Los expedientes de los años negros de la dictadura en bodegas de seguridad – Por Ricardo Marconi

📜 El Rompecabezas de la Muerte en Rosario – Por Ricardo Marconi

Los expedientes de los años negros de la dictadura en bodegas de seguridad

 

En una columna de Proyecto Escaño, colocamos oportunamente una pieza del rompecabezas que venimos armando sobre la lluvia de violencias sufridas en nuestra ciudad, con su respectiva estela de muertes.

En ella hicimos mención a detallados datos, relacionados con documentación clasificada depositada en las bodegas de seguridad del banco Credit Suisse, de Zurich, donde se habían guardado baúles retirados secretamente de nuestra sufrida Argentina.

Los baúles contenían expedientes relacionados con datos de los años negros de la dictadura y en algunos de ellos había información comprometida sobre varios políticos del radicalismo “que actuaron en la gestión de Raúl Alfonsín”, según la revista española Interview.

Un lugar destacado en los expedientes tenía Raúl Antonio Guglielminetti, un espía que en su ámbito laboral era calificado como “enigmático personaje que trabajaba para la represión militar y que tiene la llave secreta del tesoro en Europa”.

Para aquellos menos avisados en el tema, debemos señalar que el mismo se remonta a diciembre de 1983, cuando el ministro de Relaciones Exteriores de España debió salir al cruce de los rumores que reflejaba la prensa en Buenos Aires, acerca de “un misterioso paso de aviones militares argentinos por las Islas Canarias”.

 

Los secretos cargados en el Hércules

Eran fuertes las versiones que circulaban por ese entonces en torno de un avión argentino Hércules C-130 que había despegado junto a un Boing 707, sin autorización gubernamental con una “carga comprometedora”. Obviamente, junto a los documentos salieron del país algunos a hombres no ajenos al tema que nos ocupa.

El presidente español sólo atinó a puntualizar en ese momento que “se trata de un viaje de búsqueda de repuestos militares a Francia y Alemania”.

 

Un olvido comprometedor

González, se olvidó –vale subrayarlo-, aclarar que “desde el aeropuerto de Chatoreaux (Francia), el material fue luego, trasladado por tierra por “un oficial argentino para ir, finalmente, a las bóvedas de un banco suizo, que mantiene absoluta reserva de sus clientes”.

Nadie dijo que el que firmó el alquiler de las cajas y recibió las llaves era nada menos que Guglielminetti.

Cabe reiterar –para aquellos que no tuvieron acceso al primer informe-, que Alfonsín al enterarse de lo expuesto, hizo enviar a un agente de inteligencia a Ginebra –se trataría de Pablo Valle-, un ex agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que llegó a Europa como consejero de prensa de la Embajada Argentina.

El espía enviado, luego de haber mejicaneado a sus ex jefes de la CIA en Centroamérica, fundó una editorial y se inmiscuyó en el Cuarto Poder.

 

Ex espía y consejero 

En 1984, fue nombrado consejero de la misión permanente de Argentina ante organismos internacionales de la Oficina de las Naciones Unidas. Imagine el lector el tamaño de su tarjeta de presentación.

Cobraba Valle un sueldo de 7.000 dólares mensuales y eso le permitía vivir en un departamento palaciego de la Rue Googas, en el paquetísimo barrio de Plain Palais, en pleno centro de Ginebra.

 

Disfrutar sí. Pagar, no

El radical Valle, como muchos argentinos con mucho dinero, se manejó de la forma clásica, al tener la posibilidad de recibir dólares y no utilizarlos para cumplir con sus obligaciones. Dejó sin pagar 22.000 dólares según el propietario del edificio Patrick Rufener, que se vio en l necesidad de reclamar el pago al Estado argentino, garante como se estila en casos confidenciales.

Bancos argentinos en París tuvieron que verse forzados a reclamar deudas del agente secreto al gobierno de Alfonsín. Y quien sintió vergüenza ajena fue el padrino político de Valle: el ministro Raúl Borrás, quien también debió tomar nota de las deudas de Valle con el Diners Internacional, al que el “James Bond” argentino se “hizo el turro” y no pagó 16.000 francos que figuraban en su tarjeta de crédito en rojo.

 

El espía viajero 

Valle viajaba mucho recorriendo, al parecer, ciudades que tenían entre sus atracciones a casinos de jerarquía, sin importarle la preocupación de su esposa Marilú Romaña que sufría los desaguisados de su marido pensando que “dejaría su esposo de ser un hombre de confianza de Alfonsín”.

La excusa de Valle es que debía seguir los pasos de los doctores Baños y Mignone del CELS, y burlar a los servicios de inteligencia helvéticos, que –se decía-, trataban de ocultar la fuga de otro espía: Leandro Sánchez Reisse, (a) “Lenny”, el lugarteniente de Guglielminetti, el que se hallaba en Zurich, en libertad condicional por un secuestro extorsivo y se pavoneaba  autotitulándose  “encargado de la seguridad de Alfonsín para los viajes presidenciales a la Organización Internacional del Trabajo, en Ginebra”.

 

Despertador de deseos

Guglielminetti, al parecer, tuvo habilidad de despertar el deseo presidencial para formar su propia Agencia Nacional de inteligencia (ANI, con conocimiento del doctor Alberto Natale, según se rumoreaba- y de Dante Giaddone, subsecretario Presidencial.

El espía pretendía formar un servicio de inteligencia paralelo que compitiera –o reemplazara-, a la inteligencia militar. Para lograr su propósito, Guglielminetti simuló tener información con la que “intoxicaba” a los hombres del presidente. Esos datos eran falsos y servían para equivocar e l rumbo de las investigaciones.

Como se recordará, Cuando Raúl Guglielminetti ingresó a la clandestinidad, Giaddone tuvo que renunciar. Eso sí, antes de carretear y levantar vuelo hacia el universo de las sombras, Guglielminetti tuvo la “precaución de chupar los baúles” con las informaciones que amenazaba destapar cada vez que se ponían las cosas difíciles, tanto a él como al espía Pablo Valle.

 

En la tierra de Guillermo Tell

Valle se entrevistó –según trascendidos-, con la argentino-suiza Nélida Zamstein, una enfermera que se decía era defensora de los intereses del Batallón de Inteligencia 601. Era la misma que habría dado protección a Luis Martínez, al que todos tenían como mano derecha del comisario Villar y del ex presidente de la Juventud Radical de la Capital Federal Rubén Bufano, quien jugó a saltar el cerco cuando fue secretario privado del general Acdel Vilas.

Escuché por esos tiempos que Bufano buscaba una foto que tenía en su poder la mujer de Sánchez Reisse, donde se veían en un yate, su marido, Guglielminetti y el general Suárez Masson.

Resta agregar que la enfermera se volcó a la Secta Moon, a cambio de ser protegida por Suárez Masson por su trabajo como “representante” del Batallón antes mencionado.

 

Una agria polémica                              

Lo expuesto habría generado una agria polémica entre el ex titular de la SIDE Facundo Suárez y el ministro de Defensa Germán López cuando Valle desapareció de los lugares donde concurría habitualmente con 130.000 dólares que les había asignado el gobierno argentino. La deuda también generó disputas entre Suárez y el ex canciller Dante Caputto por la deuda.

Cuando se dio a conocer la noticia de la ampliación de la “zona de exclusión” por parte de los ingleses en las islas Malvinas, fue dejado trascender que Valle había vendido las claves secretas de seguridad argentina a los británicos.

La SIDE no tuvo más remedio que desmentir la versión y dijo a través de una fuente que “las claves estaban protegidas” y agregó que se había enviado a otro personal, que no sería otro que el director del Servicio, de nombre Miguel a Europa para investigar el caso a fondo, desconociéndose la resultante de la indagación.

 

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*Ricardo Marconi es Licenciado en Periodismo y Posgrado en Comunicación Política

Foto: El represor Raúl Guglielminetti (Foto NA: Daniel Vides)

Viene de acá: Kissinger y la doctrina de la seguridad demográfica

Continúa aquí: Massera, el Menguele de la Junta Militar

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