió en Retiro a Angélica y Ubelindo que regresaban a su hogar en tren, también fueron recibidos por la gente en la estación del Central Argentino.
Las crónicas periodísticas del 29 de enero de 1937 dieron cuenta que los delincuentes habían sido detectados en San Miguel, Mar del Plata, Córdoba, Avellaneda y hasta en el barrio de Flores.
Días después, más precisamente el 3 de febrero, la policía detuvo a Alfredo Ritondale en la casa de familiares, donde terminó por admitir que sus cómplices se encontraban dispersos en Buenos Aires.
El pibe se había ido de allí cinco días antes, junto a Caprioli y “El Nene” Martínez. El mismo día cayó preso Miguel Ritondale.
Este último apresado se explayó sobre que sus cómplices, en Medrano al 1200 de Buenos Aires, donde habían alquilado una pieza en la que había armas. Incluso “cantó como un canario” que “había armas en Mataderos”, pero desconocía la dirección. También advirtió a los detectives de Seguridad Personal que “el Pibe Cabeza siempre porta una 45 en la cintura y cuatro cargadores a mano”.
Incluso dijo que Cabeza había encargado un traje en una tienda bajo el nombre de Juan Echeverría que debía pasar a buscarlo al día siguiente en el comercio de Directorio y Hortiguera.
Ratonera
Los comisarios Miguel Viancarlos y Víctor Fernández Bazán armaron lo que policialmente se denomina “ratonera”, esto es esperar a que el sospechoso, en este caso, fuera a buscar el traje y así detenerlo.
Pero, la “ratonera” falló ya que el “ratón” no se presentó a la cita.
El dato
La información se complementaba con un dato preciso: Blanca Calvo y María Esther Romano, las parejas de Gordillo y Caprioli, habían alquilado una vivienda en ManuelArtigas, en Mataderos. Como no había una dirección precisa, la policía comenzó a recorrer la zona mientras se desarrollaban los festejos de carnaval.
Finalmente, la policía averiguó que el escondite de Mataderos correspondía a un domicilio de calle Manuel Artigas, donde vivía una familia que le había alquilado una habitación a Blanca Calvo y María Esther Romano.
Muerto en el carnaval

Ese año, carrozas y máscaras carnavalescas evocaban el Obelisco, luego de que el intendente Mariano de Vedia y Mitre inaugurara la primera parte de la avenida 9 de julio, entre Tucumán y Bartolomé Mitre con el desfile de las comparsas “Los hijos del obelisco”, “Los negros del Congo”, “Los roncadores”, “Macanas aristocráticas “, “Patoruzú y los suyos” y “Los malcriados de Mataderos”.
En Mataderos el curso tenía su lugar a partir del cruce de la Avenida Juan B. Alberdi con calle Fonrouge, zona donde la policía venía buscando aguantaderos.
Caía el atardecer el 9 de febrero y entre los disfrazados y el paso de la murga, una brigada., que se hallaba en el interior de un automóvil Ford de la policía identificó a Gordillo y Caprioli (a) “El fantasma”, en el cruce de Juan B. Justo y Albariños y como todo fantasma que se precie de tal, logró fugarse entre la confusión del gentío.
Gordillo y “El fantasma” iban caminando con armas empaquetadas con papel de diario y al ver que eran observados se subieron a un colectivo, del que descendieron a las dos cuadras, esto es Alberdi y Guardia Nacional para tratar de perderse de vista entre los vecinos.
Fueron detectados nuevamente y Cabeza decidió esconderse tras un árbol, mientras Caprioli se escondió en el recodo de un edificio. Cuando los policías intentaron descender del móvil fueron recibidos por disparos que impactaron el vehículo, optando el conductor por acelerar, mientras los policías restantes repelían el ataque, según luego declaró el auxiliar Herminio Fassio, a cargo de la comisión.
El tiroteo pareció interminable, pero en realidad duró 10 minutos y hubo 50 disparos.
El redoble de la murga se confundió entre el humo y los fogonazos con el tiroteo que tenía, además, como fondo, los cánticos de las comparsas. Era el carnaval que tenía en su seno a una agrupación vociferante y plena de alegría doblando la esquina en alegre compás, mientras eran entonadas estrofas aprendidas de memoria mientras hacían lo indecible por mostrar sus coloridos disfraces.
En medio de esa locura carnavalesca caía el Pibe Cabeza rodeado de policías que escrutaban a los que festejaban, hasta que, según las crónicas de ese momento, alguien lanzó la voz de alerta. El Pibe yacía en el suelo, con tres balazos en la espalda, tras resbalar en su huida, abrazado al tronco de un árbol que circunstancialmente le servía de protección. Fue en ese momento que las máscaras comenzaron a huir despavoridos ante la posibilidad de recibir un impacto.
Momentos ante un gracioso se creyó que el tiroteo era una representación del carnaval y se puso al lado del Pibe Cabeza, simulando apuntar con el dedo índice.
Cabeza fue alcanzado por un disparo cuando intentaba cambiar el cargador de su pistola y Caprioli, el pistolero que acompañaba a Cabeza corrió y tomó un colectivo, obligó con su arma al conductor a cambiar el recorrido y bajó dos cuadras más adelante, en Guardia Nacional, donde había más gente.
Mientras tanto, sin aspavientos y con el sonido de la comparsa apagado en pleno carnaval, un silencio sepulcral se hace dueño de la calle. Los policías se acercan al cuerpo inerme de Cabeza con cautela y apuntando con sus armas. La gente, comienza a murmurar, presa de estupor mientras ve el cuerpo del Pibe que “yace descalabrado como una marioneta”. El mito se fortalece instante a instante y el oficial Antequera se pregunta si el disparo fatal provino de su arma reglamentaria.
La imagen de Gordillo muerto y desnudo en la morgue del Hospital Salaberry invadió las redacciones de los diarios para transformarse en una de las más elocuentes de la historia criminal argentina. En ella se expone con claridad el impacto de un balazo, debajo de la axila derecha. Dos policías, uno uniformado y el restante de civil exponen a la luz pública el cuerpo exánime cubierto parcialmente por una sábana.
Al día siguiente –10 de febrero-, el canillita Ubelindo González se halla enfrascado en la lectura del diario La Nación: “El Pibe Cabeza ha muerto. La seccional 42 de la Policía Federal informa que Rogelio Gordillo, hijo de chacareros y conocido asaltante, violador, secuestrador, asesino y líder de bandas, fue abatido en un enfrentamiento con la policía, que le venía siguiendo el rastro. El deceso ocurrió ayer en Mataderos, durante el corso de carnaval”.
El día posterior las autoridades a cargo de la investigación localizaron la habitación que ocupaban las dos mujeres de los pistoleros y las apresaron en las inmediaciones del lugar detectado cuando intentaban fugarse a la provincia de Buenos Aires. Una vez apresadas y tras tomarles una declaración las derivaron a un asilo, ya que no se les pudo probar relación con los delitos cometidos por sus parejas.
Con las precauciones del caso, previamente la policía ingresó a la aludida habitación alquilada y se encontraron con la imagen de Cabeza con dos velas encendidas a sus costados.
Decían los más informados que el canillita comentaba a todo aquél que quisiera escucharlo que aquel hombre le dejó cuatro pesos en la mano, para luego llevarlo de rehén”. Él ha conocido al que ahora ocupa los titulares del país.
Caprioli y Martínez se dirigieron a la provincia de Buenos Aires y Juan de la Fuente se ocultó en una chacra de Junín. Ante la necesidad de obtener efectivo asaltaron un almacén de Baigorria y el 2 de julio de 1937 la policía detectó el lugar donde se escondían.
El aguantadero fue rodeado y se generó un enfrentamiento armado que duró aproximadamente dos horas con balaceras intermitentes hasta que las autoridades arrojaron gases lacrimógenos y cuando los delincuentes no aguantaron más y salieron a la descubierta fueron abatidos con disparos de ametralladoras, según trascendió.
“El más vanidoso pistolero”
El periodista Gustavo Germán González, el célebre periodista del diario Crítica, lo llamó “el más vanidoso de nuestros pistoleros”.
Según el periodista, conoció al Felipe Cherouvrier “El francesito”, su introductor en el mundo criminal de Rosario. Precisamente Cherouvrier relató –según su denuncia mediante torturas-, que el 22 de octubre de 1936, cuando se estimaba que la banda estaba lejos de Rosario, la banda volvió a la ciudad para asaltar una joyería y en ese momento circulaba en un Ford sedán robado en Liniers. Y ello permitió establecer que los pistoleros “se aguantaban” en un conventillo de calle Gallegos 3481, en el barrio de Boedo.
La policía encontró en el conventillo a Cherouvrier, quien se atrincheró en su pieza y resistió durante varias horas el asedio policial hasta caer abatido, luego de sufrir los efectos de los gases lacrimógenos que era en ese momento la novedad de la tecnología represiva. El enfrentamiento se libró en presencia de los vecinos del edificio, en su gran mayoría mujeres y niños que milagrosamente salieron indemnes del tiroteo.
Vale apuntar que, en sus comienzos, la banda se congregaba en el bar del cine Sol de Mayo, a pocos metros de la intersección de avenida Pellegrini y Corrientes, donde luego de ver las tres películas desde las gradas del primer piso y cuando sus vejigas no aguantaban más, en vez de ir al baño orinaban a los que estaban sentados abajo.

Un dato curioso
La estación de radio que había en el corso anunció, mediante los parlantes que utilizaban para propalar música en medio de dos temas, la muerte del Pibe Cabeza y treinta minutos después lo reiteraron para confirmarlo. Fue justo en ese instante que ingresaba la comparsa de chicos “La banda del Pibe Cabeza”.
Caprioli, que había logrado huir del tiroteo donde cayó su jefe, el 2 de julio de 1937 fue muerto en un enfrentamiento con la policía bonaerense, en las afueras de Junín junto a Floreal Martínez y Juan de la Fuente.
No quedaron sobrevivientes de la banda y luego se estableció que la cabeza de Gordillo pasó a ser exhibida en el Museo de la Morgue Judicial, hasta que fue retirada por reclamo de sus descendientes[4].
[1] Gloria Casañas.
[2] Osvaldo Aguirre.
[3] Diario La Nación.
[4] Gloria Casañas.
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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política
Fotos: Caras y Caretas
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